Fue la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (UCES) la que convocó primero a Pacho O’Donnell para que coordinara diálogos y luego a Pablo Echarri, como invitado. PERFIL estuvo antes y se quedó a esa conversación frente a público en el auditorio, para reflexionar con ambos sobre nuestra realidad actual en el mundo de la cultura.
—¿Cuál es la situación del teatro argentino en este momento?
O’Donnell: Es francamente mala. Por efecto de la crisis, bajó notablemente la asistencia del público. Otro motivo es que la gente está muy preocupada, y para gozar hay que tener cierto espacio para entretenerse.
Tampoco funcionan los sistemas establecidos de apoyo al teatro. La Ley Nacional del Teatro –aprobada durante mi gestión como secretario de Cultura de la Nación– está funcionando muy mal. Se subsidiaba a los espacios no comerciales y los grupos podían ir allí sin pagar nada, ya que el INT ayudaba a los dueños de esos ámbitos. En estos momentos se ha vuelto a cobrar, porque es muy insuficiente lo que da el Estado.
—¿Y la situación de los intérpretes?
Echarri: Es compleja y difícil. Deberíamos dividirla, Pacho habló del teatro y yo elijo hablar de lo audiovisual. La inversión en la televisión va en franco retroceso. El sistema de producción en Argentina, generalmente, lo llevan a cabo los canales de aire y
cada día los capítulos salen más caros. No tenemos ley de televisión, sí de teatro y cine. La posibilidad de recuperación en el terreno nacional será cada día más difícil, no podemos competir internacionalmente. Por eso desde Sagai y la Multinacional Audiovisual impulsamos una ley de televisión, teniendo en cuenta las nuevas plataformas. Sabemos que este no es el momento ideal, necesitaríamos de un ente regulador y un instituto nacional de televisión. Hoy hay varios
canales multinacionales extranjeros, como HBO, TNT, Fox y Neflix, que eligen hacer coproducciones con empresas nacionales, pero son acotadas. Brasil tiene una ley maravillosa desde 2006: les pide a esas grandes multinacionales que trabajen con las pequeñas y medianas productoras, y para eso los beneficia con quita de impuestos.
—Argentina tiene Ley Nacional de Cine con su respectivo Instituto desde 1994…
E: Nuestra ley es excelente y ejemplo en el mundo. Funcionó muy bien y tuvo momentos más virtuosos que el actual. Hoy hay cierto raquitismo, se sigue haciendo la misma cantidad de películas pero el dinero que se da para los subsidios desde hace tres años está congelado, por lo cual los aleja de la realidad del mercado. No hablemos de la última devaluación. ¡Hoy las películas se están haciendo con solo dos semanas de rodaje! Los autores cada vez más están obligados a imaginar en interiores, teatralizando más el cine, no como virtud, sino como defecto…
O: El Gobierno no es amigo de la cultura ni del arte. Siente que le son hostiles y que forman parte de la oposición. No hace nada para corregirlo, ni captarlo. Eso se nota. La eliminación de programas, de financiaciones, el poco apoyo al cine y al teatro, se encuadra dentro del funcionamiento de todo lo oficial. Fue un
grave error dar por perdido el Ministerio de Cultura, había sido un logro importante separarlo de Educación.
—Como psicoanalista: ¿cuál es la enfermedad de la sociedad argentina?
O: Siempre soy muy respetuoso del psicoanálisis y agradecido, porque como adolescente neurótico que fui, me salvó la vida. Pero siento que no sirve para analizar un país, o interpretarlo política o socialmente.
—¿Y como historiador?
O: Es una enfermedad universal: la lucha de clases. Es la imposibilidad de conciliar los intereses. Se pudo ver muy claramente en tiempos de la dictadura cívico-militar, o menos ostensiblemente en otros momentos. El eje de nuestra historia está ahí.
—¿Es la grieta?
O: No me preocupa. Es inevitable, porque hay intereses irreconciliables. Me parece que es una grieta gritona, pero peor es la paz de los cementerios. Mientras no haya violencia es inevitable la grieta, porque es la manifestación del juego democrático.
—¿Cuál fue el destino de la productora El Arbol?
E: Estuvimos seis años y pico junto a Martín (Seefeld), pero decidimos tomar caminos individuales. Tengo casi 50 años, con hijos grandes –18, 15 y 8–, y realmente creo que es importante poder manifestarme con más claridad y ser consecuente. Cuando uno es más joven prueba y prueba, ahora tengo una energía vital fuerte, pero no debo malgastarla. En un futuro pienso seguir con la producción, con un sello nuevo, pero deberé esperar que todo aclare. No es un buen momento para proyectar, sino que hay que conservar, un poco por miedo e incertidumbre. Estoy esperando que el viento cambie.
—¿Qué sentís cuando ves a algunos actores que se sacaban fotos junto al anterior gobierno y hoy lo niegan, buscando separarse del kirchnerismo?
E: Hay diversas formas de manifestar el sentimiento por una idea política o modelo. Existen distintos modos de militancia, no veo bien arrogarse la intensidad. Me inquietan más los que han caminado cerca, hoy tienen poder y toman caminos diferentes. Si una actriz o un actor se despega o se desenmarca de una foto, es inofensivo. Me preocupan más los senadores y diputados, ya que creíamos que ellos querían el mismo país y nos damos cuenta de que tal vez nunca fue así. No me molestan los cambios de opinión. Lo importante es que se diga lo que uno piensa. Sabemos que podemos sufrir consecuencias, mayores o menores. Nací en 1969, crecí y soy hijo de la dictadura. Mi padre me decía que no debía dedicarme a ciertos temas, para no correr peligros. Eso ya no pasa en la Argentina. Esto es producto de los valientes e inteligentes que no renunciaron a hablar y expresarse. Los que hoy se desenmarcan me hacen sentir orgullo por tener cierta valentía, me define y diferencia.
—¿Nuestra falta de memoria se explica a través de la historia?
O: Es parte de un sistema de dominación. Nos lo han inoculado, está en el ADN de los argentinos. Después de la batalla de Pavón, se produce el proyecto de los liberales, porteñistas, antipopulares y autoritarios.
Se buscó ser la provincia agrícola-ganadera de Gran Bretaña, por eso –como decía Scalabrini Ortiz– todos los ferrocarriles convergían como un abanico hacia el puerto de Buenos Aires. Implica una desvalorización de lo propio. Hoy seguimos viendo cómo se desprecia lo nuestro. En el colegio se enseña más sobre las guerras europeas que sobre nuestros pueblos originarios. La falta de memoria es parte de una política impuesta con un objetivo.
El futuro profesional. Tanto Pacho O’Donnell como Pablo Echarri comparten una mirada semejante sobre el país. En este encuentro propuesto por el rector de la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (UCES), Gastón O’Donnell, se pudieron comprobar la admiración y el respeto mutuo. También las coincidencias. Por ejemplo, La lluvia y el viento de Pacho O’Donnell fue un proyecto sobre los últimos días de Rosas que había ensayado con Lito Cruz, quien fuera el primer maestro de actuación de Pablo Echarri.
Con respecto al futuro, Pacho O’Donnell seguirá con su espectáculo A la izquierda del roble hasta mediados de diciembre, para seguramente volver al Centro Cultural de la Cooperación. Mientras que Pablo Echarri terminó de filmar la película El silencio del cazador de Martín Desalvo, en Misiones, más precisamente en Leandro N. Alem, junto a Alberto Ammann, César Bordón, Mora Recalde y el actor misionero Cristian Salguero. “Es un gran relato y me dio la posibilidad de conocer más esa provincia, durante cinco semanas”, subrayó.
“Empiezo a filmar con Marcos Carnevale su último guión –anticipó Echarri–, Razones para no ser madre, donde volveré a ser galán. Es una comedia blanca. Después nos iremos de vacaciones y a fines de enero haré una serie en Telefe en coproducción con España e Italia. Es una adaptación de una película de Alfred Hitchcock. Tengo ofertas teatrales, pero le estoy dando más importancia a lo audiovisual. Si hiciera ambas no podría estar en mi casa. También filmé El kiosco, la ópera prima de Pablo Gonzalo Pérez. Resuelta en cinco semanas, es una comedia romántica y dramática. Estoy con Roly Serrano, Georgina Barbarossa, Mario Alarcón, Sandra Criolani, Rubén Pérez Borau, Olivia Guckenheimer y Martín Rocco. Esperemos que se estrene en el segundo semestre del próximo año”.
Cuando se le pide una definición de la actual televisión nacional, Echarri dice: “Existen buenos exponentes, creo que lo más destacable es 100 días para enamorarse, además de El marginal y la segunda temporada de Un gallo para Esculapio. Hay pocas opciones de gran calidad y aceptación de público. Creo que muchas no llegan a tener nivel. Tenemos una industria que cada día invierte menos. Se siguen haciendo ficciones, sobre todo las que tienen el apoyo de FOX o HBO”.