ESPECTACULOS
leo sbaraglia

La difícil decisión de hacer cine

Luego de estrenar Choele Choel, el actor revela que fue convocado por Campanella pero que que no quería quedar atado a la tira. Habla de sus próximos filmes, su admiración por Julio Chávez y su apoyo a Cristina.

Exigencia. Leonardo Sbaraglia cree que el cine permite moverse en libertad.
| Sergio Piemonte
E n Choele Choel, la película dirigida por Juan Sasiaín, Leonardo Sbaraglia se pone en la piel de un padre que, divorciado recientemente, pasa con su hijo (Lautaro Murray) un verano inolvidable en ese paisaje idílico de la Patagonia argentina. Inolvidable para el chico, que al borde de la pubertad vivirá una breve temporada de descubrimientos, y también para él, que lo acompañará con paciencia y ternura, consciente de que la disolución familiar abre un futuro distinto al que ambos imaginaron durante un buen tiempo. “Creo que el marco de Choele Choel, un lugar tan lindo, ayuda a pensar ese espacio como una especie de paraíso –asegura Sbaraglia–. Un paraíso perdido, sobre todo para el chico, que va a tener que vivir con su madre en otro lugar. En esos días que pasa con el padre, entiende que esa felicidad es finita, que se va a terminar en algún momento, que después de la muerte de un matrimonio, también se muere un proyecto y se mueren sus dioses, que son sus padres. Su universo de desploma y él intenta procesar ese dolor y construir una alternativa, conectarse con el eros, con el placer. Pero dirige la energía a un lugar equivocado, a una chica mayor que él (Guadalupe Docampo), y termina pegándose la cabeza contra la pared, observando cómo se desvanecen sus ilusiones”.
—¿Cuánto hay de vos como padre en la vida real en este personaje?
—Siempre los personajes se convierten en una posibilidad expresiva. A partir de la ficción tenés la chance de explorar tus propios vínculos, revisar lo que vos hacés con tus relaciones reales. A mí eso me sirve porque me pone frente al espejo. En este caso, me tocó encarnar a un muy lindo tipo.  
—Estás con otros proyectos de cine de acá a fin de año. ¿Te cierra trabajar sobre todo en cine, más que en teatro y televisión?
—Sí, por suerte en esta etapa de mi carrera puedo elegir. Tuve ofertas para televisión. Para sumarme a la tira que va a dirigir Juan José Campanella, por ejemplo. Pero agarrar eso implica olvidarte del cine, al menos durante los nueve meses que suelen durar esos trabajos. Me hubiera dado una continuidad laboral, pero elegí otra cosa. Quizás en algún momento también me agote el cine, porque ahora estoy entrenando para hacer un papel de boxeador y después, muy pronto, tengo que aprender a manejarme en una silla de ruedas para otra película, por ejemplo. Son cambios abruptos, trabajos exigentes. Pero la televisión te exige una tenacidad para sostener un trabajo durante un tiempo prolongado que no todos tienen. Julio Chávez hizo un gran trabajo en Farsantes. La tele no le ganó a él, él le ganó a la tele. Si pudiese lograr esa tenacidad, encantado. Pero hoy tengo posibilidades en el cine que me seducen más. El cine exige viajar, moverte, tu vida cambia mucho y es difícil mantener una rutina familiar sin que sufra alteraciones. Los próximos dos años van a ser así. Después tendré que bajar un cambio.
—Ofertas no van a faltar. Se produce mucho en Argentina.
—Sí, el año pasado se hicieron más de doscientas películas, es una cifra que habla por sí sola. Pero también es cierto que hasta yo, que soy una persona del medio, que me dedico a esto, quizá me entero del estreno de una docena, de las demás no sé nada. Creo que hay que imaginar otras vías de circulación para las películas. Pero es importante que se hagan, eso es indiscutible. Yo tengo propuestas de Pablo Reyero, Mariano Mucci, Adrián Caetano, Alejandro Maci... Me encantaría hacer todo, pero no creo que pueda, salvo que los días tengan más de 24 horas.