ESPECTACULOS
Barenboim-Argerich

La genialidad que incluye valentía

El dúo se presenta en el Colón como parte de un ciclo que incluirá a Les Luthiers. El músico no deja de preocuparse por Gaza.

Juntos. Tocarán en el Teatro Colón, hoy, a cuatro manos, y el próximo domingo, con orquesta.
| Pablo Cuarterolo

Las localidades para los conciertos de Daniel Barenboim en el Teatro Colón, tanto en la programación oficial como en los eventos organizados por el Mozarteum Argentino, están casi agotadas. El domingo 10 de agosto inaugurará un nuevo enclave cultural de la Capital Federal: el Puente Alsina. En frenética actividad, el mismo día a las 20 dialogará con Felipe González en el Colón con entrada gratuita.

El pianista argentino nacido en 1942 brindará, en lo que se vislumbra como platos fuertes del calendario, conciertos con Martha Argerich y con Les Luthiers. Con todos, el intercambio parece estar guiado no sólo por el talento y la mutua admiración. Barenboim declaró conocer a Argerich desde hace muchos años, pero con remate pícaro aclaró que “no voy a decir cuántos porque ella es una dama”. Argerich hizo lo propio al advertir que, juntos, “hemos tocado muy poco”, “hicimos Liszt, Schubert y unos pocos otros autores”; sin embargo, “me interesa mucho hacer Mozart con Daniel, porque aprendo mucho con él, aunque también meto la pata a veces”.

Humanidad y excepcionalidad es lo que dejan entrever de palabra y como intérpretes. El propio Barenboim, como lo ha dicho tantas veces, considera que la vida y el arte deben ir de la mano. Así, mientras conversa intercala cuestiones específicas, como que incluirá en este ciclo “el preludio de Tristán e Isolda con un final de concierto que escribió Wagner y que no se toca casi nunca”, con reflexiones de amplio alcance: “La palabra ‘tolerancia’ no me gusta porque ‘se tolera a pesar de’… El gran Goethe ya dijo que ‘tolerancia’ es una palabra de transición que tiene que transformarse en ‘comprensión’ del otro”. Y eso lo pone en práctica con los músicos árabes e israelíes que integran su equipo. En él Barenboim promueve el cese del conflicto armado entre Israel y Palestina, del cual no teme dar definiciones contundentes: “No hay simetría en esta guerra tan cruel y tan espantosa, porque Israel es un Estado fuerte, y los palestinos están ocupados y los israelíes son los que ocupan. Viendo las cosas con un mínimo de objetividad, no se puede hablar de simetría”.

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En su hablar se van y regresan los detalles de las composiciones con las que deleitará al público. Hoy regresa al Colón Martha Argerich, para hacer con Barenboim y su orquesta el Concierto para piano y orquesta Nº 1 en do mayor, de Beethoven, y luego piezas de Maurice Ravel. Sólo los pianos de Barenboim y Argerich se escucharán el martes 5 de agosto, a dos y a cuatro manos, con partituras de Mozart, Schubert y Stravinski. Los días 4, 6, 10 y 12, el director pondrá su batuta en un programa dedicado a Wagner, con su orquesta y cuatro cantantes. El sábado 9 será reunión cumbre de Barenboim, Argerich y Les Luthiers, haciendo La historia del soldado, de Stravinski, y El carnaval de los animales, de Saint-Saëns. El lunes 11 y el miércoles 13, el menú que ofrece el Mozarteum repite lo de Ravel e incluye la obertura de Las bodas de Fígaro, de Mozart, y dos estrenos mundiales: Ramal, de Kareem Roustom, y Resonating sound, de Ayal Adler.

No le resta importancia a todo esto Daniel Barenboim, pero no olvida que la música ha de ser mucho más que entretenimiento o evasión: “La música penetra a muchos individuos que no tienen la menor relación con la vida cotidiana, con los problemas humanos individuales y sociales. Eso, llevado al extremo exagerado, hace que se plantee la pregunta: ¿Cómo es posible que monstruos como Adolf Hitler o Stalin, que han matado a millones de persones con una crueldad máxima, fueran capaces de emocionarse hasta las lágrimas con una obra musical? Es la demostración de que para ellos la música era algo completamente separado de la vida real. Por eso, la idea de incluir en este festival a la reflexión”.