"No pienso que soy Rocky, el Padrino o Dorothy, o uno de los mitos del cine. Tengo una existencia muy mundana. Especialmente cuando mi mujer me dice que saque la basura”, dice Mark Hamill, que desde hace cuarenta años es para la cultura pop el rostro de Luke Skywalker, el rubio protagonista de la primera trilogía de Star Wars, aquella saga devenida religión para algunos y peste para otros, y que para bien o para mal modificó para siempre el cine de Hollywood.
La historia de la saga de La guerra de las galaxias implica una visión moderna del pop como mercancía: “Soy experto en el entretenimiento que quiere vender”, dirá Hamill a PERFIL en exclusiva. Sonríe, pero sabe que es cierto. En 2015, se volvió a los viejos personajes gracias al nuevo propietario del asunto de galaxias muy muy muy lejanas, Disney: Star Wars: El despertar de la fuerza, Rogue One y ahora la continuación, Star Wars: Los últimos Jedi, dirigida y escrita por Rian Johnson, son la confirmación del fenómeno global. La primera batió todos los récords posibles de taquilla –hoy es tercera en el top ten de la taquilla mundial– y esta segunda llega el jueves próximo para quizá ratificar esa realeza de mainstream.
Y Hamill vuelve. Vuelve a ser Luke, y entonces la historia de un nombre que ha recorrido el pop como pocos vuelve a comenzar. Y lo quiera o no, es volver a ver a un mito del cine como ningún otro, con más peso todavía que Dorothy, Rocky o Don Corleone.
—Desde el estreno de “Star Wars”, hace cuarenta años, la cultura pop ha cambiado radicalmente y viviste como casi nadie ese fenómeno. ¿Qué sentís cuando ves que el mundo ahora se parece más a un comic con?
—Por supuesto que me sorprende. He hecho a Mozart en Amadeus en el teatro, he hecho al Joker en la serie animada de Batman, a Luke, y aun así me cuesta procesar qué hace a un mito algo popular y qué lo hace una moda. Porque creo que todos estos mitos viven juntos, que todos nacen para ser parte de una mezcla extraña de necesidad del artista y de vender. Entonces, ahí, en ese cruce, siento que todavía no entendemos realmente lo que pasa ahora. No entendemos el poder de esa conjunción. Cómo puede rozar a una persona un relato y seguir con él toda su vida. Hasta ahora creíamos que era una forma de vivir, de sótanos y de solteros, pero ahora descubrimos que estos personajes pueden vivir de otras formas, en cualquier género y en otros personajes. Star Wars es un ejemplo, y la nueva trilogía también. Los superhéroes son otro. Entonces, no es tanto cuestionarte, es quizás hacerte preguntas para pensar. ¿Qué dice sobre mí lo que amo y qué dice sobre cómo entiendo el mundo, el capitalismo, ideas que me generan furia como las que dice Trump? ¿En qué medida el relato que elegís te define? Eso se ha convertido en una pregunta que todavía creemos que no tenemos que hacernos, y hoy siento es muy importante.
—¿Por qué te parece importante en este momento del mundo esa pregunta?
—Yo sé el amor que un relato puede generar. Lo he vivido de primera mano. Y es algo que pocas cosas en la Tierra pueden producir.
—Tu definición del fenómeno “Star Wars” debería ser bastante única. ¿Cuál es?
—Es una saga optimista, que se vio post-Watergate y post-Vietnam, cuando el antihéroe era lo que reinaba y se volvía de la guerra. George Lucas, creador de la saga, eligió irse lejos, a una galaxia muy muy lejana, porque le daba la posibilidad de contar un cuento de hadas. Siempre vi Star Wars más cercano a El mago de Oz que a Flash Gordon. Hoy la historia se repite: volvemos a estar en un momento políticamente muy oscuro y no sólo en Estados Unidos. La gente necesita ese escapismo. Necesita de Oz, de Hogwarts, de galaxias muy lejanas.
—Como escapismo, ¿es “Star Wars” una fantasía demasiado inocente para los tiempos violentos que se viven?
—La idea de hacer el bien más allá del beneficio personal es algo clave en Luke. Y es algo que podría ser clave para una nueva generación, que entienda que hay más que beneficios personales. ¿Cómo no amar las culturas que definen el mundo y su pluralidad? Y a mí, que he tenido la suerte de sentir amor en todos los rincones del planeta, no me quedan dudas de lo que puede lograr una franquicia, porque en su lado luminoso sólo muestra lo mejor de nosotros. Lo increíble es la pasión. Y cómo han incorporado el mito a sus vidas muchas generaciones: sobrevivir tragedias mirando las películas, ver niños disfrazados de rey. Nunca es un problema. Y muchas veces te vuelve a conmover. No me pasa en mi día a día, solo en eventos de fans que me reconocen. Puede que solo sean dos horas de escapismo, seguro, pero cuando vez la felicidad concreta que genera, aceptás que no es algo tan pequeño lograr algo así en el mundo.
—Tu vínculo con la cultura pop es distinto del de Carrie Fisher o Harrison Ford. ¿Cómo entendés el lugar que te ha tocado ocupar?
—Desde mis primeras memorias, descubrir los cómics en el diario, incluso antes de que pudiera leer, fue algo que me motivó a investigar el mundo. Quería entender Peanuts, y por eso aprendí a leer. Una de mis epifanías fue ver un programa de Disney, donde veías a Clarence Nash haciendo la voz del Pato Donald. Pensé de inmediato que quería hacer eso. Mi papá era un hombre del ejército, estricto, y pese a eso, cuando vi King Kong lo único que quería era saber cómo hacían esos dinosaurios en pantalla. Me fascinaba la idea de ir al trabajo y hacer que vivieran los dinosaurios… ¡Yo quería que ese fuera mi trabajo! Y de repente aparecieron los Beatles, y ellos fueron mi Star Wars. Sacudieron mi mundo desde la base. Quería estar en el cine y en las películas de terror. Mi mamá me decía que imitar al Pato Donald bien no me iba a ayudar en la vida. Y es una de las carreras donde he trabajado, haciendo voces en la animación. Pero no me importaba llegar tan lejos como Luke: si era satélite o núcleo, si cantaba o hacía el catering, me daba igual. Vivía para el show. Vivo por el show.
El recuerdo de Carrie Fisher
—¿Cómo creés que vos y el personaje han cambiado?
—Yo estaba muy tranquilo. Mi trilogía tenía principio, medio y fin. Todo cerraba redondo. Mi padre encontraba la redención final. Todos creíamos que habían vivido felices por siempre y así terminaba la cosa. Y en Los últimos jedi descubrimos que no fue así. Es más oscuro ese futuro. Y eso me dio miedo, porque siempre entendí que Luke representaba luz y optimismo. Pero necesitás conflicto. No podía ser otro entrenador benigno de un jedi. A veces los directores de Star Wars lo entienden más que nosotros. Hay muchas sorpresas aquí.
—¿Cuál es tu mejor recuerdo de Carrie Fisher?
—Todo sobre Carrie era algo que siempre iba a ser más grande que la vida misma. Es la forma en que vivía la vida, y me da mucho dolor, de una forma que me da vergüenza por ser tan egoísta, que no esta acá, donde estaría haciéndome “fuck you” y riéndose sin parar, haciéndome caras. Su tiempo para la comedia siempre fue genial, y su forma de hacer las cosas siempre respondía a un timing impecable. Bueno, excepto ahora, que se murió en el momento equivocado. No puedo imaginar mi vida sin Carrie Fisher. Eramos como hermanos, y eso se aplica a todo: tuvimos grandes peleas, nos hemos gritado, pero había un nivel básico de conexión y de amor. Y volver a vivir algo así en el set, justo cuando creés que esas personas (o las nuevas) no tienen muchas chances de ser parte de tu vida porque todos sabemos que el tiempo pasa y las cosas se disuelven incluso aunque uno no quiera, fue un lujo. Es claro que se va a leer este papel desde un aura distinta, porque es su último rol. Es parte de la vida: seguir a través de la adversidad, y nunca voy a dejar de extrañarla, y promover la película es duro por ello. Por saber todo el tiempo que ella no está.
*Desde México, invitado por Disney.