De aventurera haciendo teatro en villas africanas junto a Peter Brook a Victoria, su mega –hiper–cool y poderosa (en cualquier faceta: sexual, profesional, viejuna) agente retirada en Red 2, la fábula hiperbólica de James Bonds jubilados en plan de reinserción laboral que se estrena el próximo jueves en nuestro país, Helen Mirren (1946, Chiswick, Inglaterra) ha recorrido una vida guiada por, al menos en palabras de la propia actriz, “un sentido de la aventura gitana, que debe venir de mis raíces rusas. No creo haber estado en la misma casa más de seis meses. Siempre estoy haciendo cosas que no llego a ver. Incluso mis películas: tardé años en ver cada uno de mis trabajos”.
A los 67, Mirren, mejor dicho, Dame Mirren (es decir, dueña del título nobiliario femenino que equivale al Sir), ganó un Oscar (precisamente, por interpretar a Isabel II en el 2006 en La reina), dos premios a Mejor Actriz en Cannes, 4 Emmy, ha interpretado casi todas las obras de Shakespeare y es dueña de ese título no tan nobiliario, pero real de la anciana más sexy ever. Mejor, Mirren, de abuelo parte de la nobleza rusa (no por nada su nombre real es Ilenya Mironov) y de padres “antimonarquía”, sabe que su origen humilde y de estudiante de colegio católico le dio “vaya uno a saber por qué un sentido épico de la emoción: respondo a mis emociones porque creo que nada me guía ni me ha guiado como ellas. Creo por eso en un primer instante, porque también hay una pizca de drama en ello, me fascinó el teatro, me fascinó la idea de perderme en emociones mucho más gigantes.” En esas emociones, la vida sentimental de Mirren posee fotógrafos de moda (“aunque nunca pensé que iba a convertirme en una especie de ícono de la moda; algo que me divierte mucho”), zares rusos, un jovencísimo Liam Neeson y, desde 1985, al director Taylor Hackford, su pareja actual. Pero la misma Mirren reconoce, sobre todo considerando que Red 2 es innegablemente Hollywood en su gigantismo a la hora de la acción en clave comedia, que “más allá de mi sentido de la aventura, nunca imaginé que me iba a generar una divertida fama de bad–ass, o, como me dijo Russell Brand una vez, hada punk. Hacer tanto de la reina como de una James Bond que usa lencería mientras dispara una bazooka se me hace tan inverosímil como, hay que ser honestos, bastante cool. Desde que gané el Oscar, Hollywood me ofrece películas que nunca se me hubiera ocurrido me darían.”
—Hay gente que te juzgaría por eso, por haber trabajado alguna vez con Greenaway y, ahora, hacer películas basadas en cómics.
—Es verdad, pero la gente que juzga, ¿a quién le importa? Se me hace ridículo a veces cómo el cine, al menos la parte “hooligan” del cine de “me gusta el cine arte, no me gusta Batman” (o viceversa) todavía es considerada eje de determinadas ideas del cine. Digo, yo entiendo que a veces, Hollywood se obsesiona con la gente que no llega ni a los 25 años y sus penas, o sus penes. Pero eso no implica que no pueda divertirme en ese terreno.
—Stephen Frears dijo que te llamó para hacer “La reina” porque era vital poner en el rol a alguien que lo pusiera nervioso.
—Entiendo a lo que iba. Hay una especie de leyenda en torno a mí. Ahora, por ejemplo, la gracia es ser sexy a mi edad, y es algo que me divierte tanto como me genera cierto resquemor. Cuando era joven me preocupaban más las etiquetas: si era sólo la linda, si era sólo la que salía desnuda y así. Pero hoy no me preocupan más.
—Siempre se realza que no te hiciste cirugías a la hora de hablar de tu belleza.
—Creo que la belleza aparece cuando disfrutás. Generás algo, una radiación, una energía, no sé, que te hacen bella. Yo disfruto la vida. Pero insisto: no me gusta nada la gente que define qué está bien o mal. Si te hace feliz ponerte una salchicha en el labio, hacelo. No soy del tipo de personas que piensan “¡oh!, nunca haría esto”. Obvio hay gente que se destruye, pero si se miran en el espejo y están felices, ¿qué importa? Además, creo que actuar es eso, actuar, aceptar a esa otra persona que representás y hacer tu paz con ella. Para ser actor tener que aprender a estar en paz con cosas que irritan, que abruman, que hacen inexplicable al mundo.
—¿Qué fue lo que te dio ganas de entender al mundo, al menos desde el arte?
—La aventura de Antonioni. La vi cuando tenía 16 años, y cuando no sabía nada del mundo, salvo del sacrificio de mis padres y de mis ansiedades y me pasó por encima.
—Victoria, tu personaje en “Red 2” es un personaje fuerte, femenino, incluso hasta siendo una caricatura. Antes hablabas de industria, digamos, para el otro género. ¿por qué pensás se da esa dominación masculina en lo cultural?
—Yo puedo entender y disfrutar de películas con energía masculina, pero cuando eso domina la cartelera creo que como mujeres y como parte de la industria podríamos tener un rol menos pasivo. Pero también hay una industria que responde a lo que le pide el mercado. Digo, es Hollywood: no quita la posibilidad de arte, pero son películas que apuntan a la masividad primero y al arte después. Y es entendible con los niveles de costo que manejan. Pero eso no implica que lo que hagan para mí como mujer sea esta maldición llamada “película para chicas”. Aunque me llegan ofertas y muchas, un buen guión para alguien de mi edad, sea caricatura pop o no, es algo difícil de encontrar.
—Pero ¿preferís hacer de la reina o de Victoria en “Red 2”?
—Ah, no, no. No voy a responder eso. Pero si sé que Victoria es algo nuevo, que nunca fue hecho en la historia del cine. Y eso entusiasma mucho.
—¿Dirías que es un personaje feminista?
—¡Lo que me acabás de preguntar es muy de hombre! Ven una mujer fuerte y hablan de feminismo. Sinceramente, el feminismo es algo que no se puede capturar en tal o cual personaje, o actitud: no me parece algo reducible a una ideología, es tan sencillo que es algo obvio. Somos la otra mitad del planeta: no es política, es pura lógica. Es hasta matemática. Claro que eso no implica que no es difícil cruzarse con machismo en todos los ambientes. A veces se mezclan términos, igual, por ejemplo mi decisión de no tener hijos.
—¿En qué sentido?
—Puede leerse políticamente, y lo entiendo. No haber sido madre, considerando cómo se lee como mandato natural la maternidad. Quien responda a ese mandato y sea feliz, me parece, como ya te dije, incuestionable. Pero suelen preguntarme si no tener hijos pasa por una idea de feminismo, y la respuesta es mucho más simple: no tengo instinto maternal y nunca lo tuve. ¿Es tan difícil entender que no quise tener hijos? ¡No soy Maléfica y odio a los niños! Es que simplemente, aunque ame a los niños, nunca quise tener los míos propios.
—¿Pero nunca pensaste en ello?
—¡Claro que la idea se me ocurrió! Pero nunca me convenció, nunca se me hizo orgánico. Ya lo dije alguna vez: hay demasiada gente en el mundo, por ende, esta decisión es mi aporte a la ecología.
—En esas decisiones, no tener hijos, hacer tanques de Hollywood, vivir viajando, ¿hay veces que te arrepentís?
—No necesariamente. Pero en la vida en más difícil pensar puntualmente que, y no me siento así ahora, ahora en tu vida artística aprendés a lidiar con que nunca vas a hacer todo del todo bien. O, mejor dicho, que nunca vas a sentir que estás haciendo las cosas bien. Peleo para sentirme libre, para sentirme libre en mi vida y para sentirme libre en mis decisiones como artista. Pero sé que es imposible hacer las paces con eso, pero también sé que la vida es sentir que estuviste lo más cerca posible de esa sensación.
El secreto de un buen matrimonio
“Fue especial”, sostiene Helen Mirren. “Irme a Africa con la compañía de Peter Brook a interpretar en villas perdidas de allí fue una de las épocas de mi vida donde descubrí que el concepto de fracaso es relativo. Era la aventura de estar, de experimentar, de descubrir el mundo, mientras te descubrís a vos. Fue un período hermoso.” Y más allá de que el presente de Mirren dista del de su Victoria en Red 2, entiende que hay algo ahí que le hace eco: “La idea del profesional viejo, retirado, con sabiduría de los años, y con profesionalismo de otra época que es un relajado me tienta infinitamente. Pero también me tienta esa bronca socarrona que te genera cuando te vas poniendo viejo y te tiran a un costado, que puede ser cool o puede ser tremendo, y se ignora por completo tu trabajo previo. Que sean condescendientes con vos es tan, pero tan, irritante.” En esa vida que ella define “en movimiento”, ¿qué representa el director Taylor Hackford, su marido? “Creo que el secreto de un buen matrimonio, al menos en mi caso, fue el haber elegido a alguien cuando ya tenía en claro quién era y qué quería en la vida. Si hubiéramos estado juntos a los 20 años, no estaríamos juntos ahora. Cuando nos encontramos ya habíamos cumplido determinadas metas en la vida, y por ende no sacrificamos nada el uno por el otro. A veces, la idea de sacrificio es buena, pero a veces es muy jodida, muy poco sincera.”