–Tenés una manchita en el ojo...
–Y vos, un lente de contacto...
–Sí, dos en realidad. ¿Y se ve en las películas esa manchita?
–Más o menos. En Esperando al mesías hay un plano del ojo, en donde se ve y se dice que es una lágrima contenida...
En persona, Daniel Hendler tiene la misma respuesta rápida y sorprendente que, acompañada de ésa, su cara impertérrita, lo hizo famoso desde aquella célebre publicidad de servicios de telefonía, donde era un chico que volvía de algún lugar lejano y no entendía en lo más mínimo los códigos de Buenos Aires del 2000. Su carrera como actor se fue afianzando en nuestro país (es uruguayo), a través de una fuerte y sostenida apuesta al cine, y al trabajo con directores como Daniel Burman y Damián Szifrón, entre otros. Ahora estrena Los suicidas, dirigida por Juan Villegas –crítico de cine y director, con quien ya había trabajado en Sábado– y adaptación de la novela homónima de Antonio Di Benedetto.
–Este personaje es distinto a los que venías haciendo.
–Para mí siempre es distinto y trato de encontrar, en cada personaje, su rasgo singular. Es verdad que éste es quizás el más oscuro que me ha tocado hacer, y eso me estimula.
–Pero aquí no hay nada de comedia, ese tono de actuación al que vos habías quedado pegado y del que ahora pareciera que te estás alejando...
–Es un comentario que siempre me hacen y yo, tá, la respondo. Pero no me parece tan significativo. Me parece que todos los actores van investigando zonas, yo soy todavía joven y tengo pocos años de actuación por ahora; supongo que pasaré por muchas etapas. Por ahí con Burman fui por un lado, pero creo que son cosas que pasan con todos los actores. Para mí, que un trabajo esté bien hecho es que uno vea en una película un personaje vivo. Todo lo demás es critiquerío. La esencia de la actuación va por otro lado a que si te toca encarnar personajes muy diferentes o si ‘mirá cómo ayer te hice un chico con retraso mental y ahora te hago a un asesino’. Yo no voy a poner mi prioridad en eso, en el critiquerío. Critiquerío. Me gustó esa palabra y la voy a usar (risas).
Hendler había dicho este verano, en medio del Festival de Cine de Mar del Plata, que tenía ganas de hacer teatro. Y parece que alguien lo escuchó.
“Traté de comentar mis ganas, pero disimuladamente y no mostrarme muy desesperado”, dice. Y así fue. Representante mediante, hizo las audiciones necesarias para quedar en el elenco de Hamelin, la obra de Juan Mayorga, con dirección de Andrés Lima, que se presentó en Buenos Aires primero con elenco español y ahora está haciendo funciones con elenco argentino. La obra plantea un presunto caso de pedofilia, contada con un tono medio policial y despojado en sus elementos escenográficos.
–¿Cómo fue volver a hacer teatro?
–El proceso de esta obra fue corto, un mes de ensayos, una obra que ya había sido montada y él hizo una versión con los actores de acá, lo que resultó que fuera bastante particular. Es muy difícil para mí hacer teatro aquí porque en general esas posibilidades surgen de conexiones, de familiaridades, de formaciones comunes. Yo al no ser de acá, no tengo una familia teatral, por eso termino haciendo este proyecto medio híbrido, español-argentino. No se daba esto de que me llamen para trabajar en una obra independiente.
–¿Pero ya te sentís instalado en Buenos Aires?
–Ahora estoy más adaptado y contento viviendo acá. Al principio me costaba un poco. Viajaba todos los meses, pero me fui trayendo ropa, libros. Pero hace dos años, más o menos, ya me instalé acá. Creo que fue cuando me hice socio del plan joven del Hospital Italiano (risas).
Su actor favorito. Daniel Hendler cuenta que entre sus actores preferidos se encuentran John Casavettes y el famoso francés, fetiche de la nouvelle vague, Jean Pierre Leaud. Como sabe que lo han comparado con este último, confiesa su admiración con cierta vergüenza. “Tengo un afiche de él dedicado a mí en el living de mi casa. Lo conseguí a través de una amiga que lo conoció y le pidió que me lo dedique. Y de hecho es el único afiche que tengo en mi casa.” Lo curioso de todo esto es que en Los suicidas, la película que se estrena este jueves, hay una escena de desayuno entre él y Leonora Balcarce que cita directamente a Besos robados, de François Truffaut, y a Leaud: “La escena de la tostada que se rompe apareció en el rodaje. A Juan (Villegas) se le ocurrió como homenaje y fue un momento divertido”.