Verónica Llinás quedó impresa en la memoria de los argentinos por algunos de los personajes cómicos que hacía en los programas de Antonio Gasalla. También integró el emblemático grupo under Gambas al Ajillo y fue intérprete en obras de teatro de Claudio Tolcachir y Javier Daulte y en películas de María Luisa Bemberg, Luis Puenzo, Raúl de la Torre. Ahora, además, se ha lanzado como guionista y directora de cine. Su ópera prima, La mujer de los perros –codirigida con Laura Citarella y protagonizada por la propia Llinás–, se estrenó este año, ya recorrió más de una decena de festivales internacionales y continúa proyectándose en Capital Federal: hoy a las 20, en el Malba (Av. Figueroa Alcorta 3415) y los miércoles a las 22, en el Cine Arte Buenos Aires Mon Amour-BAMA (Roque Sáenz Peña 1145).
—¿De qué se trata “La mujer de los perros”?
—Se trata de compartir distintos momentos durante un año, de una mujer que vive en el conurbano bonaerense en un limbo entre la urbanidad y el campo. Vive, con sus diez perros, en una casa construida por sí misma, no trabaja, no maneja dinero, vive de lo que levanta en la calle, de lo que le dan, de lo que eventualmente roba.
—¿Cuánto hay de autorreferencialidad en la película?
—Hay mucho… Los perros son míos. Mucho del personaje tiene que ver conmigo: no vivo en el extremo en que vive esta mujer pero, en cierta medida, sí. A mí no me gustan ciertos convencionalismos, ciertas costumbres urbanas. Soy una persona muy poco coqueta, me molestan las modas, las marcas, estoy bastante lejos del mundo del consumo. Tengo más confort, trabajo y manejo dinero, pero me acerco bastante al personaje. La economía del recurso y la economía de la expresión son búsquedas mías que también coinciden con ella.
—¿Tuviste colaboración de tu hermano, Mariano Llinás?
—Sí. El guión lo escribí yo, con tutoría de él. De hecho, la idea de la película surgió cuando él me preguntó: “¿Qué querés hacer?”. Le conté la idea, le gustó y dijo: “La hacemos”. A mí me asustó. Le dije: “No, estás loco, hace falta plata”. Y me dijo que no hacía falta plata. Con la productora El Pampero, él sabe que se puede hacer películas de total independencia y de muy bajo presupuesto. Estructuramos un plan de filmación, de unos quince días por estación. Mientras, la película la financié yo, y luego, cuando conseguimos el mecenazgo de Capital Federal, se repuso ese dinero. También ganamos reconocimientos internacionales, que fueron 15 mil euros, con los que terminamos de hacerla.
—¿Cómo caracterizarías el cine de tu hermano, director de, por ejemplo, “Historias extraordinarias”?
—No puedo verlo con objetividad. Puedo decir que es una persona totalmente coherente, que utiliza la vía del cine independiente para acceder a otro tipo de financiamiento. La independencia, en su caso, es el objetivo, no la herramienta. Ha producido gran cantidad de material y de películas que son particulares y se alejan de ciertos estándares que aparecen cuando se meten las finanzas.