La premura de los tiempos de grabación lo obligan a llegar a la confitería casi al trote. Delgado y con unos bigotes que parecieran no ser suyos, Rodrigo de la Serna se pide un café para bajar el almuerzo que todavía no terminó de digerir. “No paro de correr”, dirá más adelante. El actor que empezó en 1997 junto a Guillermo Francella en Naranja y media, se destapó en Okupas, donde se lo recatalogó como actor ‘serio’y marginal, que viajó por Latinoamérica con Diarios de motocicleta de la mano del director brasileño Walter Salles y casi toca el Oscar con Crónica de una fuga, graba hoy el último capítulo de Hermanos y detectives, la nueva ficción que Damián Szifrón llevó a Telefe y que hasta el momento viene venciendo a los tanques de Canal 13 (con 22 puntos de rating, supera a Amas de casa desesperadas). Sin sexo, sin violencia y siempre con un final feliz, Hermanos... –donde también trabaja el pequeño talento Rodrigo Noya– se impone en el prime time.
“Es medio raro decir que esta ficción le gana al sexo. Hay mucha gente que consume eso y hay gente que no. En esta comedia no están cargadas las tintas sobre esos aspectos. Y está bueno que haya un programa así, más allá de todo lo que hay en pantalla”, cuenta De la Serna. Con los ojos brillantes frente a casi una utopía, sonríe: Hermanos... tiene siempre finales felices y las cosas tienen solución y justicia. Está buenísimo, es como vivir en un mundo ideal. Aunque los ideales están también para caminarlos”.
—¿Cómo hizo para componer un personaje decente?
—Lo que me parece a mí de Franco es que es una persona que no tuvo ninguna contención familiar por diversos problemas personales, quedó muy solo desde niño y encontró contención en la institución policial que de a poco fue comprendiendo que no era una institución muy limpia. Él mucho no se mete, se hace carne un poco de ‘No te metas’. Él cumple su rol de oficinista. Desde las sombras va notando estos aconteceres corruptos y empieza a hacerse cargo de decisiones éticas.
— Las historias a veces reflejan casos de corrupción real...
—Es que no podemos negar la realidad. Las instituciones en general están muy corruptas. No sólo la Policía. Y esto no creo que sea exclusivamente en Argentina. La situación en el mundo es así. Pero también creo que hay muchas personas como Franco que creen en cuestiones mucho más saludables para todos. Y estas personas existen y están en las instituciones también.
—¿Cómo es trabajar con Carlos Moreno?
—Lo de él es maravilloso. Muy pocas veces me pasó de tentarme tanto... hemos llegado a cortar escenas. También las situaciones de guión son un bocado, son como un banquete para él. El contrapunto que tiene con Guzmán. Ya terminó de grabar y ya lo extraño.
—¿Sos padrastro o hermanastro de Rodrigo Noya?
—Soy compañero de trabajo, los dos somos personas con diferentes vivencias. Él es un actor que recién está empezando. Si bien yo le doy consejos, él también lo hace conmigo, somos un equipo.
—¿En qué se diferencia el trabajo de Szifrón con el resto de los productos que hoy están en pantalla?
—Lo de Damián es un trabajo más cinematográfico. Está en todo. En la edición del programa, en el guión, en la dirección de actores, en la puesta. Sale un programa con mucha personalidad y esa impronta que es sólo de él. Esta es la diferencia.
—Después de Okupas recibiste el “título” de actor marginal.
—Yo soy actor, y justamente lo rico que te ofrece esta profesión es la diversidad. Podés encarar diversos roles que hacen rica tu vida también. La diversidad es salud, como dicen los aymaras.
—¿Sos de mirar el rating?
—No, no mucho. No me hace falta leer la grilla porque apenas llego al trabajo, todo el mundo me dice cómo nos fue. Es ridículo un poco el tema del rating, ¿no? Quién gana, quién pierde... En realidad, trato de no involucrarme mucho con ese tipo de energía porque, al fin de cuentas, es dañina, es una energía que termina lastimando. Por eso, trato de involucrarme con mi trabajo y nada más. Aunque uno en el fondo de su corazón quiere que las cosas salgan bien.
—¿Ves Montecristo?
—No lo veo mucho. En realidad, no veo televisión.
Y así nomás lo dice, mientras revuelve su café a medio tomar. Chico del barrio Bajo Belgrano, De la Serna tanteó la cima internacional cuando interpretó a Alberto Granado, el amigo de Che Guevara en Diarios de motocicleta. Multipremiada, la película desfiló por Cannes, San Sebastián y se llevó un Oscar a la mejor canción gracias al cantautor uruguayo Jorge Drexler. Por entonces a De la Serna le llovieron propuestas de varios países, pero a todas dijo que no. “No me convencieron mucho. Después de Diario... la única película que hice fue C rónica de una fuga. La verdad es que me cuesta mucho decidir mi próximo paso en cine, le tengo un respeto muy grande. Siempre trato de hacer una película que yo sienta que tiene algo para contar y para decir. Si no, para mí la actuación no tiene mucho sentido, uno termina representando algo que le es ajeno y eso me parece que no es valioso.”
—Hace un tiempo dijiste que hacer esa película te cambió la vida. ¿Por qué?
—Me dio la sensación de que mi casa es un poco más grande. Hice familias y amigos en Cuba, conocí a las comunidades mapuches en Chile, lo mismo en la selva amazónica en Machu Picchu. A partir de esta película tuve una sensación de pertenencia más arraigada, más profunda a una tierra particular.
—¿Cómo fue trabajar con Walter Salles?
—Es un maestro, lo adoro. Se convirtió en parte de mi familia. Una persona muy cálida que me regaló un trabajo maravilloso y que sé que no se va a volver a repetir nunca más. Dirige muy bien a los actores. Después de esta experiencia, va a estar dentro mío. Pensá que estuvimos siete, ocho meses de convivencia juntos, atravesando la geografía de América y del mundo. Fue como una compañía circense, íbamos con los camiones de un pueblo a otro.
— A pesar de que Crónica... era una de las favoritas para competir por los Oscar, Derecho de familia, de Daniel Burman, fue la seleccionada.
—Me parece que está bien. La película de Burman no la vi pero seguro que tiene sus méritos como para ser elegida. Pero bueno, no se dio. La próxima vez será... en un mundo ideal. (se ríe).
—¿Vas a interpretar a Ringo Bonavena en tu próximo film?
—Es una idea que tuvo Sebastián Ortega. Pero es una película difícil de realizar porque se tiene que filmar en Estados Unidos y Argentina. Recién se está encaminando, todavía no hay nada concreto. Recién se está terminando de escribir el guión, los productores están cerrando con el director. Vamos a ver cómo termina. Ojalá se dé.
LA PAREJA CRÍTICA Y CREATIVA
Erika Rivas y Rodrigo de la Serna se conocieron en 1999 cuando ambos actuaban en Campeones, la comedia que Pol-ka tenía como principales protagonistas a Osvaldo Laport y Soledad Silveyra. El por entonces tenía sólo 23 años y ella 25. Se enamoraron y al tiempo se fueron a vivir a Villa Ortúzar. Casados y con Miranda, su hija de seis años, el matrimonio se convirtió en la pareja de actores con más bajo perfil del ambiente artístico.
Rivas hoy interpreta a María Elena, la vecina indiscreta que invade a la familia Argento de tanto en tanto en Casados con hijos. De la Serna cuenta que recurre a su mujer cada vez que encara un nuevo proyecto: “Con Erika solemos hablar un poco de laburo. Compartimos mucho, sobre todo al principio cuando uno empieza a crear un personaje. Juntos vemos cómo es el rol, cómo encarar esta o tal figura... Le pregunto cómo pensará, cómo observaría este tipo o esta mina. La verdad es que yo me apoyo en Erika, sabe mucho y tiene muy buen criterio. Le pido siempre consejo a mi mujer”.
Además de la actuación, De la Serna ahora también tiene su otro rincón creativo. Yotivenco, el sexteto de tango, que él lidera todos los viernes en el café Homero. “Lo adoro, mi corazón está ahí”, dice.