Es la tragedia de la muñeca que no puede dejar de serlo. Como sacada de la saga “Toy Story”, sabe que tiene pocas oportunidades de ser rescatada. Y es ahora o nunca.
La vida amorosa de Luciana Salazar siempre había sido un enigma. Se la vinculó con empresarios y deportistas pero ella nunca cedió a la tentación de revelar identidades. Por fobia, discreción o marketing del misterio que supone pasiones prohibidas, alimentó fama de bomba sexual sin la exhibición escandalosa de su vida privada, aunque compartiera los mohínes y poses de calendario propias de otras vedettes en carrera que no desaprovechan el mínimo cortejo para ganar prensa.
A Martín Redrado (49) el dato no le pasó desapercibido. Tanto que lo señaló como su gran virtud, cuando el affaire trascendió y ya no pudo negarse a hablar en charlas informales de ella: “Luciana es una chica seria y siempre respetó a todas las personas con las que tuvo una relación. ¿O alguna vez la escuchaste dar algún nombre?” se le oyó decir al economista recién divorciado de Ivana Pagés tras 15 años de pareja.
Lo que Redrado no debe haber sabido es que el silencio de Luciana tenía letra chica, como cualquier contrato. A los periodistas, al menos, les había avisado: “El día que presente a un hombre va a ser porque lo elegí para casarme”.
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