Han pasado muchos años desde que Sinéad O’Connor, siempre con su característica pelada, deslumbró al planeta con un cover de Prince, Nothing Compares 2 U. O’Connor, la irlandesa que conoció la fama embrazada y a los 20, ha recorrido un camino único, de sinceridad, de crear su estilo, sin pelos en la lengua, y llega por primera vez a Argentina el 12 de junio al Teatro Gran Rex presentando su disco I’m not Bossy, I’m the Boss.
—Toda tu vida fuiste definida como una feminista, pero siempre rechazás esa definición. ¿Por qué?
—Es que no creo ser una feminista. Y creo también que es algo que no puede tomarse a la ligera. No pienso mucho en esos términos, por eso rechazo que me definan. Odio los “ismos”. Aparte, no me interesa nada que excluya a los hombres. Sé que no es lo que hace el feminismo, pero aun así, no me interesa nada que cree expectativas respecto de lo que soy y cómo debería ser.
—Otra cosa que ha caracterizado tu carrera es la claridad de tus ideas a la hora de la política. Incluso alguna vez rompiste una foto del Papa en TV. Y es algo que has hasta trasladado a tus canciones. ¿Cómo lo vivís hoy?
—Bueno, pero no es el caso de este álbum. Quería hacer un álbum de canciones de amor, que asumiera el lugar de diferentes y posibles mujeres, obviamente todo pasado por el tamiz exagerado de una canción de amor adulta. Y resta decir que no me considero una artista política. Quizás una espiritual. De hecho, me choca bastante la política. Amo cantar canciones de amor simples, amo enojarme con determinadas cosas del mundo. Y si eso llega a mis canciones, es bastante lógico.
—¿Cómo viviste la fama en aquel instante donde comenzaste? ¿Te afectó mucho?
—No me acuerdo nada de aquellos días. De verdad. Era tan intenso todo, tan violento de alguna forma, o de varias, que creo que mi cerebro trató de diluirlo. Fue difícil lidiar con ello, eso creo recordarlo.
—¿Qué pensás de la forma en que determinados cruces mediáticos se expanden en la actualidad? ¿Eso incluye cómo se piensa la música hoy?
—Entiendo que hay muchas distracciones hoy, y a veces se olvida la música. Hay muchas cosas que a los medios les sirven y las usan hasta el cansancio. Determinados instantes, determinadas caricaturas que ellos mismos crearon.
—¿Qué pensás de la forma en que el sexo aparece hoy en la música? En tu disco está, incluso desde la primera canción, pero hablás de “hacer el amor como una mujer”.
—Es importante que haya sexo, no sólo en el planeta sino en la música. El problema es que los artistas que más buscan vender desde una imagen sexual suelen ser o chicos o su público son chicos. Es raro que alguien como Justin Bieber tenga una veta sexual que se busque vender como producto a los 15 o 16 años. Es una decisión que alguien tomó por él, y eso es lo que genera una tensión nueva, que quizá muestra algo demasiado horrible y medido.
—¿Cómo es tu relación actual con la Iglesia?
—No sé mucho del papa Francisco, lo puedo admitir. Pero no quiero decir nada fuera de lugar al respecto. La canción que decís es una referencia a la película My Fair Lady. Sigue siendo uno de los personajes que he creado en este disco sobre el amor en diferentes formas, y aquí se habla de alguien que le da la bienvenida a la idea de estar a salvo que implica, quizás, el matrimonio.
Ganas de ponerse romántica
—Hablás de diferentes mujeres en el disco, de diferentes historias y formas de vivir el amor, ¿por qué la necesidad de habitar esas mujeres en este momento de tu vida?
—Porque tenía ganas. Tenía ganas de ponerme romántica. Y hay que admitir: pocas cosas que no sean una canción de amor generan ventas hoy día. No me molesta pero es la pura verdad. Aunque, cuando decidí que el disco sería así, también me di cuenta de que me daba un margen para crear algo libre, que permitirá jugar con otra idea de mujer que la que una tiene de sí misma. Entonces, se empezó a generar algo que era divertido y que al mismo tiempo me nacía naturalmente: me perdía en canciones de tres minutos, jugando a ser otra. Fue una linda experiencia.
—En la portada del disco hay una imagen tuya distinta a la habitual, con pelo cortado de forma muy estilizada y vos ajustada en un traje de cuero: ¿era una tomada de pelo a ciertas formas de venta o lo tomaste en serio?
—Es publicidad. Y no me molesta. Pero me gusta ser honesta al respecto. Una imagen mía a la que la gente no está acostumbrada generó algo de ruido y eso ayuda a las ventas. Pero no, no implica ninguna de las dos opciones. Soy yo haciendo mi trabajo. Era quizá rozar la idea de cómo podía verme si me vestía de forma más estilizada. Y fue muy molesto. Me molestaba mucho esa ropa, ese tiempo gastado en ella. Era la forma más sencilla de que empezaran a hablar de lo que realmente hago y me importa: la música. O al menos de lo que me importa hablar en las entrevistas.