Otra vez Gustavo Santaolalla se involucra en un proyecto que lo lleva a recorrer la Argentina. Igual que en la década del 80, cuando en sociedad con León Gieco armó De Ushuaia a La Quiaca, una serie de cuatro discos grabados en los lugares de origen de los artistas folclóricos que participaron (entre otros nombres importantes estuvieron Leda Valladares, Sixto Palavecino y Cuchi Leguizamón), Santaolalla se lanzó ahora a recorrer el famoso Camino del Inca para Qhapaq Ñan. Desandando el camino, un programa documental dividido en cuatro capítulos que se acaba de estrenar en la TV Pública y el Canal Encuentro. El Camino del Inca es un imponente sendero vial de altura, único en el mundo. “Mucha gente cree que sólo es el tramo que une Machu Picchu con el lago Titicaca, pero en realidad nace en el Cuzco y llega hasta Colombia, hacia el norte, y hasta Chile y Argentina, hacia el sur. Recorre siete provincias argentinas y termina en Mendoza. Nosotros ponemos el foco en el tramo de esas provincias argentinas, vamos desde donde termina hasta su inicio en Perú, por eso hablamos de ‘desandar’ –explica el prestigioso músico radicado en Estados Unidos–. Estuvimos con mucha gente de los pueblos originarios de cada lugar. La idea es mostrarle al mundo de la manera más poética posible cómo es la parte argentina de este camino que ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco”. El estilo del trabajo evita cuidadosamente el pintoresquismo, asegura Santaolalla: “Soy el productor del programa, pero trabajé a la par con el director, Andrés Cuervo, para que quedara muy claro qué era lo que no queríamos hacer. No queríamos un magazine turístico ni un programa didáctico lleno de nombres que te olvidás no bien termina. La idea fue hacer algo más sensorial, envolvente, que generara un genuino interés por conocer esos lugares y esa gente. El corazón de los programas es el encuentro con los pueblos originarios, sean huarpes, diaguitas, collas o quilmes. Gente con una dimensión y una percepción del tiempo y del espacio muy distintas a la nuestra y también con una relación diferente con la naturaleza, con la Pachamama, que es nuestra casa aunque la tengamos bastante olvidada. Desafortunadamente, ya estamos pagando las consecuencias de ese olvido”. El programa, que incluye imágenes de Mendoza, San Juan, La Rioja, Catamarca, Tucumán, Salta y Jujuy, tiene obvios puntos de contacto con De Ushuaia a La Quiaca: “Son búsquedas que me interesan desde siempre –dice Santaolalla–. El tema de la identidad, la idea de profundizar en quiénes somos y de dónde venimos… De hecho, terminamos cruzando a Bolivia para contactarnos con los aymara, una cultura preincaica, y ahí conocí la Puerta del Sol. Nunca había estado ahí, pero hay dos imágenes del lugar en las portadas de dos discos de Arco Iris: la del pájaro de la Puerta del Sol en Sudamérica o el regreso a la aurora (1972) y la de Viracocha en Inti Raymi (1973).
Tengo una conexión de larga data con ese mundo precolombino”. “La situación de los pueblos originarios ha mejorado gracias a las políticas de este gobierno –agrega–, yo lo puedo decir porque recorrí buena parte de los 30 mil kilómetros del Camino del Inca. Hay muchas cosas positivas, aunque está claro que también queda mucho por hacer. Hay que tener en cuenta que somos un país muy joven. Mi madre está cumpliendo ahora 95 años y este país acaba de celebrar su bicentenario. Es un país con una historia muy corta. Por eso nos queda un montón por hacer. Pero se han conseguido cosas importantísimas que se van a valorar más con el paso del tiempo. Hay gente que no tiene la capacidad para verlo y hay otra con buena memoria. Yo no hablo desde afuera. Invierto desde hace años en la Argentina: produzco esta serie, tengo un proyecto de vinos y una editorial que saca muy buenos libros. Vengo muy seguido y sé lo que ha mejorado el país en los últimos años”.
Desde que se fue de la Argentina en 1978 hasta hoy, Santaolalla ha edificado una trayectoria sólida y muy reconocida: ganó dieciséis premios Grammy y dos Oscar, por las bandas sonoras de Secreto en la montaña (2006) y Babel (2007). Hoy está lleno de trabajo: sigue siendo parte del grupo de tango electrónico Bajofondo, trabaja en un musical basado en El laberinto del fauno, elogiado film del mexicano Guillermo del Toro, y terminó la música de un videojuego. “Igual me gusta trabajar en los bordes –remarca–. Cuando me preguntan por la industria de Hollywood, no sé muy bien qué decir porque estoy al margen. Gané dos Oscar con películas alternativas. No tengo nada en contra de la maquinaria hollywoodense, pero nunca entré, a pesar de que tengo ofertas. Ultimamente, apenas hice la música de El libro de la vida, película de animación latina producida por Del Toro, y la de Relatos salvajes. Elijo con cuidado porque tengo muchas cosas”.