La entrevista que sigue está llena de interrupciones. Mike Amigorena tiene la extraña capacidad de concentrarse en el diálogo sin descuidar su alimentación, sus compromisos de agenda ni los detalles de maquillaje. Llega con bermudas turquesa, musculosa negra y zapatillas estilo bowling. En su pelo hay vestigios del jopo de Martín Pells, su personaje de ficción. Un colega me había dicho que Amigorena es una de esas personas con las que uno hablaría por horas. “Nosotros no tenemos tanto tiempo”, le digo. “No, pero hagamos de cuenta”, propone él, mientras le hinca los dientes a ese par de panes con relleno palermitano –rúcula y queso brie–. “En mi barrio, Almagro, todavía sale el crudo con queso”, dice, en el único alarde de “pibe de rioba” que hará a lo largo de la charla.
En un tono que no llega a ser de queja dice que graba todos los días, todo el día, todo el tiempo... que a veces ni los feriados tiene libres. “Un sacerdocio. Soy feliz en el durante, y con el resultado de la tira, pero lo malo es que no tengo tiempo para mí, que es lo que más me gusta”.
Noticias: Introdujo en la televisión elementos poco habituales, como los silencios, los usos de la voz y la gestualidad corporal, ¿de dónde salen?
Mike Amigorena: Estuve con ellos siempre, solamente que ahora tengo la madurez para mostrarlos. Siento que todo lo que me imagino como actor lo puedo hacer.
La entrevista completa puede leerse en el sitio de la revista Noticias.
