Después de terminar su segunda película en “su” Rosario, ¿De quién es el portaligas?, donde lanzó como protagonista a su pareja y madre de su hija Margarita, Romina Ricci, su amiga Julieta Cardinali, Darío Grandinetti y Lito Cruz. Entonces, ahí sí, Fito Páez volvió al ruedo con nuevo disco, El mundo cabe en una canción, ya alejado de la producción independiente como fue su anterior Naturaleza sangre, sino producido por la multinacional Sony BMG. Con una estrategia de lanzamiento que incluye visitas a cada emisora que difunda el CD, éste fue grabado entre junio y agosto de este año, y las trece canciones de su último trabajo surgieron, según sus propias palabras, en el verano de 2005, cuando el cantante se refugió en las afueras de Córdoba con sus dos amigos Coki Debernardi y Vandera, también músicos que ya habían colaborado artísticamente en Circo Beat.
Con 43 años y unas tímidas canas visibles que se asoman entre sus eternos rulos, Páez muestra divertido su remera naranja cuya extraña cara de mono es el Sargent Maravilla, personaje de una de sus canciones. “Fue nuestro gurú en las grabaciones, los demos también. Es un ser que despierta alegría, invita a la fiesta y a la alegría”, dice extendiendo la tela para mostrar mejor la ilustración.
—¿Qué se hizo primero? Se grabó el disco y después vino el título, o fue al revés?
—En general, trato de no plantearme el problema del título. Creo que las cosas podrían no tener título. Pero me gusta titular; me parece que ahí hay una firma, una manera de contar algo, inventar un punto de vista. En definitiva, lo que importa es lo que está ahí dentro y que eso transmita algo.
—¿Tiene fórmulas el proceso de una canción?
— No soy un estratega. Es un proceso donde no tenés horarios. Hay momentos en que no sale nada y hay momentos en que estás atolondrado por todo lo que tenés en la cabeza. Estás un poco como en relación de dependencia y casi podría decirse adictiva con las palabras, con la música. Esa forma de expresarnos al mundo es realmente un vínculo, es casi como una novia cara. Te pide mucho, pero también te da mucho.
—¿Cómo fueron las grabaciones?
—Fue una grabación dificultosa. Por los tiempos, por la forma y la cantidad de cosas que yo estaba haciendo en ese momento. La película, criando hijos, yendo y viniendo. No importa. El tema es filmar la película, el tema es grabar el disco y eso está intacto.
—¿El orden de los temas lo pensás mientras componés?
—En eso yo soy muy neurótico. Trato de encontrar realmente el secreto, la llave de lo que estoy haciendo. Hay que buscar dentro del material qué es lo que te está tratando de decir. Muchas veces se esconden cosas que no sabés qué estaban haciendo allí y la tarea es intentar resolverlas para después transmitirlas y que funcione.
—¿En este disco también está presente lo autobiográfico?
—Hay algunos que se lo toman como si fuera algo malo. A quien piensa eso, me parece de un narcisimo extraordinario porque estaría negando la real posibilidad de que estás contando algo que te sucede a vos y que en definitiva sos el único testigo de eso. Es muy fuerte hacer una mirada de uno mismo y ponerse en tela de juicio. No sé por qué no ven una virtud en esto.
Todos son iguales
El disco El mundo cabe en una canción fue compuesto y producido íntegramente por Fito Páez. Además del músico, Guillermo Vadalá, Pete Thomas, Vandera, Gabriel Carámbula, Coki Debernardi, Gonzalo Aloras se sumaron al nuevo proyecto.
—¿Por qué eligieron “Eso que llevás ahí” como primer corte?
—En realidad, no tengo mucho olfato para elegir. Para mí las canciones son todas iguales. No puedo decirte “ésta es la que va a gustar más”. Me cuesta mucho. Yo pienso en un álbum, siempre.
—¿Por qué “El mundo cabe en una canción”?
—Es un tema político porque es mi punto de vista. Es “Frankie, no te preocupes, el mundo cabe en una canción”. Para mí es hablar de la máquina de hacer pájaros, de lo invisible y lo que yo considero es la última gran modernidad surgida en Argentina, dentro de la música popular. Son momentos únicos. La música argentina es un tesoro mundial. Contar el imaginario con el que fui criado y decir “yo vengo de acá muchachos”.