ESPECTACULOS
Marcelo Pieyro

Nuestro hombre en España

Mientras finaliza la posproducción de Ismael en la Madre Patria, el director asegura que el cine no podría existir sin subsidios estatales, pero que habría que discutir seriamente las políticas con que se implementan.

Feliz. El director trabaja en España pero desea filmar acá.
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Marcelo Piñeyro es, fácilmente, uno de los directores que más han entendido esa entelequia llamada el “público argentino”. Películas como Tango feroz, Caballos salvajes y El método hablan de otro momento, de otras intenciones del llamado “cine industrial”. Y después de Las viudas de los jueves (2009) Piñeyro ha dejado, si quiere verse así, un hueco. Algo que está en planes de modificar: desde hace varios meses prepara Ismael, su primer largo después de aquella adaptación literaria. Con fecha de estreno el 25 de diciembre en España (y ya comprada para su estreno en Argentina), Ismael narra una vuelta a las raíces que hace epicentro en el protagónico de un niño de 10 años que busca a su padre, en un film dueño de un elencazo (Belén Rueda, Sergi López, Juan Diego Botto). El director, de pasada por Buenos Aires debido a una distinción que le dio la DAC, habló en plena posproducción de Ismael con PERFIL: “Los personajes del film viven refugiados, tienen una vida normal pero están escondidos. Ismael es el único que no vive refugiado y es quien los saca de su refugio. Tenía una necesidad enorme de centrarme en el afecto, de recuperar la ternura, que es algo que siempre me dio un poco de pudor.”

—¿Cómo es filmar en España, considerando el momento económico de crisis que se está viviendo allí?
—No es la primera vez que filmo en España, ya que yo ya había hecho El método aquí. Pero es cierto que es un momento distinto: posiblemente hoy vivir en España es más difícil que hace algunos años. Pero mirá, yo recuerdo, si hacés memoria, que en pleno 2002, en plena crisis nuestra bien fuerte, logré filmar Kamchatka, y aquello me demostró algo que puede sonar extraño, o hasta agresivo, pero que no quiere ser eso: a veces hacer cine te pone en una burbuja protectora y no te enterás mucho de lo que tenés alrededor. Por ende, es imposible que finja ser sociólogo y cree una teoría de qué sucede allá.
—¿El cine te protege?
—Y sí. Pensá que fue un rodaje en medio de la Costa Brava de España, en un pueblito que tenía cuatro casitas, en pleno invierno, prácticamente cerrado para nosotros: no permitió que pudiéramos entrar mucho en contacto con ninguna realidad.
—Hace poco Jorge Lanata, generando la reacción de mucha gente de la comunidad artística, criticó determinados subsidios que dio el Incaa poniendo, entre otras ideas, en relieve que algunas películas llevaban poca gente. ¿Qué pensás sobre las políticas del Incaa?
—Del caso puntual de Lanata no puedo hablar, porque yo no estaba acá y prefiero no opinar. En todos los países del mundo –en Argentina son los subsidios, como en casi todos lados, pero en Estados Unidos también, salvo que ahí se nota por ciertas exenciones impositivas–, sin decisiones del Estado el cine no existe, eso es un hecho; eso implica que si el Estado decide que el cine va a existir, será así. Que Argentina realice la elección de tener su propia cinematografía me parece absolutamente plausible. Y que a pesar de los diferentes signos y los diferentes gobiernos, considerando que más de una vez políticas neoliberales lo han querido hacer desaparecer y se ha mantenido en pie, pienso que es importante que se insista con la Ley del Cine y con el Instituto. Ahora, ponerse a discutir la política que se está aplicando puntualmente hoy es una discusión larguísima y no da para el marco de esta nota ni tampoco el de un programa de televisión.

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