Son las once y media de la mañana en Teleinde, donde grabará durante muchas horas el éxito de Telefe, Montecristo. Llega vestido con jeans y remera blanca, algunos minutos más tarde. Se disculpa y comienza la charla. No desilusiona, Pablo Echarri es tan cálido, campechano y seductor como se dice.
“Tuve que ir a buscar a Morena al jardín porque estaba con fiebre”, explica el protagonista de la novela que se atrevió a meterse en temas tan duros y, en cierta forma, modificó el contenido clásico de las tiras. Logró con esa fórmula liderar el rating y ganarle muchas noches a Marcelo Tinelli y su “Bailando por un sueño”. Sin embargo, el caprichoso gusto del público hizo que los últimos días la audiencia no lo diera líder. “No es un tema que me interese –afirma–. Pero quiero rescatar a Marcelo Tinelli como un pope de la tevé. Creo que todos lo subestimaron mucho y pensaron que estaba muerto. Ese fue el error”, asegurará.
Toma de un sorbo un vaso de agua y, al fin, se relaja. “Grabar tiras es agotador. Todos los días un capítulo, todos los días llegar a casa después de las nueve de la noche”, se queja.
—¿Lleva bien esa rutina?
—Bien... estresado. Nadie lo puede llevar bien. La exigencia es mucha: horario prime time, rating, competencia. Trabajar en Montecristo no es para nada permisivo. Claro que los réditos no son pocos para tanto esfuerzo. O acaso, ¿qué actor no sueña con protagonizar la telenovela de la que habla medio país? ¿A quién no le gustaría ser el héroe de un clásico de Alejandro Dumas que ya lleva casi dos siglos de vigencia? Lo impactante de la novela es que reúne sentimientos muy fuertes, encierra la mayor cantidad de conflictos humanos que puedan existir. Es la única historia con esas características que conozco. A Montecristo, la adaptación, la tomo como única en mi carrera y en mi vida. Y nunca intentaré repetirla. Aunque creo que nadie podrá hacerlo”, sostiene Echarri.
—¿Pensó que “Montecristo” se iba a convertir en un fenómeno social, aun cuando toca temas tan dolorosos?
—No, me sorprendió mucho. Creo que el hecho de utilizar por primera vez las consecuencias de la dictadura como marco para contar una historia fue un gran acierto. Sobre todo porque, dentro del medio televisivo, hablar de los años de dictadura y de sus personajes siempre fue considerado un “espantatelevidentes”. Fue un hallazgo y mucha gente se sintió movilizada con el tema, para bien o para mal.
—La desaparición de Julio López revivió ese pasado latente. ¿“Montecristo” va a reflejar esa realidad o va a tener un final feliz con una justicia...?
—La intención es no perder de vista la ficción. Sin embargo, los puntos de contacto con la realidad a veces son inevitables. Por ejemplo, la desaparición de Laura y Matías en la ficción tiene un paralelismo con López: cuando la Justicia parece estar resolviendo los problemas, el terror entra en escena nuevamente. De todas formas, considero que el género de telenovela necesita de finales felices, ya que un final trágico puede ser una traición para el espectador que nos siguió durante tanto tiempo.
Parece querer quitarse de encima el peso de la responsabilidad: “Es una ficción –repite una y otra vez–. Me sorprende que Montecristo se haya transformado en un punto de análisis, que muchos lo hayan adoptado como una bandera. ¿Cómo una novela puede ser capaz de echarle luz a una realidad extremadamente trágica?”. Y continúa: “La historia tomó un vuelo tan alto que hasta la gente reflexiona sobre la venganza a partir de ella”.
—¿Justifica el sentimiento vengativo de Santiago?
—No lo justifico, pero lo comprendo. Porque el sentimiento de venganza es primario. Yo cuando era chico ajustaba cuentas con un amigo por un juguete. Todos lo tenemos. Reivindico la venganza como punto dramático necesario y vital para sostener la novela. Ahora, si me preguntás a mí si me vengaría, te digo que sí, con unos cuantos (risas).
—¿En qué se inspira a la hora de actuar?
—En cosas vividas, en Villa Domínico, el barrio en el que nací...
—¿Y en el hecho de ser padre?
—Sin dudas, eso fue importantísimo para este personaje. Si yo no hubiese tenido un hijo, nunca podría haber entendido lo que una pérdida significa. Porque yo me puedo poner en el lugar de perder a un familiar, pero el hecho de perder un hijo es insoportable. Creo que éste es un personaje que no podría haber contado hace dos años atrás. Ahora crecí, soy más adulto.
—¿Trabajaría con su esposa, Nancy Duplaá?
—Es un tema que está latente porque creo que lo haríamos. Pero tendría que ser un proyecto que no atente contra nuestra realidad personal. Para nosotros, es más importante tener una linda familia y no una buena película.
—¿Soportaría, así como hace Joaquín Furriel con Paola Krum, ver a Nancy grabando escenas de sexo con otro actor delante suyo?
—No es nada feliz, pero siempre fue así. A Nancy la conocí haciendo una novela en la que no estaba con un hombre ¡sino con muchos!
Diario Perfil.