El recorrido de sir Kenneth Branagh ha sido, antes que nada, elegantemente escurridizo: el director que fue saludado por la Corona gracias a sus aportes a las ciencias dramáticas (pocos han recorrido Shakespeare en tantas artes como el nacido en Belfast: teatro, cine, TV), que alguna vez fue el celebrado detective Wallander y que el 18 de marzo estrena la adaptación a la acción en vivo de Disney de La Cenicienta. ¿Quién imaginaría que llevaría su cinturón negro en Shakespeare al chillón mundo de los superhéroes en Thor y, pese a eso, saldría airoso? ¿O que en su currículum se sumarían tanto Hamlet como Tom Cruise y Tom Clancy? Branagh ha sabido meter sus pies en el mainstream sin que eso lo hundiera: al contrario, mejorando ambos polos, que uno podría creer opuestos y hasta antagónicos. A continuación, la entrevista que concedió a los estudios Disney, cedida para Perfil.
—Tu carrera es cada vez más salvaje y aun así no pierde la elegancia, ni tu nombre pierde su peso en las artes. ¿Qué te atrajo de un proyecto como “La Cenicienta”, la recreación del clásico cuento, por parte de Disney y con actores?
—Cuando Disney se acercó por primera vez con la propuesta, releí el cuento de hadas y recordé lo maravillosamente poderosa que es esta historia. Es una pieza clásica de la narrativa, en la que el personaje central atraviesa una experiencia con la que todos nos podemos sentir identificados. De modo que, como director, era extraordinario poder jugar con la textura y el paisaje de ese gran relato. El guión de Chris Weitz me pareció dueño de una sensibilidad especial por la delicadeza que se encuentra en él, y lo que me pareció más interesante fue que le dio un espíritu diferente a Cenicienta, con un giro contemporáneo, haciendo su bondad mucho más fuerte, cálida e ingeniosa.
—En esa relectura, y después de filmar la película, ¿sobre qué crees que trata un relato tantas veces visto?
—El film en parte aborda el tema de la pérdida de los padres, lo cual es algo fundamental. Un tema difícil y sensible para tratar dentro de una película como ésta, pero era una oportunidad para hacerlo con compasión, con cierta complejidad que las películas necesitan hoy y con brillantes interpretaciones llenas de matices, de manera que ese elemento humano también fue algo que me atrajo. Quería darle humanidad al cuento de hadas.
—¿Por qué buscar la humanidad en los cuentos de hadas?
—Estaba emocionado de poder volver a contar una historia clásica de forma que fuera atractiva y tuviera un sentido para el público actual, y de tener el apoyo de Disney y algunos de los talentos más creativos del mundo del cine. Desde otro punto de vista, me gustó el desafío de trabajar con estos maravillosos actores para brindar el mayor nivel de detalle y gracia –y humanidad– posible a estos personajes de cuento de hadas.
—¿Qué es lo que hace que un cuento como “La Cenicienta” sea hoy atractivo todavía?
—De las veces que la gente me ha preguntado en qué estoy trabajando, y eso que he podido hacer varios relatos universales, rara vez encontré tanta emoción genuina por parte del público como cuando les decía que estaba haciendo esta película. No estoy hablando sólo de niñas pequeñas o incluso de chicas más grandes, sino también de los varones, de los adultos, de todos. Es una historia que posee una magia; hay una suerte de consecución del deseo, una creencia y una esperanza de que en una historia como La Cenicienta uno puede animarse a creer que la vida puede ser algo bueno.
—¿Por qué crees que sucede?
—La Cenicienta se basa en ver la vida como podría ser, y darnos cuenta de que podemos disfrutarla tanto en las cosas más sencillas como en las complicadas.
—¿Cómo explicás las variantes en tu carrera, del teatro de Shakespeare a “Thor”?
—Siempre uno trabaja de la misma forma; entonces, el compromiso es lo que importa. Trabajar con formas actuales de cine más grande no es un problema: es una forma de entender el cine. Mi trabajo es tomar cosas que podrían no tener coherencia y darles vida, hacerlas lúdicas.
—¿Qué le recomendarías a alguien que quiere empezar con Shakespeare?
—Bueno, es complicado. Sus trabajos nunca fueron para ser leídos, sino vistos en movimiento. Otelo, por ejemplo, se me ocurre. Pero la versión de Baz Lurhman de Romeo & Julieta tiene la violencia, sexo, la energía que creo quería tener la obra original, sin dejar de ser un punto de vista nuevo. Quizás esas dos serían mis recomendaciones.
Secundarios de peso
—¿Qué trae Cate Blanchett al papel de la madrastra en tu versión?
—Con una actriz tan extraordinaria como Cate Blanchett, el personaje de la madrastra cobra dimensión y ofrece un retrato humano complejo y minucioso. La entrada de su personaje en la película, cuando se da vuelta por primera vez y se nos ofrece su primer plano, evoca imágenes de maravillosas estrellas del cine del pasado, como Marlene Dietrich y Joan Crawford. Se mueve con tanto aplomo, es tan hermosa y hay tantas cosas sucediendo detrás de su mirada... La madrastra de Cate es aterradora, apasionada e inteligente. Y es peligrosa.
—¿Y qué aporta Lily James, la actriz de Downton Abbey, al papel de Cenicienta?
—Era extremadamente difícil hallar a alguien que pudiera ser ingeniosa e inteligente, aguda sin ser cruel, con una chispa en los ojos y que tuviera una belleza física acompañada de belleza interior, pero la Cenicienta de Lily James engloba todas esas cualidades. Uno debe respaldar a la Cenicienta, te tiene que gustar, tienes que estar de su lado, de manera que era importante que tuviera un encanto innato. Lily trajo todo eso la primera vez que se presentó para la audición del papel. Es hermosa, pero su calidez permite que sea una belleza accesible, y de algún modo, por más despampanante que sea, sentimos que podría ser nuestra amiga. Y necesitábamos una actriz muy libre y muy en contacto con la juventud y la gracia de su propia personalidad.
—¿Qué fue lo más extraño de dirigir una historia que todos los seres humanos conocen?
—Con La Cenicienta supones que la gran mayoría de tus espectadores, tengan la edad que tengan, ya conocen la historia. De manera que mi aporte como director, la forma en que uno encarna los clásicos momentos emblemáticos de la historia, para mí fue un desafío realmente maravilloso. En el siglo XXI significa que tienes en tus manos la presentación de un mito que ha perdurado a lo largo de los años porque se conecta con los seres humanos en un nivel más profundo.