Bergoglio ha salvado a muchos, más de cuantos él mismo puede recordar”, me confió un viejo amigo suyo pocas horas después de que se transformara en el papa Francisco.
Se había acabado el tiempo del olvido. Ahora sólo quedaba investigar. Viajar a Buenos Aires y luego desde allí recorrer el hilo de los relatos hasta Uruguay y Paraguay, atravesando los caminos que llevaban a la salvación. Y después seguir buscando, desenterrando historias de vida arrancadas a la oscuridad: el sindicalista comunista, los ex catequistas, el docente universitario, el magistrado, el periodista ateo, los esposos perseguidos porque prefirieron la cotidianeidad entre los pobres a una vida cómoda, el exponente político o el teólogo marxista.
Algunos viven aún en la Argentina, muchos no dejaron nunca de sentirse en el exilio. Y sin embargo, ninguno ha querido dar una pista. (...) Ni el padre Juan Carlos Scanonne, considerado el máximo teólogo argentino vivo, que me contó su historia revelando cómo escapó a la persecusión. “Lo lamento, ahora te toca a vos descubrir el resto de la historia”. (...)
Durante mucho tiempo lo han acusado de haberse inclinado por la otra parte, cobarde y cómplice. Pero por él testifican las voces de la “lista”, esas que desde estas páginas hablan a través de los encuentros personales, las entrevistas, los documentos y las declaraciones ante comisiones de investigación. (...)
Algunos lo llaman “gesta”. Otros, más evangélicamente, “buenas obras”. Es un hecho que habría razones para hablar de un Bergoglio desconocido, del coraje de aquellas noches que desafiaban los operativos militares. De jornadas vividas entre breviarios y puestos de bloqueo, buscando la forma de evitar los controles, despistar a la policía, engañar a los generales. Para llevar sanos y salvos más allá de las fronteras a jóvenes destinados a los mataderos clandestinos.
De todos modos, un interrogante permanecerá sin una respuesta contundente. ¿Cuántos fueron? El padre Miguel La Civita, uno de los de la “lista”, afirma haber visto a Bergoglio “ayudar a muchas personas a dejar el país”. No sólo sacerdotes o seminaristas. “En el Colegio Máximo se presentaban varios personajes, solos o en pequeños grupos, que estaban algunos días y después desaparecían. Decía: ‘vienen por un retiro espiritual’. Y los ejercicios duraban una semana. Comprendí que se trataba de laicos que el padre Jorge ayudaba a escapar. ¿Cómo? De cualquier manera, y siempre asumiendo muchos riesgos”.
Todos los beneficiarios de la protección de Bergoglio dicen haber asistido personalmente a la salvación de al menos otras veinte personas. Los testimonios a veces se refieren a un mismo período; otros, en cambio, son muy distantes entre sí. Para arriesgar una estimación prudente, se diría que el padre Jorge le salvó la vida a más de un centenar de personas. Otras decenas, como veremos, fueron salvadas “preventivamente”, es decir advertidos por el futuro Papa antes de que pudieran ser secuestradas. Y a éstos se agregan los que escaparon a la persecución del régimen porque, gracias a las maniobras del padre Jorge, “evitando nuevos arrestos evitó, como cuentan en este libro algunos de los protagonistas, que durante los interrogatorios realizados bajo la tortura pudieran surgir otros nombres, que de otro modo hoy engrosarían la lista de desaparecidos”.
Confío vivamente en que no resulte ofensivo para el interesado, pero la “lista” de Bergogio parece realmente más larga “de cuanto él mismo pueda recordar”. (...)
Pocas horas después de la elección al trono de Pedro, aquella húmeda noche del 13 de marzo de 2013, las páginas de internet de medio mundo hervían de acusaciones, sospechas y conjeturas sobre el papel jugado por Jorge Mario Bergoglio en la época de la dictadura en la Argentina. (...) Comencé a indagar esa misma noche. No necesité mucho tiempo para descubrir que las imágenes que lo mostraban con el dictador Videla eran falsas y que los documentos que lo hubieran llevado a juicio olían a podrido.
En cambio, encontré documentos y testimonios que excluyen cualquier colusión con el régimen; más aún, que evidencian con claridad su ayuda a los perseguidos por la dictadura. Lo reafirmaron voces por encima de toda sospecha: desde el premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, al presidente del tribunal que indagó los crímenes de la dictadura, Germán Castelli, pasando por organizaciones notoriamente rigurosas y ajenas a las simpatías “católicas”, como Amnistía Internacional. Mientras la investigación periodística avanzaba surgían, de tanto en tanto, voces de quienes en aquellos terribles años hallaron la protección, decisiva y salvadora, del futuro Pontífice. (...)
Espero que este libro logre que gracias a los testimonios de la “lista” sepamos con certeza de qué parte se alineó Bergoglio en aquella dramática temporada de sufrimiento de su pueblo. Y mientras trabajaba en este libro, otras historias, otros testimonios se conocieron: ex estudiantes, seminaristas, catequistas, que escaparon a la represión militar. Todos agradecidos a un hombre llamado Francisco, en el que hallaron un apoyo hasta pocos meses antes de su elección como Pontífice romano. En suma, la “lista de Bergoglio” aún no está cerrada.
*Fragmento del libro La lista de Bergoglio.