Cuando su padre reconoció que tenía una relación con su hermana Soon-Yi, la misma niña surcoreana a la que sus progenitores habían adoptado en 1980, su madre selló un cerco legal y detruyó cualquier vestigio de lazo afectivo entre él y el director de cine.
Fue ella la única que recalcó en algunos reportajes y antes de que se dispute la tenencia del menor en la Justicia ,que era un peligro que padre e hijo tuviera algún tipo de relación. Luego, de adolescente fue él quien eligió llevar sólo el apellido materno.
A pesar de esa realidad, que incluso podría ser tanto un guión cinematográfico del propio Woody Allen como de Pedro Almódovar, Ronan Farrow logró no sólo hacer una vida normal, sino que además se convirtió en un estudiante prodigio.
El hijo de Allen y Mia Farrow egresó del secundario a los 15 años e inmediatamente ingresó a la Universidad de Yale, donde se recibió de abogado a los 21. Desde ese momento, su carrera fue en ascenso hasta el punto de convertirse en asesor juvenil –o junior– de la Casa Blanca.
Rubio y reservado, como la madre, e inteligente y con humor como el padre, cuando tenía 5 años Ronan debió pasar no sólo la separación de sus padres -que fue vox pópuli-, sino además la humillación de su madre y sostén cuando Allen y Soon-Yi asumieron su amor en 1992, aunque hacía ya un año que habían comenzado una relación muy diferente de la que normalmente mantienen padre e hija.
“El es mi papá que está casado con mi hermana. Eso me convierte en su hijo y su cuñado. Eso es una enorme transgresión moral. No puedo ni verlo; no puedo tener una relación con mi padre y ser moralmente consistente... Viví con todos estos chicos adoptados, así que ellos son mi familia. Decir que Soon-Yi no era mi hermana es un insulto a todos los chicos adoptados”, expresó Ronan hace unos años, con una sorprendente claridad para su tan corta edad.
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