Luego del éxito cinematográfico, los creadores de Holiday on Ice decidieron realizar una versión teatral que se titula La edad de hielo. Una aventura gigantesca, estrenada en Londres en 2012. En América Latina estuvieron en Guatemala, Costa Rica, Ecuador y llegarán a Buenos Aires desde Montevideo, donde conquistaron más de cuarenta mil espectadores y a donde viajó PERFIL invitado por los organizadores. El estreno en Argentina fue el jueves pasado con funciones que se extenderán hasta el domingo 5 de abril, en el predio de La Rural.
Uno de los grandes conocedores de Holiday on Ice en Latinoamérica es Aldo San Martín –amigo de Tito Lectoure–, quien siente un profundo orgullo de este show y cuenta algunos detalles, aunque otros son los secretos muy bien guardados de esta compañía. Por ejemplo, nadie debe saber quién es el artista que está dentro de cada personaje. Es imposible conocer los nombres de los que dan cuerpo a Scrat, Manny, Diego, Sid, Ellie, Peaches, Buck, Eddie o Crash. Por contrato ni los patinadores, ni los acróbatas, ni los titiriteros deben revelar qué ropaje enfundan una vez iniciada la función
“Todas las propuestas de Holiday on Ice han tenido éxito y según los estudios –subraya San Martín– se debe a que las personas llevan a sus niños a lo que ellos vieron de pequeños. Es una tradición, asociada a la infancia. Lo ideal son tres días para montar los espectáculos, que incluye el armado del hielo, con su congelamiento, hasta la puesta de luces. Cada pista cambia, cuanto más larga aumenta la velocidad de patinaje de los protagonistas”, asegura.
Una de las mejores patinadoras es la inglesa Carla Wood. Ella se inició en este arte a los cinco años y ya lleva once en la compañía. “Lo más difícil de esta vida itinerante –aclara– es vivir arrastrando una valija de veinte kilos, pero las ventajas son muchas: conocer países, ciudades, tener nuevos amigos y crecer. Tengo treinta y dos años y me gustaría dentro de un tiempo armar una familia, por lo cual dejaré esta carrera para tener mi hogar.”
“La historia es original, no se repite el argumento de ninguna de las películas –anticipa Irina Grygor, gerenta de operaciones del espectáculo–, aunque hay algunos fragmentos que pueden ser reconocibles del cine. Aquí además de los personajes más célebres hay otros especialmente creados para el show como los pájaros Sombra, Caos, Duke y Thorn. También se verán osos polares y zorros”. Ella es quien explica que las voces son las mismas que ya se conocen de la pantalla. “El doblaje se hizo en el estudio original, en la ciudad de México, con los actores originales de las películas.”
Toda la música fue creada en equipo por Elle Louise Allaire y Martin Lord Ferguson. Es Allaire quien dice: “Cada protagonista puede ser identificado por instrumentos. Así, Sid es un clarinete y sus movimientos se hacen por el banjo. Manny se asocia con los cuernos y grandes percusiones. Peaches es una mandolina con campanadas. Scratte, un acordeón y Scrat arma sus propios sonidos vocales. No repetimos composiciones de ninguna de las cinco películas, todo es original y creado especialmente para este show, aunque mantuvimos ciertas influencias como las canciones pop y una gran orquestación. Los temas se grabaron en el estudio de Abbey Road en Londres, con los mejores músicos del mundo”.
Las historias de vida se suceden en esta compañía. Fernando Martínez llegó a Holiday on Ice en 1977 como patinador, después de más de veinte años decidió dejar ese trabajo para pasar a ser el responsable de vestuario. “Todos los que encaran protagónicos están enfundados en trajes térmicos aislantes –explica– ya que sus ropas dan mucho calor. Es lavada todos los días después de cada función, por eso tenemos lavarropas y secarropas industriales para poder hacerlo.”. Detrás del escenario están él y un equipo con agujas e hilos, dispuestos a resolver problemas.
La variedad de diseños es uno de los lenguajes más fuertes del espectáculo. Desde las pieles sintéticas que cubren los inmensos cuerpos de la pareja de mamuts, hasta las ficticias alas de estos malévolos pájaros. No pueden olvidarse las telas suaves que enfundan los cuerpos y que permiten creer que hay zorros traviesos en la pista. Otro de los grandes detalles es que sólo se ven las piernas de algunos titiriteros, pero es imposible descubrir rostros. Las enormes máscaras de animales tienen en sus bocas un tul negro que no permite ver caras, por allí ellos miran, pero evitan ser descubiertos.
Conviven veinticuatro nacionalidades que se comunican a través de un único idioma: el inglés. “Aquí estamos juntos pero no revueltos, hoy no hay muchas familias, sí parejas que se arman y desarman, pero todos trabajamos con gusto, porque amamos lo que hacemos”, finaliza Martínez con un acento venezolano, que jamás perdió.
*Desde Montevideo.