Desde el 20 de mayo, los miércoles a las 23.15 Telefe proyecta Los internacionales; Flow lo ofrece, a demanda, para dispositivos electrónicos. La protagonista, Cecilia Roth, presenta esta serie de ocho capítulos, que se terminó de filmar en diciembre pasado y es una de las pocas nacionales y recientes que se ven en las pantallas argentinas: “Tengo la sensación de que fue el último de los trabajos que hice y no sé cuándo volveremos a actuar de esta manera”, suspira la actriz.
El argumento gira en torno a una banda de colombianos que roban sin usar armas ni violencia física, en diferentes países del mundo. Y, puntualmente, se trasladan a Buenos Aires. La coproducción de Viacom International Studios (VIS), The Mediapro Studio, Telecom y Olympusat organizó un elenco de argentinos –junto a Roth, están Rafael Ferro, Boy Olmi, Carlos Santamaría, Gustavo Garzón e invitados como Juan Minujín, Nancy Dupláa y Soledad Silveyra– y un grupo de colombianos, liderados por Juan Pablo Shuk –Narcos, Escobar, entre otros–.
Martín Hodara, Pablo Vázquez y Pablo Ambrosini dirigieron este policial de acción; Martín Méndez, Bruno Luciani y Luciana Porchietto escribieron el guion, basado en La conexión Bogotá, crónicas del argentino Nahuel Gallota, quien retrató la historia real de ladrones colombianos de los ahorros que muchos argentinos guardaron en sus casas, post Corralito de 2001.
—¿Qué expectativas tenés con este estreno?
—Las de siempre: que sea como lo soñé y que a la gente le guste. Pero a la vez, como en la Argentina se trabaja al día, no había muchas cosas preparadas, y creo que no hay otras ficciones para televisión abierta. En este momento, no se está pasando mucha ficción nacional, ni actual ni antigua, en televisión abierta. Eso daría un aire enorme a la falta de trabajo y a la necesidad de dinero, para muchos actores y actrices.
—¿Cómo es tu personaje?
—Marta Costas es una fiscal de la Nación, muy ambiciosa. Su proyecto de vida es formar parte de la Corte Suprema. Hace su trabajo al borde de la ley. Su marido es el personaje de Boy Olmi, y además tiene una relación rara, perversa, con el personaje de Rafa Ferro. No es una relación de amor, sino que la libido se muestra a través del sexo, pero no del corazón. Ella es muy fría y calculadora.
—Parece al revés de lo que se sabe sobre tu vida personal…
—Con los años, te volvés más racional y tenés más capacidad de pensamiento, pero me he dejado llevar siempre por los sentimientos… es verdad.
—Incluso recientemente María Fernanda Callejón dijo que ustedes habían tenido una relación amorosa…
—¡Me estoy enterando en este momento! ¡¿Entre ella y yo?! No tengo ningún pudor en decir algo si es verdad, pero eso es totalmente falso… Trabajé con María Fernanda en Sofacama, tuvimos un tiempo de mucha cercanía de amistad, pero jamás tuve una historia amorosa con ella. No me hubiera molestado mostrarla… lo cual, además, ya es vintage [se sonríe], pero no es cierto.
—Lo cierto es que tenés mucho recorrido en la actuación. ¿Qué es actuar para vos? ¿Qué te ha aportado tu profesión a la vida cotidiana?
—Actuar es jugar. Cuando era chica y estaba jugando a algo con mi hermano, le decía: “¿Lo convertimos en verdad?”. Entonces, actuaba, jugaba. Luego cada uno tiene su método de trabajo. La formación está; después hay que olvidársela y jugar: tener muy claro el hilo de la historia y qué representa el personaje en ella. Marta Costas es una mujer muy juzgable, pero yo no debo hacerlo, sino jugar a ser ella. Mucho de la actuación tiene que ver con la observación. Ahora no se puede, pero me he sentado mucho en los bares a mirar a la gente. Mi madre siempre me dice: “Por favor, Cecilia, sacale los ojos a esa persona, porque se va a incomodar”. Me gusta mucho observar a la gente, pensar qué le está pasando, qué relación tiene con la persona con la que está hablando… Soy observadora con todos los sentidos y no solo de las personas; también, de los lugares, los aromas. Es algo que se guarda en algún archivo y lo sacás para un personaje.
—Trabajando, en “Los internacionales”, con intérpretes colombianos, ¿reconociste diferentes estilos o escuelas de actuación?
—Creo que sí, y eso, a mi entender, lo enriquece. Hay diferentes maneras, no solo las escuelas, sino según el país, la manera física, las relaciones en el país del cual provenís. Actuamos desde lo que somos. A pesar de que componés un personaje, está hecho de la naturaleza, del ADN de cada uno de los actores. En el encuentro con los colombianos, se produce cierto extrañamiento entre los personajes, porque cada personaje proviene de otro lugar. Hay sorpresa y adaptación al otro, del que yo desconozco sus formas, maneras de actuar y hablar, incluso el vocabulario. A la vez, debe haber un amalgamamiento, porque estamos contando juntos una historia que se tiene que entender.
—La serie se centra en un grupo de colombianos que vienen a la Argentina a robar… ¿Podrías reflexionar sobre la asociación inmigración y delito, que las estadísticas desmienten por completo?
—La serie habla de un grupo de bandas colombianas que existen desde 1950 y que se dedican a robar fuera de su país. Es una organización particular. La asociación inmigración y delito está impuesta mediáticamente. La gente no está informada por estadísticas, sino por medios que pretenden que entiendas las cosas de la manera que los grupos hegemónicos quieren. Tiene que ver con racismo, xenofobia, según la cual los que vienen de afuera son malos y ladrones, y culpables de lo malo que sucede en el país. Es un pensamiento muy tremendo, que no comparto.
—“Un lugar en el mundo”, “Martín (Hache)”, “Cenizas del paraíso”… Sos recordada por famosos films… ¿qué otros de tu trayectoria, menos difundidos, mencionarías especialmente?
—Me gustó mucho hacer Matrimonio, con Darío Grandinetti que se vio muy poco. Ojalá se pueda ver en alguna plataforma o que algún canal amigo tenga la bondad de poner ficción argentina al aire para que los actores y las actrices tengamos algo que cobrar en estos días. Es una pareja que está junta desde hace mucho tiempo, con un amor muy profundo; está en crisis, separándose, planteándose la pregunta: ¿qué va a pasar cuando no estés?, ¿quién de los dos se va a morir primero? Y Otros días vendrán, española que hice con Antonio Resines, que aquí no se estrenó: ahí soy una mujer sola, divorciada, con una hija adolescente. Esta profesora de un colegio secundario, por las noches, además de beber, juega por las redes, con nombre falso, juegos sexuales con desconocidos. Es la imagen plena de la soledad absoluta.
Ideas sobre la vida en cuarentena
“En la cuarentena, estoy compartiendo la vida con mi hijo Martín y su novia, Emilia. Es un aprendizaje total. Estamos conociéndonos más; también estoy conociéndome más a mí. Le perdí el miedo al tiempo circular. Me da igual qué día y qué hora sean. Al principio, me exigí una rutina de acostarme y levantarme a una hora determinada. No puedo cumplirla y, además, ¿por qué, para qué, cumplirla? Trato de informarme y de inventar nuevas formas que me den cierto placer: estoy en un proyecto muy copado de actuación con Guillermo Cacace y Santiago Loza; estoy leyendo, escribiendo, haciendo fiaca, viendo películas y alguna serie también.
Todo ha cambiado. Hay que adaptarse a estos cambios y empezar a entender lo que estamos atravesando. Esto no salió de la nada. Hay varias cosas que pensar. Por un lado, la brutal distancia entre la riqueza y la pobreza: la falta de acceso a la salud para millones de personas. La pobreza, que es injusta y perversa, ha llegado a puntos inadmisibles. Por otro lado, el cambio climático: todo lo que hemos hecho para ir matando al planeta. El capitalismo salvaje es asesino del planeta y de mucha población que está fuera del sistema. Hay que tener una mirada global sobre esos dos temas; si no, vamos a ver millones de personas que terminan muertas, nos vamos a destruir, a autoextinguir. Llegó un momento muy grave para plantearse si el destino de la vida tiene valor o no. ¿Para qué es la cuarentena? Para cuidar la vida, que todos la concebimos como un valor lógico. No: a la vida, la nuestra y la de los otros, hay que cuidarla”.