"Che", del norteamericano Steven Soderbergh, saga de cuatro horas y media que rememora la figura de Ernesto "Che" Guevara en la Sierra Maestra y luego en Bolivia, fue recibida la noche del miércoles con respeto en el Festival de Cannes, donde compite por la Palma de Oro.
La película de Soderbergh, filmada en español, y no en inglés, se presenta en dos partes. La primera recoge con minuciosidad el proceso que arranca en 1956 con el viaje de Fidl Castro y 80 rebeldes a Cuba y culmina con la entrada de los "barbudos" en Santa Clara en 1959 y el triunfo de la Revolución contra el dictador Fulgencio Batista.
Soderbergh intercala esta parte del relato, de vocación claramente pedagógica, con secuencias en blanco y negro a modo de seudoimágenes de archivo, en realidad reconstituciones para la película.
Con una entrevista al Che realizada por una periodista norteamericana como hilo conductor, el relato da saltos en el tiempo para fijarse en distintos momentos importantes del proceso revolucionario y del protagonista, en particular l a intervención del ya ministro Guevara ante la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1964.
Este mosaico de la guerra de guerrilla vivida casi día a día se estructura como una sucesión de situaciones puntuales, por momentos confusa por la multitud de personajes, sin que los autores expresen un punto de vista que contribuya a dar perspectiva al conjunto.
Esta primera parte de "Che" no tiene el empuje que podía animar a gestas como Novecento de Bernardo Bertolucci o al cine de un Oliver Stone, pero está realizada con seriedad.
Soderbergh tampoco ha buscado acentuar a ultranza el carácter épico de esta parte de la vida de Ernesto Guevara ni ha caído en una idealización maniquea de un personaje que ya firmaba autógrafos cuando iba camino desde la Sierra Maestra a La Habana.
La segunda parte de "Che" arranca con la lectura por Fidel Castro de la carta de despedida del argentino antes de abandonar Cuba en 1965 con la intención de extender la revolución por el mundo, primero en el Congo y luego en Bolivia.
El tono es muy diferente, pasa a ser la crónica de una inacción, al estilo de los "western" clásicos de perdedores solitarios, secos, en medio de grandes paisajes, que filmaban los William Wellman o André de Toth.
Del movimiento multitudinario de Cuba no queda ni rastro en las montañas de Bolivia. Muy enfermo de asma, Che Guevara no es ni la sombra de sí mismo. Poco a poco van cayendo sus fieles seguidores hasta que la caza al hombre concluye con su apresamiento y ejecución sumaria en 1967.
Benicio del Toro encarna con gran presencia a un Che no muy matizado en escritura, al frente de un reparto internacional de altura que contribuye a la credibilidad de la historia encarnando a una multitud de personajes a veces difíciles de identificar. El mexicano Damián Bichir es Fidel Castro y el brasileño Rodrigo Santoro encarna a Raúl Castro, secundados por los españoles Elvira Mínguez, Unax Ugalde, Oscar Jaenada, Carlos Bardem, Eduard Fernández y Jordi Mollá, los cubanos Vladimir Cruz y Jorge Perugorría, la colombiana Catalina Sandino, el argentino Gastón Pauls, el portugués Joaquim de Almeida...
El proyecto, impulsado desde un principio por Benicio del Toro, ha conocido muchas vicisitudes. Al principio, sólo estaba prevista la parte boliviana y la iba a dirigir el norteamericano Terence Malick, pero lo dejó correr.
Con la entrada en juego de Soderbergh, Che pasó a ser dos películas, con un presupuesto del orden de 60 millones de dólares (un tercio cubierto por la española Telecino). La parte cubana se filmó en México y Puerto Rico, la mayor parte del capítulo boliviano se rodó en España y un poco en Bolivia.
El ganador de la Palma de Oro por Sexo, mentiras y cintas video ha filmado con una cámara digital de alta definición que en la copia proyectada en Cannes -todavía sin los créditos puestos- no tenía nada que envidiar al 35 mm.