Cuando el 14 de diciembre el mundo se sorprendió (hasta ahí) por la compra por parte de Disney de la mayoría de las acciones de 21st Century Fox, varios memes recorrieron el mundo. La mayoría mostraba al Ratón Mickey ahora dueño de Los Simpson (ya lo habíamos visto comprando Pixar, Marvel y Star Wars). La pregunta más certera se había hecho en el famoso sitio Quora, donde se lanzan dudas públicamente y responden los usuarios: “¿Por qué Disney compra todo lo que quiere?”. Bueno, la compra de Fox está por verse, ya que el tamaño de ambos imperios de la industria del entretenimiento y lo inusual de la transacción implica revisiones de 12 a 18 meses del gobierno para comprobar que no estamos hablando de un monopolio.
Lo cierto es que The Walt Disney Company llevó a cabo el pasado diciembre lo que la revista especializada Variety definió como “la unión de los dos conglomerados más grandes de la industria del entretenimiento”, y ese movimiento es tan solo la cúspide de una serie de compras iniciadas por Bob Iger, el CEO de Disney –que ingresó a la compañía en el 2000, pero en 2005 se transformó en autoridad máxima, y que ahora asegura se quedará allí al menos hasta julio de 2019, el fin de su contrato, y la garantía que necesitaban los accionistas de ambas compañías después de la fusión–. En el 2006, los assets –los bienes– de Disney estaban valuados en 60 mil millones. Hoy lo están (y no contamos Fox todavía, claro) en casi 96 mil millones. En 2006 las ganancias anuales eran de 33,57 mil millones y en 2017 fueron de 55,14 mil millones.
Cuando uno ve que Disney es dueña de películas y franquicias que ingresan al top ten anual muy cómodas (La bella y la bestia ganó 2017 con 1.263 millones de dólares de recaudación global, cifra a la que la también disneysiana El último Jedi, reciente eslabón en la saga Star Wars, está a semanas de llegar –le faltan apenas 50 millones–), imagina que esa es la punta de su imperio. Pero el castillo Disney tiene muchas sorpresas: en el 2017, según el calendario fiscal, Disney generó tan solo 15% de sus ganancias gracias a sus estudios de cine.
¿Entonces cuál es su mayor fuente de ingresos? ¿Merchandising vendido en todos esos Disney Store y licencias? Tan solo el 9% del total. ¿Entonces los parques en todo el mundo y los complejos hoteleros que acompañan a los mismos? Más cerca, ya que hablamos del 33% de las ganancias. Pero no. El 43% de las ganancias salen de su red mediática, que posee canales como ABC y sus satélites, así como ESPN y varias repetidoras, entre muchos otros bienes.
Entonces, Disney: ¿por qué todo?
Una pequeña anécdota quizás ayude a imaginar una teoría sobre el pulpo Disney (que es dueño desde Los Muppets hasta la serie Baby Einstein, dos detalles en una cartera de propiedades y acciones no infinita, pero con más cincuenta empresas en su haber). En 1923, Walt Disney funda Walt Disney Pictures. La razón era simple: estaba harto del mediador, es decir los distribuidores. Los Disney producían ya animación, pero decidieron dar el paso porque gran parte del dinero quedaba en la distribución. Ya por aquel entonces diversificaron su imperio en compañías para merchandising, discos y bienes raíces. La pregunta podría ser, viendo aquella apuesta del tío Walt: ¿dónde ve Disney el negocio ahora? ¿Qué parte de la ecuación puede buscar eliminar para maximizar ganancias?
Entonces, saltemos al anuncio, el pasado agosto, de la creación de una plataforma virtual, a la Netflix (conocidas como medios OTT, over-the-top) de contenidos Disney, que, claro, implica la salida de sus productos de, claro, Netflix.
La compañía líder en programación OTT cumple veinte años. Y tan solo dos de su expansión global a casi 190 países. Es más: hace únicamente cuatro años que Netflix comenzó a producir contenido original, gastando miles de millones en programación –ya anunció 8 mil millones destinados a esa tarea para 2018–.
Si consideramos que la principal ganancia de Disney viene de sus cartera de canales y medios, y que el corte-de-cable (el fin de la televisión como la conocemos) es una realidad incipiente aunque no inmediata, no es difícil ver la razón por la cual acumular franquicias. Lo que conduce a una duda: cuando se compra Pixar, en 2006, y después Star Wars y Marvel, ¿Bob Iger sabía lo que pasaría con Netflix? Claro que no. Pero junto con la tendencia al fin de la televisión tal cual era concebida –Disney ya anunció la transmisión de ESPN y de eventos deportivos online, en una plataforma propia del canal–, Hollywood comenzó a marcar tendencia, precisamente, por la franquicia.
Hoy entre las diez películas más taquilleras jamás, figuran Avatar, las nuevas Star Wars, la continuación de la saga Jurassic Park (Jurassic World), un film de superhéroes (Los vengadores), la séptima parte de la saga Rápidos y furiosos, una Harry Potter y dos Disney (Frozen) y la versión con actores de La bella y la bestia).
Disney pareció entender que el futuro de la pantalla grande eran las franquicias. Y no por nada salió a la captura de la ballena blanca que es la saga Star Wars: además de las películas, el año próximo abre un parque temático dedicado por completo a la saga. Entre una certeza, el poder de las franquicias, y un problema, cómo ajustarse al nuevo modelo, Disney comenzó a crear un imperio.
Ya de por sí el anuncio de su plataforma implica que será, tal se declaró por parte de la compañía, “sustancialmente más barata que Netflix” y adquirió en agosto, apenas hizo el anuncio de que se iría con los bolsos llenos de la casa de su némesis, BAMTech, compañía clave para materializar una plataforma global. También esta allí en la mira, claro, Amazon, que no es un jugador tan pesado en el mundo, pero está inmediatamente después de Netflix en Estados Unidos (donde se genera el 60% de las ganancias de Disney) .
Si el trato con Fox avanza como debería –desde adentro dicen que al ser una compra “vertical”, que no implica cruces monopólicos como sí se vieron en la compra de AT&T de Time Warner, que sí fue bloqueada–, a su lista ya enorme de juguetes, Disney suma a Los Simpson, los X-Men, The X-Files, Avatar y solo hablamos de chiches.
¿Qué los frena de crear ahora una Springfield entera? ¿O de que su plataforma tenga todos los contenidos de Fox y Disney juntos, que siguen siendo los más exitosos a la hora de las franquicias en Hollywood?
Disney se hace todavía más gigante, y eso que su logo sigue siendo un ratón.
Desconocer que pasara
La compra de Fox, por 52,4 mil millones de dólares (que se dice asciende a casi 68 mil millones, porque Disney absorbe deudas de algunas compañías de Rupert Murdoch), es gigante. Más allá de la aprobación pendiente, ¿qué implica realmente al imperio Disney esta acción?
A la hora del cine, la adquisición implica que tendrá Twentieth Century Fox, Fox Searchlight y Fox 2000. En la televisión, las compañías Twenty Century Fox Television, FX Productions, y los porcentajes de Fox en Sky, la compañía europea de cable, y el porcentaje de Fox de Hulu, otro de los grandes jugadores a la hora del streaming (quedaría con un 60% y sería el socio mayoritario). El dato de Hulu es importante: Disney por fin es dueña de una plataforma de streaming preestablecida.
Una gran duda es si Disney piensa “disneyzar” a Fox, es decir, quitarle el riesgo que han logrado sus sitcoms animadas, sus películas (sobre todo Fox Searchlight, que ahora, por ejemplo, arrasa con La forma del agua) y quitar cualquier “adultez”. Fox no es la compañía más revolucionaria, pero existe pavor por que Disney decida meter sus guantes blancos en los contenidos. ¿Podrá Deadpool, superhéroe soez que ganó éxito gracias a su osadía, repetir esa fórmula bajo Marvel? ¿Está Disney lista para dar un salto a lo no apto para menores de 18 en varios de sus productos (tal como sucedió con Logan, el final del personaje de Wolverine)?