ESPECTACULOS
EMILIA ATTIAS y GERMAN PALACIOs

Un policial en medio de un triángulo amoroso

La pareja protagoniza Cromo, que dirige Lucía Puenzo para la TV Pública. Los actores reflexionan sobre la corrupción, el futuro político del país y sus carreras. Ella confiesa que aprendió mucho de Cris Morena, en tanto el actor tiene claro que elige estar lejos de la fama.

Cambios. Emilia Attias y Germán Palacios son Valentina y Simón en la serie Cromo, el thriller científico que denuncia la corrupción en torno a la contaminación.
| Pablo Cuarterolo
Por el estreno de Baires, la película que rodó junto a Benjamín Vicuña, Germán Palacios durmió poco, viajó mucho y se pescó una faringitis. “No dormir te quema. Ya estoy grande…”, dice, y suelta una carcajada que invita a pensar si de verdad tiene los 52 años que canta el almanaque. Sin embargo, el ir de un extremo al otro del mapa con Cromo (la ficción de la TV Pública con aportes del Incaa filmada en la Antártida, El Calafate y los esteros del Iberá) no produjo lo mismo. La aventura dirigida por Lucía Puenzo exigió movimiento, pero permitió instalarse y tener espacio para compartir algo más que escenas. “Grabamos un policial que tiene su marco en lo científico y en un triángulo amoroso. Es una tragedia contemporánea”, cuenta Emilia Attias. “La intención de Lucía era hacer algo novedoso, con roles no tan comunes en el género. Da ahí surgieron estos biólogos del Conicet”, amplía Palacios. Cromo, además de investigar un asesinato, retrata el impacto de una empresa que contamina sobre la vida de un pueblo. Palacios retoma: “El tema también es la corrupción en torno a la contaminación, a lo que una industria puede depredar, por eso también servía que fueran biólogos los que investigan un crimen. Pero podrían haber elegido otro tipo de personajes que se pusieran a hacer otro tipo de investigación”.
—Muestran una ciencia que se reactivó y, en paralelo, los riesgos que corre la población en muchos lugares. Vivimos en un país capaz de mandar dos satélites al espacio y que aloja a la Barrick, que derrama cianuro. ¿Cómo se llevan con esa contradicción?
ATTIAS: El mundo está en un momento de mucha contradicción. Es parte de la naturaleza humana, es difícil que seamos coherentes en la masa. La historia la contamos desde un lugar noble, de acercar a la gente a estas problemáticas y de que se tome conciencia de lo que sucede. Sabemos que hay contradicciones en ésta y otras tierras, pero no podés hacerte cargo… Es como si te hicieras cargo de lo bueno y lo malo que hacen tus padres. Este es un mundo lleno de guerras, la cosa más estúpida del mundo, pero vivo acá, no me puedo mudar a Marte.
PALACIOS: El tema da para mucho. La cuestión ambiental es un hecho, el problema de que estamos contaminando el agua y que ése es un recurso que se acaba o que hacemos cualquier cosa con la basura... Me acordé mucho del Riachuelo y de que antes las empresas tiraban de todo al río Salado y por lo menos eso lo levantaron. Lo de la Barrick es una mierda, no tiene una buena lectura.
— ¿Se imaginan cómo será una futura gestión cultural con Scioli o Macri?
P: Está puesto sobre la mesa cuánto le ocupan a cada uno la cultura, la educación o la salud pública. Independientemente del gobierno de turno, lo que sería lindo como país es que hubiera una legislación para una continuidad en cuestiones vitales como la cultura, para que el que venga no pueda hacer borrón y cuenta nueva. Sería muy bueno que las cosas que se han logrado en estos años no se pierdan.
—¿Es posible hacer una producción como ésta en una estructura más comercial?
A: Se puede volver a aspirar a contar este tipo de historias en canales con otras ambiciones. Lo ves afuera, pero acá son otras las reglas de juego. Hay productoras que tienen sistematizadas sus formas y van por ese lado. Cromo es mucho más parecida a una película que a una tira.
P: La familia Puenzo es parte de la historia del cine y pone la vara alta. Ellos inauguran algo que está destinado a seguir: la relación entre cine y series es un hecho. La existencia de plataformas como Netflix y que el producto se pueda vender en el mundo permiten rodar de principio a fin sin ambición de rating. Están destinadas a crecer porque la ecuación rinde. Me encanta la TV abierta, pero produce otro tipo de cosas que dependen más del rating.
—¿Podrían volver a hacer ese tipo de historias?
A: Depende. Elegí perfeccionarme y buscar otras maneras de interpretar, porque también el ritmo que propone una tira no lo podés disfrutar. Quien diga lo contrario miente. Disfrutás de otras cosas, de la adrenalina del día a día o del compañerismo, pero si vas a hablar de lo artístico y de lo que podés desarrollar en una historia, a mí no me pasó de disfrutarlo como en otros formatos.
P: Soy medio vago para esa maquinaria, pero podría hacerlo. A mí me gusta mucho la tele, no la hago porque prefiero un ritmo medio enloquecedor. De hecho, tengo reuniones con Suar todos los años y nunca trabajo con él (ríe). Adrián no lo termina de entender…
—¿Tenés la misma mirada del arte que la que tenías cuando empezaste?
P: Todo va generando un bagaje que, quieras o no, cambia la mirada del hecho artístico. Creo que para bien, lo cual no indica que salga de acá y me junte con Adrián a grabar 72 mil horas (ríe).
—¿Qué recuerdos quedan de cuando trabajabas con Cris Morena?
A: Todos muy buenos. Fue una experiencia que me dejó sin aire, porque fueron tres años en los que trabajé muchísimo. Nunca me había pasado antes, ni me volvió a pasar. Aprendí muchísimo en todo sentido. Desde hacer algo muy popular por primera vez hasta convivir con lo que dice la gente y los medios. También aprendí a que me dijeran “estás loca” cuando quise cambiar. Los productos de Cris son 360: tenés giras, discos, notas, viajes… No tenés tiempo para nada, ni para tu vida. Estás muy expuesta y tenés que estar centrada, porque hacés muchas pavadas. Todo es exigencia y aprender en vivo. Mucha gente terminó muy mal, los que opinan no saben sobre la exposición y el poco tiempo que tenés para hacer todo.
—¿Se puede trazar un paralelo en exigencia con “ShowMatch”?
A: No son muy parecidos. Un producto como el de Marcelo te demanda algo más psicológico y no estoy dispuesta a volver a pasar por algo así. Fui a divertirme y porque me encanta bailar. Soy bailarina, y hay pocos espacios como para despuntar el vicio. También era un momento de transición. Cuando lo hice, me di cuenta de que tenés que estar dispuesta a exponer cierta moral y corromperla un poco. Hay cosas que disfruté y muchas veces la pasé bien, pero no lo volvería a hacer.