Sería difícil precisar cuándo debutó Pepe Cibrián Campoy ya que su vida estuvo desde el inicio unida al arte escénico. De familia de artistas, nació en Cuba este argentino enamorado de la Argentina. En pocos días se enfrentará a un estreno que lo tiene como autor e intérprete, el musical La dama de las rosas, en un ámbito nuevo para él (Centro Cultural San Martín), que pondrá los miércoles a precios populares ($ 150).
Comparte elenco con Maria Rosa Frega, María José Demare, Martín Urbaneja, Claudia Duce, Tiki Lovera, María Julia Moyano, Maximiliano Areitio, Silvio Bordón, Mateo Falbo, Luis Iván Machuca, Mauro Núñez Duarte y Damián Iglesias, quien además asume la dirección. Mientras que la música y los arreglos son de Santiago Rosso.
—¿Cuándo escribiste esta obra?
—Me estaba duchando y de pronto pensé en La dama de las camelias. Me senté y se me borró aquella historia e imaginé a esta otra dama, que no es una meretriz, ni tuberculosa. Compondré a dos mujeres, Agatha, dueña de un cabaret en los años 20 en París, y a la duquesa Josephine.
—Viviste varias separaciones, una artística con Angel Mahler y después con tu pareja, Santiago Zenobi…
—Con Santiago nos separamos pero aún no nos hemos divorciado. Nos seguimos queriendo y seremos siempre familia. Angel no entendió mi propuesta. Hay épocas, el mundo cambia, me guste o no, pero es la realidad. Le conté que no quería hacer ese tipo de musicales. Por eso me aparté e hice Marica, después Priscilla, la reina del desierto, El hombre de La Mancha y Lord. Pero lo sigo respetando muchísimo. Fuimos una pareja creativa durante muchos años de mi vida, pero cada uno siguió su camino.
—¿Los artistas no deben opinar sobre política?
—Sófocles, Aristófanes y Brecht escribían sobre la política de su tiempo. Todos podemos opinar sobre política, no hacerlo sería cruel y una falta de humanidad. Nuestra sociedad está viviendo una crisis poco común, no se debe desvalorizar. Es como si algunos fueran los sabios de la aldea y los otros, los esclavos que servimos solo para pagar impuestos. Cuando escribí Calígula, para mí la obra más representativa, quise hacer una crítica a la dictadura en ese mismo momento.
—No todos dicen voté y me equivoqué…
—Voté a Menem para la segunda vez, después a Cristina, porque me pareció que era una estadista. Voté a Macri, porque no quise a los mismos. La gente votó a este gobierno por lo que le propuso. Pero les sacó a los jubilados y trató de cerrar las escuelas nocturnas. No les importa ni la cultura, ni la educación, ni la salud. Me pregunto: ¿con todo lo que nos está pasando cómo no salimos 6 millones de personas pacíficamente a la calle? Esta avenida Corrientes… ¿qué sentido tiene este gasto? Se podría haber invertido en los hospitales, en las escuelas.
—¿Vas a vender tu casa?
—Si. Fue una época de mi vida. Venía mucha gente, ahora no uso nada. Quiero una casa más chica, pero quiero seguir en Pilar. Tengo cinco perros y amo los árboles. Me quedo en ese mundo mío, salgo solo para venir a trabajar. Es una casa muy especial, veremos si la puedo vender. Debo pagar una hipoteca que tomé para producir este espectáculo que ahora estreno. El cáncer me cambió la cabeza. Quiero estar más tranquilo.
Hablo con mis padres y abuelos”
El 9 de abril Pepe Cibrián Campoy será el encargado de inaugurar con su clásico Drácula la estructura Sing Along, que es cine con animación. Se trata del éxito superlativo que creó junto a Angel Malher y la producción del recordado Tito Lectoure en el Luna Park, aunque no se verán las caras. Será la primera vez en la Argentina, con entradas a $ 350, en el teatro Lola Membrives. “Haré la asesoría artística –anticipa–. Es un formato norteamericano donde se hacen todas las películas de los musicales. Empezarán con Drácula porque ya está grabado. Si quiere la gente va disfrazada como la obra, sobre todo los más jóvenes. Antes de la proyección le explican los códigos. Cantarán en algunas secuencias y juegan mucho. Es como volver a ser niños. Es una fórmula que funciona muy bien en todas partes. La gente se va desinhibir, es muy lúdico”.
Los anticipos siguen, su creatividad no para: “Tengo en carpeta otra comedia para solo dos personas –un actor y una actriz– que deberán hacer veintiocho personajes. Su título es Qué le pasa a papá. También tengo Chab, sobre una novela que escribí, y será otro musical”.
Si hay que caracteriza a Pepito es su mirada:
“Me interesaría ver mi velatorio –subraya con humor–. Todos los días hablo con mis padres y mis abuelos. Estoy más cerca de encontrarme con ellos. Tengo fe. Creo que hay algo más allá, no sé por qué siempre los veo a todos de blanco. Me da paz pensar que me voy a reencontrar con los seres queridos. No le tengo miedo a la muerte, sí a la decrepitud. Si estuviera gagá, creo en la eutanasia. Si tenemos piedad con los perros… ¡cómo no lo haríamos con nosotros mismos! No quisiera sufrir, por eso acepto el suicidio”.