ESPECTACULOS
‘HAY QUE SER BUENO PORQUE DIOS MIRA’

Una comedia con olor a tragedia navideña

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Familia. La obra juega con ese infierno tan cotidiano que es la familia y sus tensiones acumuladas siempre convertidas en telaraña de papel. | GZA. PRENSA PAULA SIMKIN

En la obra de teatro que hacemos en el Complejo Teatral Ítaca, los sábados a las 20.30, hablamos de una familia común o tan especial que hace que valga la pena montar una obra de teatro para hablar de ella. Todo tan sencillo y complejo a la vez, tan gracioso y angustiante, tan amoroso, pero también tan distante. Es una familia como ninguna o como cualquiera, las cosas que dan risa llegan a sacar las lágrimas más acongojadas y a borbotones. El relato está contado por seis personajes que jugarán con lo más natural del mundo y tal vez los más relevante y maravilloso: todos quieren ser queridos y nada más.

¿Acaso queremos otra cosa en la vida?

Los buenos saben que van a ir al cielo, al menos eso creemos o nos han hecho creer, pero ¿qué pasa con aquellos que no fueron tan buenos en la vida, pero aún así guardan alguna esperanza de ser perdonados? Esta obra cuenta cómo una familia, como cualquier otra, transita la Nochebuena llevando, cada uno en su propia historia, las cruces que les fueron encomendadas. La noche va tejiendo los hilos de las historias que sobrevuelan el filo de la conciencia. Hay secretos que se guardan bajo llave o bajo cinta scotch, hay cosas que no deben salir, hay cosas que deben ser sepultadas para seguir viviendo con fe, hay cosas que duelen y seguirán doliendo por más que el tiempo pase.

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¿Qué sucede cuando eso que está enterrado brota como una florcita recién nacida?

El horror de lo no dicho pega un grito de monstruo y retumba las paredes. Esta es una familia que pondrá palabras que nunca dijeron, tal vez serán las palabras que aparecen en donde siempre reinó el silencio. No es una Navidad como otra que se haya transitado antes, esta es una diferente. Los personajes estarán determinados por cada cosa que suceda y se estalle en pedazos, cada uno de ellos estará batallando su propia búsqueda, camuflada detrás de los brillos de una fiesta para el olvido. Pero la realidad se muestra disfrazada de Papá Noel, haciendo asomar a todas esas caras que aún faltan reconocer. Es una fiesta en donde Dios estará atento a todo lo que suceda y marcará con su dedo poderoso a quienes con cobardía rasparon la inocencia de los vulnerables. Los cuerpos esperan y desesperan, esperan que lleguen las doce, esperan que pase el rato, esperan sobrevivir al recuerdo traumado, hay muchas cosas que superar y todavía hay motivos de salir ileso. Alguien se fue, hace 17 años, se fue y dejó a una familia a punto de romperse, a punto de disolverse, a punto de estallar, a punto de extinguirse. Pero los milagros existen, para quienes saben buscarlos entre las sombras y por, sobre todo, para quienes saben esperar. Casi sin vida, alguien vuelve para ver qué fue lo que dejó en el camino, cuantas risas se perdió por la amnesia ignorante, la vida se enrarece ante las malas decisiones sin poder ser remediada. ¿Se puede perdonar tanta injusticia emocional? ¿Cómo hacerse cargo de los errores que echaron raíces?

Hay que ser bueno porque Dios mira es una síntesis de muchas navidades, de las luchas escondidas que sobrevuelan nuestros deseos, de las palabras no dichas porque siguen lastimando, aun en el silencio y de los secretos que armaron los engranajes de las cicatrices vigentes. Dicen que la vida son tres días y ya pasaron dos: en esta obra se verán los últimos quince minutos que faltan para llegar a la última morada. Todos, aun los peores de nosotros, merecemos tener el lugar en donde pedir perdón, para poder así ser liberados de las ataduras, todos merecemos ser mirados por Dios en nuestra última hora. Los malos y los buenos. Todos. Solo quedan quince minutos más para que todo termine, nadie sabe qué puede pasar: los milagros son inesperados. Sobre todo en Navidad.

*Autora y actriz de Hay que ser bueno porque Dios mira.