En manos de Jorge Rial y Luis Ventura, la información es un arma. Pueden blandir videos en el aire y hacer temblar a todo famoso que tenga algo que ocultar. Los han acusado de mercenarios y, sin embargo, lo primero que ponderan del otro es la lealtad.
RIAL: Luis el tipo más leal del mundo. Yo sé que me cuida la espalda. Hace unos años me rompieron la nariz y me tuve que operar. Tenía miedo e hice un testamento en el que le pedía que cuidara a mi familia. Cualquier cosa que él me pida, yo se la doy.
VENTURA: De Jorge también aprecio la lealtad. Y el coraje: lo han presionado por situaciones que había generado yo y él me bancó siempre. Incluso a riesgo de perder la fuente de trabajo. Y yo no lo olvido.
—Se conocieron en los pasillos del diario “Crónica” hace más de 25 años...
R: Lo iba a buscar para pedirle datos. Luis ya era una institución y yo, un nabo. El me ayudaba mucho, pero también me colaba información de una empresita que tenía para manejar artistas.
—Te operaba.
R: De tres chimentos buenos, me mandaba uno que le servía a él. La primera vez que me invitó a salir, me llevó a una despedida de solteros. Dijeron: “Al boludo tirémosle pan”. Y me daban.
—¿Les cuesta conjugar amistad y trabajo?
R: Nunca se nos mezcló el laburo con la vida personal. Fuimos amigos muchos años antes de juntarnos.
V: Yo tenía mucho miedo al trabajo juntos. Porque la convivencia desgasta.
—¿Pasan demasiado tiempo juntos?
V: Yo prefiero extrañarlo. Y guardo cosas para no desgastar, prefiero no contarle nada antes porque potencia la calidad del encuentro.
R: Cuando nos tenemos que contar algo, es siempre en persona, nunca por teléfono.
—Cuando se juntan, ¿hablan de chimentos?
R: No.
V: Sí.
R: Puede ser, tal vez de algo puntual que esté bueno. Pero en general, charlamos de proyectos.
V: Recuerdo de solteros estar en la casa de su novia pensando en una revista, un programa. Tenemos pensado también un canal, diseñado con horarios y programas. Hasta registramos el nombre.
—¿Quién es más bravo?
R: Los dos. Ya sé que parece que fuera yo, pero ya no. Ventura todavía es calentón.
V: Jorge aprendió diplomacia. Antes no era así: él estaba muy peleado con un jefe de prensa, discutieron por teléfono y le dijo: “Ahora te voy a ir a cagar a trompadas”. Y me pide: “Acompañame”. Yo lo vi tan caliente que pensé que tratar de convencerlo iba a ser
peor. Lo tenía que asustar. Entonces le dije: “No bien abra la puerta, yo le meto una piña y vos lo agarrás”. Y de escuchar mis barbaridades, se calmó y me dijo: “Mejor volvamos”.
R: Es que lo quería cagar a trompadas. Pero lo vi tan loco a Luis...
—Si se pelearan, sería un peligro. Conocen todos los secretos del otro.
R: Nunca nos vamos a pelear. Y mirá que hemos discutido.
V: Nos hemos dicho barbaridades. Jorge pidió mi cadáver adentro de una bolsa negra.
R: Lo habíamos mandado a Miami para cubrir la boda del Puma Rodríguez. Y tenía que mandar las imágenes por satélite, que costaba 5 mil dólares cada 15 minutos. Pasaba el tiempo y no aparecía. Yo gritaba: “¿Dónde está Ventura?”. Me dijeron que estaba perdido y contesté: “La única manera de que no lo mate es que me lo traigan en una bolsa negra a ese hijo de puta”.
V: ¡Pero le arruinamos la primicia a Susana Giménez!
R: No se me cruza por la cabeza pelearnos. Vivimos demasiadas cosas.
V: Vamos a envejecer juntos. Cuando murió mi suegra, Jorge vino al velatorio con un coche nuevo, un BMW impresionante con el que tuvo que cruzar el Riachuelo. A los diez minutos vinieron a robarle el auto, entraron a la sala armados. Cuando estamos juntos, sabemos que puede pasar cualquier cosa.
(*) Redactora del Diario Perfil