En Fiorito el recuerdo de Diego Maradona es parte del paisaje, vive en la esencia de cada uno de sus habitantes, y va desde el potrero, la amistad y hasta en su cuadro de pobreza, que sigue latiendo en cada calle y es donde la figura de Maradona emerge plena, mítica, endiosada en cada recuerdo.
Recorrer las calles, pisar la tierra de la canchita, posar en la puerta de su casa y hacer escala en la escuela donde hizo la Primaria se hace indispensable para tratar de entender lo que fue y lo que vino después, y para encontrarle sentido a todo lo que ocurrió desde el 25 de noviembre de 2020. Fiorito es la cuna del dios pagano que nos dejó hace un año, es ese sitio en el mundo donde sigue siendo el Pelusa y es, sobre todo, un lugar que explica a Maradona.
Los paredones están ilustrados con dos murales gigantes. En uno Diego cebollita convive con Diego campeón en el 86 y la leyenda “El potrero de D10S”, y en el otro Diego de espalda le entrega una pelota a Messi, legado que Leo agradece con la frase “Nos deja pero no se va porque el Diego es eterno”.
En Fiorito está todo: el potrero, la picardía, la amistad, las contradicciones. Ahí, en el barro del conurbano, la figura de Maradona emerge de la forma más auténtica.
Recorrer las calles, pisar la tierra de la canchita, posar en la puerta de su casa y hacer escala en la escuela donde hizo la Primaria se hace indispensable para tratar de entender lo que fue y lo que vino después, y para encontrarle sentido a todo lo que ocurrió desde el 25 de noviembre de 2020. Fiorito es la cuna del dios pagano que nos dejó hace un año, es ese sitio en el mundo donde sigue siendo el Pelusa y es, sobre todo, un lugar que explica a Maradona.
La cancha de tierra de Estrellas Unidas, un club emblemático de Villa Fiorito. En los 70 se llamaba Estrella Roja y esa camiseta la usó nada menos que Diego cuando todavía no había debutado en la Primera de Argentinos. Ahora el predio está tomado por unos okupas que lo gerenciaron sin pedirles permiso a los dirigentes.
La disputa es feroz: los okupas controlan la cancha mientras los viejos directivos resisten la ocupación en la sede, a menos de diez cuadras.