El mundo se está reconfigurando desde que se inició la era digital, primero lo hizo paulatinamente y ahora la transformación es vertiginosa. Cada vez que la humanidad ha asistido a un cambio como el que atravesamos, el conjunto de instituciones, prácticas, hábitos, valores y normas que estructuran la vida social comienzan a vaciarse de sentido y, en muchos casos, a perder las funciones para las que fueron creados.
Al mismo tiempo emergen prácticas, actividades, instituciones, nuevos modos de vivir, de producir, de sentir y de actuar que se abren paso en la red de lo existente y realizan una silenciosa acción de transformación. Llegado un punto, lo nuevo comienza a hacerse presente para todos. Algunos resisten y se defienden, otros se encandilan y otros se suman a la difícil tarea de parir lo que vendrá.
De modo que en todas las sociedades, el pasado, el presente y el germen del futuro coexisten en un mismo momento histórico. En cada espacio social los énfasis son diferentes en función de su historia, de los modos en que previamente han procesado momentos semejantes y por supuesto de los recursos políticos, económicos y simbólicos que se ponen en juego para mantener el statu quo o para impulsar lo emergente.
La argentina atraviesa este momento portando su histórica debilidad política, estatal e institucional, a la que se agrega su compleja red de corporaciones y acuerdos informales que sostienen la gobernabilidad. En esta trama coexisten los que se aferran al orden instalado, los que emergen al margen de la maraña de lo instituido, abren su espacio y obligan a todo el mundo a mover sus piezas, algunos sacan las armas y otros, conscientes de lo inexorable del cambio, movilizan sus recursos para sumarse a lo que se viene.
El futuro de la Argentina está en su presente. Está en las industrias del conocimiento, las de pantalla, las actividades como la agrícola-ganadera o la extracción de petróleo, que rompieron las ataduras de la producción tradicional y hoy lideran esos mercados a partir de la incorporación de la tecnología de punta. El futuro se asoma en la incipiente producción de energía renovable, en el avance de la conexión de internet, en la infraestructura vial y en el desarrollo de propuestas educativas a la luz de la configuración actual del mundo.
En el campo de la educación, que constituye una actividad central para alimentar lo que viene, hay experiencias que están claramente orientadas hacia ese amanecer. Sin embargo, el conjunto del sistema sigue amarrado a la red de instituciones, actores, creencias y mentalidades ancladas en un mundo que ya fue. Hasta ahora, las modificaciones son excepcionalidades y para expandirse deberán transformar y revertir una tendencia muy fuerte a reaccionar y rechazar aquello que se presenta como nuevo o distinto.
Las universidades son un caso interesante, la mayoría de ellas resiste todo propósito de cambio, están ancladas en la nostalgia de la reforma universitaria e inmóviles ante un mundo que se reconfigura y con el que dialogan poco.
Sin embargo, no todo es así, hay algunas de ellas que están avanzando en la construcción de espacios que articulan desarrollo científico, conocimiento, producción y empleo de un modo que hace posible esta relación tan trabajosa para la Argentina.
Dependerá de la sociedad y su dirigencia el rumbo que tome esta emergencia, que puede ser usada para finalmente construir el país rico que suponemos que somos y más justo para todos.
* Investigadora de Flacso. Miembro del Club Político.
