INTERNACIONAL

Alberto II y Charlene Wittstock dieron el "oui"

El príncipe de Mónaco se casó este viernes por civil con la campeona de natación sudafricana. Emoción y timidez de la nueva princesa. Fotos. Galería de fotos

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| AFP

Charlene dijo "oui" y ya es princesa. Alberto II de Mónaco es al fin un hombre casado, un estado civil que asegura una increíble estabilidad política y constitucional al pequeño país de la costa Mediterránea.

La pareja contrajo matrimonio civil durante el mediodía argentino, 24 horas antes de la ceremonia religiosa. Aunque reconociendo que cuando “cuando el río suena, piedras lleva”, en relación a la lluvia de rumores que aseguraron una crisis entre los novios, los monegascos soportaron el calor agobiante del verano europeo y subieron a La Roca para festejar la boda.

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Exactamente a las 17 horas en Mónaco, Alberto II y Charlene hicieron entrada en el Salón del Trono, una espectacular sala del Palacio Grimaldi que guarda, como su nombre lo dice, el trono donde los príncipes de Mónaco se sientan apenas una vez en su vida.

También llamado "el salón Grimaldi", es el testigo de los acontecimientos más importantes de la familia, “observados” desde el techo por unos impresionantes frescos de Orazio de Ferrari, que reproducen los signos del zodíaco y la historia de Alejandro el Grande.

Las paredes y sillones cubiertos por seda damasquina roja contrastan con el suelo de mármol de Carrara con originales dibujos. En él cuelgan además retratos de los antiguos príncipes y princesas de Mónaco.

Vestida de azul, el color de sus ojos, la joven rubia y alta recibió el título de "Su Alteza Serenísima la Princesa de Mónaco" durante la ceremonia, que fue retransmitida en grandes pantallas en la plaza del Palacio, donde se reunieron cientos de monegascos, invitados a ser testigos del enlace civil.

Entre los 80 invitados -familiares, amigos y autoridades nacionales- destacó la princesa Estefanía, cuyas lágrimas de emoción contrastaron con la serenidad de su hermana, Carolina.

Un primo norteamericano del príncipe, Christopher Le Vine, fue el testigo. La madrina fue Donatella Knetcht de Massy, sobrina del príncipe Alberto. El encargado de la lectura de las actas y su firma fue Philippe Narmino, ministro de Justicia y presidente del Consejo de Estado de Mónaco.

Narmino hizo una breve introducción en francés, inglés y monegasco, pero continuó el acto en francés, lengua oficial de la ciudad-Estado. Las primeras palabras en inglés estuvieron dirigidas a la novia y constituyeron una seria advertencia sobre lo que significa la firma del acta matrimonial y sus consecuencias: "Te casas con un príncipe pero también con un país".

Según la prensa europea, Charlene se mostró emocionada y tímida a la hora de responder las preguntas del oficiante. Solo se la escuchó decidida cuando le preguntaron si quería convertirse en esposa de Alberto de Mónaco. Respondió con un sonoro "Oui" ("Sí", en francés).

El certificado de matrimonio estaba colocado en una mesa de mármol utilizada especialmente para estas ocasiones y se incluirá en un registro civil que pertenece a la familia del soberano que se guarda en el palacio. Es un registro especial que está cumplimentado a mano por un calígrafo.

Primero firmó el príncipe y luego la princesa, ambos con un bolígrafo especialmente diseñado por Montblanc para ellos con incrustaciones de piedras preciosas, una pieza única en la que además se muestra el monograma de la pareja.

Cuando el ministro pronunció la fórmula “Los declaro unidos por los vínculos del matrimonio”, Charlene Wittstock sumó a su condición de esposa, la de Princesa de Mónaco, Marquesa de Baux, Duquesa de Valentinois, Baronesa de Carlades y otra centena de títulos antiguos.

En menos de veinte minutos, la ceremonia había concluido, y los miles de monegascos reunidos fuera del palacio vibraron de emoción.

A las 17.50 la compañía de carabineros de la Guardia del Príncipe se instaló a ambos lados de la Puerta de Honor para tocar el llamado “Himno a la Princesa Charlene”, compuesto en su honor, con el que se le dio la bienvenida oficial al Principado.

La obra, arreglada y orquestada para los 24 músicos de la Fanfarria de Carabineros, ha sido creada por iniciativa de la Fuerza Pública, comandada por el coronel Luc Fringant, y es fruto de una colaboración entre el jefe adjunto de la fanfarria Christian Escaffre y monseñor Jean-Christophe Aurnague, de la iglesia del Sagrado Corazón de Mónaco. Para interpretar esta obra, se han fabricado cuatro trompetas de plata.

A las 18 horas, desde la ventana del lujoso Salón de los Espejos, Alberto II y Charlene saludaron a los cientos de monegascos y turistas reunidos frente al palacio, que habían contemplado la breve ceremonia a través de dos pantallas gigantes y durante un rato largo habían soportado el intenso calor.

Agitando banderas rojo y blanco, los colores de Mónaco, los monegascos, que insisten por lo bajo que lo que les interesa es "un bonito bebé gateando en el Palacio", lanzaron vivas cuando los príncipes se dieron un beso, cariñoso pero no apasionado.

"Llevamos años esperando que el príncipe se case y nos de por fin un heredero", dijo a la AFP Raymonde, una monegasca de 81 años, que admitió que Alberto, que ha tenido dos hijos fuera de matrimonio, es "un mujeriego y Charlene lo sabe bien".

Tras su primer saludo desde el emblemático balcón del palacio, a las 18.31 dio comienzo la recepción al aire libre ofrecida a 6.000 monegascos en la plaza del palacio, donde pudieron degustar platos sudafricanos, en honor al país de la novia, y algunos platos mediterráneos preparados por el lujoso restaurante Fairmont Monte-Carlo. Para el brindis, los monegascos descorcharán cientos de botellas del carísimo champañe Perrier-Jouet.

En lo que resta del día, los príncipes tienen planeada una nueva recepción, en el Puerto Hércule, ofrecida a todos los residentes en el Principado. Más tarde, asistirán al concierto de música y luz del francés Jean-Michel Jarré.

Las noticias de “crisis” y “ruptura” estuvieron a punto de empañar las fiestas, pero Alberto y la ya princesa se mostraron muy cariñosos a lo largo del día, dando así a los ciudadanos de Mónaco la señal de que todo anda bien en la pareja.

Las tormenta empezó cuando el diario francés L’Express reveló que Charlene intentó fugarse a Sudáfrica, su país natal, tras descubrir -según la publicación- que la vida de su prometido “no es tan ejemplar como se lo imaginaba”.

El país recibió entre perplejo y curioso este nuevo escándalo de la familia Grimaldi, y fue el comentario apasionado en las calles. “Leí el artículo publicado, pero no quiero creerlo. Lo que todos esperamos es ver pronto un bonito bebé gateando en el Palacio”, dijo un monegasco que hacía compras. “Mónaco necesita un heredero”, agregó.

El director de la Seguridad Pública opinó que le resultó “chocante que la prensa publique sin pruebas lo que le da la gana”. “No me lo creí ni por un segundo”, afirma Juliette, una monegasca de 90 años, más pragmática que incrédula cuando asegura: “¿Que habríamos podido hacer, de todas formas, en caso de que fuera cierto?”.

Pese a los desmentidos del Palacio, el director de L’Express, Christophe Barbier, insistió en que la noticia era real: “Hemos recabado la información de tres fuentes diferentes y las tres son fiables (...) Mantenemos nuestras informaciones”.

El diario parisino Le Figaro se hizo eco de un mensaje difundido en Twitter en el que un periodista (al que no identifica) sugiere que tres semanas atrás una amante de Alberto II habría dado a luz un hijo suyo. Según el diario, si los supuestos problemas de Charlene se propagaron tan rápido por el país, es porque “a nadie se le escapan desde hace semanas sus miradas ausentes”.

El periódico señala que la policía del Aeropuerto de Niza tuvo que intervenir, por orden del palacio, para que Charlene no abandonara el país e incluso asegura que “tuvieron que confiscarle su pasaporte”. Según afirma el director de la revista Paris Match, Régis LeSommier, “es imposible negar en bloque estos rumores”, y “algo pasó realmente en el aeropuerto”.

En tanto, los monegascos mantienen la esperanza de que la flamante princesa y su marido sean capaz de romper con la imagen frívola y escandalosa que durante las últimas décadas britaron el país y su monarquía, y que de una vez por todas puedan terminar con "la maldita suerte" que acecha a los Grimaldi desde hace siglos.

"Ahora habrá una princesa", dice Martine Ruelle, que trabajó en un comercio de Fórmula 1 durante 20 años. "Eso le dará dinamismo a Mónaco y una imagen hermosa". "Este matrimonio supone la perennidad para el país y es un día importante porque Mónaco existe por el hecho de que cuenta con un príncipe soberano", dijo una monegasca de 60 años.

(*) Especial para Perfil.com