El expresidente brasileño Jair Bolsonaro, de 70 años, fue sujeto a una condena histórica que sacudió tanto a Brasil como a la arena política regional. Acusado de intentar subvertir el orden democrático del país, la decisión del máximo tribunal marcó un capítulo oscuro en la historia reciente de Brasil tras el asalto a la Plaza de los Tres Poderes el 8 de enero de 2023. Pero también dejó entrever los lazos con un lobby internacional conservador -con epicentro en Washington- que tejió el principal líder de la oposición para intentar evadir la justicia.
Bolsonaro fue condenado a 27 años de prisión por su rol en el fallido intento de golpe de Estado ocurrido el 8 de enero de 2023. Ese día, miles de sus seguidores irrumpieron en la Plaza de los Tres Poderes en un intento por desestabilizar el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva, que había asumido la presidencia apenas días antes. Bolsonaro, quien en ese momento se encontraba en Estados Unidos, fue señalado por incitar y alentar los disturbios que pusieron en jaque la democracia brasileña.
Además de este asalto a las instituciones democráticas, el exmandatario y sus colaboradores fueron acusados de idear un complot conocido como "Puñal verde amarillo", cuyo objetivo era asesinar a figuras clave del gobierno como Lula da Silva, su vicepresidente Gerardo Alckmin y el juez del Supremo Tribunal Federal (STF), Alexandre de Moraes.

Los cinco jueces del máximo tribunal fueron clave en el avance del caso. El instructor, de Moraes, fue Ministro de Justicia durante el gobierno de Michel Temer, se convirtió en una figura clave en la defensa de la democracia brasileña, especialmente en su lucha contra el extremismo digital. En los últimos años fue el objetivo de la militancia bolsonarista por sus investigaciones contra el principal líder de la oposición, especialmente por casos de difusión de desinformación y difamación del sistema de voto electrónico sin pruebas. Fue también quien tomó la decisión de suspender la cuenta de X de Bolsonaro, citando su retórica "violenta y peligrosa", y fue foco de críticas de figuras como Elon Musk o el propio presidente estadounidense Donald Trump, quien lo sancionó a modo de represalia por "violar los derechos humanos".
La condena fue respaldada por otros miembros del STF, como Carmen Lúcia, abogada y única mujer del máximo tribunal; Cristiano Zanin, abogado personal de Lula; Flavio Dino, quien fue el ministro de Justicia de Lula el día del asalto; sin embargo, votó en disidencia el jurista Luiz Fux, que pidió la absolución total del expresidente.
La figura clave: Mauro Cid
El testimonio de Mauro Cid, el teniente general y exsecretario privado de Bolsonaro, fue crucial para desentrañar el entramado golpista. Cid, quien estuvo en el círculo más cercano del expresidente, reveló detalles sobre las conversaciones que tuvieron lugar antes y después del 8 de enero. Su declaración es uno de los puntos de mayor implicación directa de Bolsonaro, quien, según la Fiscalía, había instigado abiertamente a la insurrección, mientras que sus colaboradores planeaban acciones violentas. Las pruebas que Cid aportó, junto con la recuperación de los registros de teléfono de Bolsonaro, fueron fundamentales para el juicio.

La jugada en Estados Unidos y el fallido escape a Argentina
Desde el 4 de agosto, Bolsonaro permaneció detenido en Brasil, sin pasaporte y con tobillera electrónica. Durante una operación realizada por la Policía Federal, se descubrió un documento en su teléfono que indicaba que había solicitado asilo político a su aliado regional, el presidente Javier Milei. Si bien la solicitud no trascendió, motivó el arresto domiciliario del exmandatario por riesgo de fuga, a quien se le prohibió asimismo acercarse a embajadas o usar sus redes sociales.
A pesar de que el expresidente había estado en territorio estadounidense por varios meses tras dejar el poder en Brasil - estrechos lazos con figuras del ala más radical del Partido Republicano y del movimiento MAGA de Donald Trump-, sus intentos de fuga a Argentina fueron frustrados por la intervención de la justicia brasileña, que le prohibió abandonar el país tras la aparición de pruebas que lo implicaban directamente en los actos de golpismo.

El lobby conservador de Bolsonaro en Washington
Durante su estancia en Estados Unidos, Bolsonaro no solo buscó asilo, sino que también se rodeó de figuras clave del conservadurismo internacional. Su hijo, el senador Eduardo Bolsonaro, considerado por muchos el delfín político de su padre, aprovechó su estadía en Washington este 2025 para fortalecer su red de contactos dentro del ala más radical del conservadurismo estadounidense. En particular, para instar al gobierno de su aliado, Trump, para que ejerza presión a la justicia brasileña en favor de la liberación del expresidente.
En su círculo cercano se encontraban figuras como Steve Bannon, estratega de Donald Trump, quien elogió a Eduardo Bolsonaro como un "luchador por la libertad" y lo ha posicionado como futuro presidente de Brasil. En sus intervenciones, Bannon no dudó en comparar las elecciones de Trump y Bolsonaro, al afirmar que "ambas elecciones fueron robadas", un fantasma que ambos habían agitado previo a los comicios de 2020 y 2022, respectivamente.
Además de Bannon, el senador brasileño se reunió con otros personajes célebres de la "internacional reaccionaria" (en palabras de Juan Gabriel Tokatlián) tanto local como internacional. Desde el activista Charlie Kirk de la fundación Turning Point; a figuras como Nigel Farage, líder del Partido del Brexit en el Reino Unido, y con otros miembros del espacio que integra la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC), quienes compartían su visión anticomunista, neoliberal y conservadora.

Entre los aliados más cercanos a Bolsonaro en este grupo se encontraba Paulo Figueiredo, nieto del exdictador brasileño João Figueiredo, quien reside en Miami y se convirtió en un colaborador clave del exmandatario en su intento por ganar influencia en el lobby político de Washington. Figueiredo, conocido por sus vínculos con el entorno de Trump, es también investigado por la justicia brasileña por su implicación en diversos escándalos de corrupción y manipulación política.

El apoyo de Trump: una jugada internacional
En un momento crítico de su carrera, Bolsonaro recibió el apoyo de la figura más prominente del MAGA: Donald Trump. El expresidente estadounidense envió una carta a Bolsonaro en la que afirmaba haber "visto el terrible trato que estás recibiendo a manos de un sistema injusto que se ha vuelto contra ti", y agregó que el juicio contra el brasileño "debería terminar de inmediato". Trump también aprovechó la ocasión para expresar su preocupación por los "ataques a la libertad de expresión" tanto en Brasil como en Estados Unidos, coincidiendo con la retórica de Bolsonaro sobre la censura de las plataformas digitales. En paralelo, el interés de las big tech estadounidenses, lideradas por Elon Musk, permeaba en el entramado de la relación bilateral, en un mercado dominado por la billetera virtual estatal Pix.
Este respaldo público de Trump a Bolsonaro no solo reforzó el vínculo entre ambos exmandatarios, sino que también ayudó a posicionar al expresidente brasileño como parte de una coalición global de líderes conservadores que luchan contra lo que consideran una "amenaza de izquierda" en sus respectivos países.

"La persecución política del violador de derechos humanos sancionado Alexandre de Moraes continúa, ya que él y otros miembros de la Corte Suprema de Brasil han decidido injustamente encarcelar al expresidente Jair Bolsonaro. Estados Unidos responderá como corresponde a esta cacería de brujas", publicó el secretario de Estado, Marco Rubio, tras conocerse la condena este 12 de septiembre.
Coincidencias ideológicas: Bolsonaro, Milei y la internacional reaccionaria
La visión económica y social de Bolsonaro tiene notables coincidencias con la de Javier Milei, presidente de Argentina. Ambos comparten un enfoque libertario en lo económico y conservador en lo social, apoyando políticas de mercado libre y siendo profundamente críticos con el intervencionismo estatal en la economía. Sin embargo, la relación entre ambos ha sido tensa, sobre todo después de que Bolsonaro intentara obtener asilo en Argentina, un movimiento que dejó en evidencia las ambiciones de fuga de un hombre que, en su momento de mayor poder, parecía intocable.

Bolsonaro, como Milei, aboga por políticas reaccionarias en lo institucional, buscando fortalecer el poder ejecutivo en detrimento del Legislativo y del Judicial. No es casualidad que ambos lideren una corriente de pensamiento que se caracteriza por el rechazo a los gobiernos progresistas en América Latina y por su alineamiento con el conservadurismo estadounidense.
Con su condena a 27 años de prisión, la figura de Jair Bolsonaro parece estar en su punto más bajo, aunque sigue siendo un referente de la ultraderecha brasileña. Su hijo Eduardo y sus aliados en Washington ya han comenzado a prepararse para las elecciones de 2026, donde intentarán recuperar el poder en Brasil. Sin embargo, los fantasmas de la insurrección y las pruebas en su contra siguen acechando.
Mientras tanto, Bolsonaro sigue esperando su operación, que será realizada el 14 de septiembre, mientras se enfrenta a un futuro incierto en el que sus maniobras para escapar de la justicia continúan siendo un capítulo más en la historia de un hombre que, a pesar de su caída, sigue siendo un símbolo de resistencia para muchos sectores conservadores, tanto en Brasil como en el extranjero.