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Elecciones en Brasil

Elecciones en Brasil: disputa entre la extrema derecha y el extremo centro

Jair Bolsonaro y Fernando Haddad rediseñan sus campañas para la segunda vuelta del 28 de octubre.

Bolsonaro triunfó en primera vuelta
Bolsonaro triunfó en primera vuelta | Cedoc

El resultado fue arrollador. Un mazazo, una ráfaga de esa ametralladora imaginaria que Jair Messias Bolsonaro dibuja con sus dedos en sus actos de campaña, gesto que levanta y hermana a sus seguidores en una amalgama sentimental poderosa y letal: el odio a Lula y al Partido de los Trabajadores (PT), el rechazo al establishment cuya corrupción quedó al descubierto por el Lava Jato, y el grito de guerra contra la el crimen organizado y el narcotráfico. La primera vuelta presidencial en Brasil fue, como en otras partes del mundo, decidida por quien agitara la emoción más fuerte: el odio a quien piensa distinto, el miedo a la vuelta al pasado, y el fantasma de un Ejecutivo digitado desde la prisión de la Policía Federal de Curitiba.

Con ese combo, Bolsonaro cosechó más de 49 millones de votos (46% de los sufragios válidos), superando incluso a Lula en 2006, cuando obtuvo 46,6 millones, y a Dilma en 2014, que se plantó en los 43 millones. Parece difícil que el electorado brasileño se comporte como el francés cuando frenó a los Le Pen en 2002 y 2017 y vote masivamente contra el candidato antisistema en la segunda vuelta del 28 de octubre. Las matemáticas no dan, simplemente porque otras candidaturas de derecha, como la del empresario João Amoêdo, de Novo, y el bombero y militar Cabo Daciolo, de Patriota, quedaron en quinto y sexto lugar y migrarían hacia Bolsonaro en el ballotage. Eso sin contar que algunos de los votantes de Geraldo Alckmin, Marina Silva y Henrique Meirelles podrían hacer lo mismo.

Fernando Haddad, con 29% de las preferencias, tendrá una tarea titánica en las próximas tres semanas. Deberá girar al centro, ser más el ex alcalde de San Pablo que el candidato de Lula, anunciar un ministro de Hacienda respetado por las fuerzas políticas que quedaron fuera de carrera, entre ellas el PSDB de Fernando Henrique Cardoso, que discuta en la arena pública con Paulo Guedes, el Chicago boy que Bolsonaro le ofreció a los mercados. Según escribió el politólogo Miguel Lago en la revista Piauí, lo que está en juego no es una disputa entre la izquierda y la derecha, sino entre el extremo centro y la extrema derecha, entre el orden liberal y el populismo, entre la globalización y el nacionalismo y, también, entre la civilización y la barbarie.

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Así y todo, puede que sea demasiado tarde para ese giro. Puede que la cultura bolsonarista, la que habla de fusilar a la “petralhada”, se regodea en el racismo, la homofobia y reivindica sin rubor a la dictadura militar, haya llegado para quedarse.