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Bush dejaría a su esposa para estar con "Condi"

El presidente de los EE.UU. estaría preparando un acuerdo de divorcio por U$$ 20 millones. La reacción de Laura Bush. Galería de imágenes. Galería de fotos

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| AFP

"Mi amor, tengo una junta importantísima. No me esperes para comer". Cientos de veces habrá escuchado esta frase -o alguna similar- la pobre Laua Welch, primera dama del país más poderoso dle mundo y eximia ama de casa. Pero según se rumorea en algunos medios estadounidenses, la excusa era sólo una verdad a medias: las prolongadas jornada de su mardio presidente, George W. Bush, se repartían entre el trabajo y, al parecer, el floreciente romance con su mano derecha, la secretaria de Estado, Condoleezza Rice.

La figura de la morena funcionaria cobró una inusitada importancia en la vida del matrimonio oficial -y del mundo en general- luego de los ataques del 11 de septiembre de 2001. Por entonces, ella se desempeñaba como asesora de Seguridad Nacional y se volvió la artífice de una política signada por la guerra preventiva y el espionaje en todas sus vertientes, en pos de la integridad de la Nación. Y dicen que fue haciendo gala de su inteligencia y de sus bien contorneadas piernas como logró, entre reunión y reunión, cautivar la volátil atención del líder republicano.

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No va más. Enterada del affaire, Laura puso el grito en el cielo y habría pedido el divorcio. Sin embargo, su entorno logró tranquilizarla con una oferta que fue incapaz de rechazar: un total de U$S 20 millones en concepto de "división de bienes", pero con la condición de mantenerse al lado de su marido hasta que finalice su mandato, el 20 de enero de 2009. Pero a pesar del apetecible numerito, las cosas entre la ex bibliotecaria escolar y el mandatario con aires de cowboy no estarían nada bien.

Según el diario estodounidense National Examiner, el matrimonio "se habla raramente y casi exclusivamente en ocasiones oficiales", dando a entender así que la separación es un hecho pueras adentro. Y va aún más allá: el conflicto no sólo se habría desatado por el furtivo romance con la actual secretaria de Estado, sino también porque "la primera dama no soporta que el presidente haya recuperado antiguos hábitos de consumo".

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