El Reino Unido amaneció ayer conmocionado por la muerte del diputado conservador David Amess, apuñalado en su circunscripción al sureste de Inglaterra, en lo que la policía describe como un acto yihadista, lo que reabrió el debate sobre la seguridad de los parlamentarios, cinco años después de otro asesinato similar.
El ataque ocurrió durante un encuentro con electores en una iglesia metodista, en la pequeña población de Leigh-on-Sea, 60 kilómetros al este de Londres.
El parlamentario, de 69 años, miembro del partido conservador de Boris Johnson y firme defensor del Brexit, recibió varias puñaladas poco después de mediodía. Un hombre de 25 años fue detenido de inmediato en el lugar.
La policía calificó el asesinato de acto terrorista e indicó que los primeros elementos de la investigación “revelan una motivación potencialmente vinculada al extremismo islamista”. Medios británicos apuntan que el hombre sería un británico de origen somalí. La policía cree que actuó solo. Dos viviendas fueron registradas en Londres.
La muerte de Amess, diputado desde hace casi 40 años, alabado por su gentileza por parlamentarios de todos los partidos, ha conmocionado al país. En señal de unidad, ayer por la mañana Boris Johnson y el jefe del partido de oposición laborista Keir Starmer, depositaron juntos coronas de flores en el lugar del drama. El primer ministro compartió una fotografía en Twitter del mensaje que dedicó a Amess en que se despidió de “un parlamentario elegante y de un muy querido colega y amigo”.
Este ataque recordó el asesinato en 2016 de la diputada laborista Jo Cox por parte de un simpatizante neonazi. Esta diputada, de 41 años, murió tras recibir varios disparos de un extremista, Thomas Mair, una semana antes del referéndum británico sobre la pertenencia a la Unión Europea. Estos dos dramas plantean interrogantes sobre los dispositivos de seguridad en torno a los diputados, en especial cuando estos están en contacto con el público en sus circunscripciones.
“No podemos dejarnos intimidar por un individuo”, declaró este sábado en Leigh-on-Sea la ministra del Interior Priti Patel, que subrayó la importancia para los diputados de “continuar ejerciendo sus funciones”. Pero algunos parlamentarios prefieren adaptar sus interacciones con el público como medida de seguridad.
¿Suspender reuniones? El diputado laborista Chris Bryant sugirió en un articulo en el diario The Guardian que los diputados se reúnan con sus electores “previa cita”. “No queremos vivir en fortalezas. Pero no quiero perder a otro colega por muerte violenta”, explicó.
El diputado conservador Tobias Ellwood, que intentó salvar la vida del policía Keith Palmer, apuñalado cerca del parlamento en un ataque reivindicado en 2017 por el grupo Estado islámico, recomendó en Twitter suspender las reuniones presenciales entre diputados y sus administrados.
Las cifras de la policía muestran un aumento de los actos de delincuencia contra los parlamentarios. En 2019, Scotland Yard evocó un incremento del 126% entre 2017 y 2018, y del 90% en los cuatro primeros meses de 2019. Numerosos representantes políticos han explicado haber sido objeto de amenazas de muerte en el contexto de los ásperos e interminables debates sobre el Brexit.
En 2010, el diputado laborista Stephen Timms fue apuñalado por una mujer tras haber votado a favor de la intervención británica en la guerra de Irak. Se recuperó de sus heridas.
Y diez años antes, un asistente del diputado liberaldemócrata Nigel Jones murió durante un ataque con sable en un encuentro con electores en Cheltenham, en el oeste de Inglaterra. El agresor, un hombre con problemas de salud mental, también hirió a Jones.
El presidente de la Cámara de los comunes, Lindsay Hoyle, se declaró dispuesto a “examinar la seguridad de los diputados así como todas las medidas a tomar”. Subrayó que el asesinato de David Amess “conmociona a toda la comunidad parlamentaria y a todo el país”.