INTERNACIONAL
Desde Río de Janeiro

Cumbre del Mercosur: ahora la culpa es de Argentina

Es notoria la ausencia de funcionarios argentinos claves. Nada parece indicar que las distancias se vayan a acortar en los tres años que le toquen compartir a Lula da Silva con Javier Milei.

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Javier Milei y Lula da Silva, presidentes de Argentina y Brasil. | Cedoc

Si había expectativas sobre esta cumbre LXIII del Mercosur, esta primera reunión de cancilleres, ministros de Economía y presidentes de Bancos Centrales del bloque, por poco entierra la reunión. Es notoria la ausencia de funcionarios argentinos claves como Santiago Cafiero y el todavía jefe del Palacio de Hacienda, Sergio Massa. Tampoco vino el titular del Banco Central, Miguel Angel Pesce, de modo que dejó sólo a su colega brasileño, Roberto Campos Neto. Las ausencias revelan los sucesivos problemas en que se ha visto sumergido el bloque regional, primero por la pandemia y en simultáneo, los años de divergencia que han separado a dos socios fundamentales: Brasil y Argentina. Nada parece indicar que las distancias se vayan a acortar en los tres años que le toquen compartir a Luiz Inácio Lula da Silva con el nuevo presidente Javier Milei.

Es esta fragilidad, a la que suman algunas incertidumbres generadas por el uruguayo Lacalle Pou, quien quiso cortarse solo en una relación de libre comercio con China, lo que explica que haya fracasado una vez más los intentos sucesivos de llegar a un acuerdo definitivo con la Unión Europea. Ese tratado era la esperanza del gobierno brasileño, para quien la firma daría un impulso fuerte al bloque sureño, desgastado los últimos años. Si primero le adjudicaron las culpas al presidente francés Emmanuel Macron, ahora la responsabilidad se la adjudican al gobierno de Alberto Fernández, quien estará mañana en la cumbre de presidentes.

A tres días de entregar la banda presidencial a Javier Milei, el todavía jefe de la Casa Rosada no quiso hacerse cargo de poner su sello en el pacto con los europeos. El argumento oficial es la proximidad del final de la actual gestión; en ese sentido, hasta parecería lógico dejar que los asuntos, a ser todavía discutidos, quede en manos del presidente bautizado durante su campaña como el “Anarcocapitalista”.

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Ocurre que para Lula y sus ministros, como también para la UE –excepto Francia--, dudan de lo que deparará el nuevo gobierno argentino. Temen que pueda ralentizar las negociaciones con el bloque europeo.

En fin, Brasilia tiene sus propios temas para remodelar lo que fue el texto del tratado anunciado en su momento con enorme entusiasmo por los expresidentes Mauricio Macri y Jair Bolsonaro, con el consenso de sus pares de Uruguay y Paraguay. En verdad, las mayores divergencias tienen que ver con un asunto ambiental, especialmente perjudicial para Brasil, y otro que tampoco quieren en Brasilia, relacionado con las compras gubernamentales. La disputa en este caso se refiere a una cláusula que establecía un tratamiento de igualdad entre empresas de la UE y del Mercosur en las licitaciones de Estado, lo que podría generar un desequilibrio favorable a Europa.

Claro que habrá algunas novedades: es el caso del ingreso de Bolivia al Mercosur como miembro pleno del bloque. Pero también debe ultimarse el acuerdo comercial y de inversiones con Singapur. Y finalmente, algo deberán decir los cancilleres “mercosureños” sobre el eventual enfrentamiento entre Venezuela y Guyana, que podría crear una situación juzgada de catastrófica para la región.