Jair Bolsonaro ya no es el mismo que asumió el 1º de enero del 2019. A diferencia del año pasado, y pandemia mediante, busca soluciones más afines a las demandas de sectores sociales frágiles. Lo demostró esta semana, luego que dispararan los precios de productos esenciales en la mesa de las familias brasileñas: el arroz, el “feijao”, o poroto negro y el aceite de soja. Hay, de hecho, una estampida: a principios de marzo, una bolsa de cinco kilos de arroz costaba 15 reales (2,7 dólares); ahora está en 40 reales (7,27) dólares. Tan solo en agosto, el salto fue de 30%.
En marzo, una bolsa de cinco kilos de arroz costaba 15 reales (2,7 dólares); ahora está en 40 reales (7,27) dólares.
El presidente hizo una jugada política exitosa para controlar el alza de productos capaces de conmover los hogares brasileños: el arroz y el poroto son esenciales en almuerzos y cenas; así como el pan es infaltable en la mesa de los argentinos. Ante la estampida, Bolsonaro no dudó en utilizar los mecanismos necesarios para obligar a la baja. Accionó a la Secretaría Nacional del Consumidor, que depende del ministerio de Justicia. Y el organismo inició investigaciones en 10 grandes cadenas de supermercados y 21 redes de distribución. Los funcionarios de la Senacon advirtieron que, si se registran “excesos”, serán aplicadas multas. Para el ministerio de Economía, que comanda Paulo Guedes, semejante estrategia “contradice los principios básicos del neoliberalismo”. Uno de los colaboradores del ministro, el secretario Geanluca Lorenzon, fue más duro al alertar sobre “el riesgo que implica un control de precios, con un costo para los agentes económicos que puede derivar en el desabastecimiento”. La medida también tomó por sorpresa a la ministra de Agricultura, Tereza Cristina. A pedido del presidente, la funcionaria resolvió abrir el mercado de arroz a las importaciones, mediante la eliminación del arancel aduanero. Así les avisó Bolsonaro a los directivos de la Asociación de Supermercados, en una cita donde les reclamó que reduzcan el margen de ganancia de los productos de la canasta básica. “Les he pedido que el lucro de esos productos esenciales sea próximo de cero” comentó el jefe de Estado.
La causa de la estampida, según los economistas, tiene dos componentes: la mayor permanencia dentro de los hogares por cuenta del aislamiento social; y una devaluación competitiva del real con relación al dólar, que generó una fuerte onda exportadora del cereal: las ventas al exterior subieron 260% entre marzo y julio. “Los países asiáticos dejaron de vender en el mercado internacional. Y entonces hubo una demanda creciente por el arroz brasileño” indicó el especialista Flavio Silva. En sus cálculos, “los precios de estos alimentos seguirán aumentando”.
Para el gobierno de Bolsonaro, esto no es un detalle: pone en juego la eficacia de una medida que representó para el presidente una oleada de popularidad. Se trata el auxilio de emergencia de 600 reales (110 dólares), concedidos desde abril a millones de brasileños que quedaron sin ingresos por culpa de la pandemia. A partir de ahora, esa ayuda oficial se reducirá a la mitad, y sólo se prolongará hasta diciembre. Ese estipendio explica el aumento de las ventas minoristas que en julio subieron 5,2%, de acuerdo con el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE).
Bolsonaro está interesado personalmente en aumentar los gastos destinados a proyectos de obras públicas que generen empleo.
En este contexto, el ministro de Economía sufre estos días fuertes presiones para flexibilizar las reglas del ajuste fiscal. Y Bolsonaro está interesado personalmente en aumentar los gastos destinados a proyectos de obras públicas que generen empleo. Lo cierto es que Paulo Guedes perdió espacio dentro del gabinete nacional y “quedó en la línea de flotación”. En paralelo, ganó escala el “ala militar”, encabezada por los generales Walter Braga Netto, ministro coordinador, y Luiz Eduardo Ramos, jefe de la Secretaría de Gobierno. Ambos son partidarios de aflojar “los planes de austeridad”.
En el Palacio del Planalto (la casa de gobierno), no quieren perder las conquistas que ayudaron a compensar, al menos parcialmente, el derrumbe de 9,7% del Producto Bruto Interno ocurrido en el segundo trimestre del año. Estos días, las agencias de calificación de riesgo afirman que la recesión en Brasil será menos aguda que lo pronosticado. Al finalizar el año prevén una caída del 5,8%, frente al 7% calculado con anterioridad. Sin embargo, esas consultoras internacionales advierten sobre los riesgos de descuidarse con los gastos: la deuda interna brasileña representa 95% del PBI, cuando en 2019 era de 76%. Para la agencia Moody´s, “las propuestas de ampliar el gasto social son un riesgo para la elevación de los desembolsos del Estado”. Sugiere, entonces, como alternativa “una rápida recuperación del equilibrio fiscal”, que otorgue calidad a la retomada del crecimiento económico.
* Autora de Brasil 7 días.