En el TEG de Vladimir Putin, el retiro de tropas de Kiev implica reagruparlas en la disputada región limítrofe del sudeste ucraniano, Donbass, para el asalto definitivo. La reducción de las operaciones militares en la capital de Ucrania, negociada por ambas partes en Estambul, derivó en la estrategia rusa de reagrupar a los suyos para intensificar los ataques en el punto de partida: Donetsk y Lugansk, declaradas “repúblicas populares” rusas por la Duma, el Parlamento ruso.
La delegación rusa prometió reducir en forma drástica sus operaciones en el norte de Ucrania, pero se guardó en la manga el aumento de las hostilidades en la madre de todas las discordias, el Donbass.
La liberación de de esa región, en el léxico ruso, significa el asalto final sobre un territorio que vive un conflicto armado desde abril de 2014 por los enfrentamientos entre el ejército ucraniano y milicias pro rusas. El saldo fue de unos 14.000 muertos civiles y militares, según la ONU. Más de 1.000 desde el día uno de la guerra, el 24 de febrero.
Ni el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelenski, ni el de Estados Unidos, Joe Biden, creyeron en las palabras de los emisarios de Putin. En el terreno, la presunta retirada de Kiev choca con una realidad: el movimiento de tropas como si se tratara de reagrupar fichas en el tablero para el golpe de gracia si los dados favorecen a Putin.
Se trata de un reposicionamiento en otros lugares para centrarse en objetivos militares alternos y potencialmente más exitosos. En el juego de mesa, la estrategia se ve compensada con otra movida. El regreso de tropas a Bielorrusia, aliado de Rusia, para reponer energías y concentrarse en la excusa inicial: la defensa de los pro rusos en el Donbass y en Crimea.
