INTERNACIONAL

El fantasma y el terror de Al-Qaeda complican la conmemoración del 11-S

Estados Unidos está en alerta máxima por "amenazas creíbles”. El terrorismo después del asesinato de Bin Laden. Fotos.

Un religioso reza ante el Lazo de Conmemoración, una de las tantas muestras por el recuerdo del 11-S.
| AFP.

Desde hace ya diez años, Estados Unidos revisa sus condiciones de seguridad y suma, con ello, normas y estándares que aspiran a evitar un nuevo 11-S en el país. Sin embargo, el nuevo aniversario del ataque a World Trade Center dobla la apuesta: además de ser el décimo aniversario, se trata del primero tras la muerte del líder histórico de la red terrorista Al-Qaeda, Osama Bin Laden. El alerta es máximo, y la advertencia de la organización fue clara.

Esta mañana, el vicepresidente estadounidense, Joe Biden, confirmó los dichos del alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, en torno a la existencia de una amenaza “creíble”, aunque “no confirmada”. “Es una amenaza creíble”, admitió hoy el funcionario. Si bien Biden pidió llevar calma a la población, los trascendidos sobre la presencia de algunas células terroristas en el país contradice el mensaje oficial.

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De acuerdo con medios norteamericanos, la CIA alertó sobre el avance del plan trazado por Al-Qaeda para vengar la muerte de Osama Bin Laden, en mayo de este año. El organismo estadounidense sostiene, en base a informaciones surgidas en territorio paquistaní, que tres hombres (de los cuales uno sería estadounidense) planearían dos atentados con coches bomba, a realizarse contra túneles o puentes de Nueva York y Washington, en fechas cercanas a la conmemoración del ataque de 2001.

Las autoridades de ese país dan por descontado que se trataría de un nuevo intento de Al-Qaeda. Si el 11-S fue la declaración de una “guerra santa” contra el país por haber invadido Arabia Saudita durante los ’90, y los ataques sucesivos (en España e Inglaterra, en 2004 y 2005) encarnaron la contrapartida de ambos países por apoyar la avanzada militar occidental sobre Afganistán, a ningún especialista en Seguridad nacional sorprende que, esta vez, la organización fundamentalista trate de vengar la muerte de su fundador.

Viejos conocidos. Después de los atentados de 2001, la opinión pública comenzó a familiarizarse con la figura de Osama Bin Laden y Al-Qaeda. Sin embargo, sus vínculos comerciales e ideológicos con la familia del por entonces mandatario estadounidense son de vieja data.

El documentalista Michael Moore denunció que los Bush fueron, durante años, socios comerciales con Salem Bin Laden -afamado inversionista saudí y medio hermano de Osama- a través de la compañía petrolera Arbusto Energy,a través del único representante de Bin Laden en el mercado norteamericano, James Rath. Como era de esperar esta vinculación se rompió apenas se acusó a Osama Bin Laden de ser el autor del devastador ataque.

Este detalle financiero se opaca ante tres antecedentes graves: Estados Unidos responsabilizó a Al-Qaeda por el primer atentado en el World Trade Center (1993) y de las embajadas estadounidenses en Kenia y Tanzania (1998). Madeleine Albright, secretaria de Estado por aquellos años, alertaba sobre la necesidad de combatir, desde la comunidad internacional a las organizaciones que estuvieran detrás de ello. A partir de ese momento, la red fundamentalista estaba en la mira.

Una red despersonalizada y sin fronteras. Al abrigo de gobiernos basados en el más férreo fundamentalismo islámico, Al-Qaeda creció en todo Medio Oriente, pero no está anclada en ningún país en particular, ni siquiera en la región. De hecho, la imposibilidad de acabar con su organigrama reside en la sorprendente capacidad de trascender sus fronteras. La prueba cabal de esta característica es la adhesión de ciudadanos de cualquier país, y la revelación tardía del origen de los terroristas inmolados. Así, el movimiento ideado por el desaparecido Bin Laden está en todos lados, pero en ninguno a la vez.

De dónde proviene la amenaza. De acuerdo con las últimas informaciones, el posible atentado contra Estados Unidos se originó en Pakistán, de la mano del nuevo referente: el egipcio Ayman al Zawahiri.

El ex mano derecha de Bin Laden es una de las figuras más respetadas en el organigrama de la red terrorista, y fue señalado como el sucesor lógico del líder. En verdad, se estima que fue Al Zawahiri el “cerebro” detrás de algunos de los más cruentos ataques de la organización.

La primera acción terrorista que se le imputa es haber organizado en 1981 el asesinato del presidente egipcio Anuar el Sadat durante un desfile militar en El Cairo.

A partir de allí, siguió a Bin Laden a Sudán y se dedicó a mantener un austero segundo plano, sin perder el peso ideológico de su rol. En 1995 reapareció junto al líder en un video en el que ambos amenazaban con atacar a Estados Unidos por la detención del jeque egipcio Omar Abdel Rahman, en conexión con el atentado de 1993 contra el WTC.

Apenas dos meses después de los ataques de 2001, Al Zawahiri volvió a ser el portavoz del movimiento y apareció en variados videos difundidos por el canal televisivo Al Jazeera, compartiendo la responsabilidad de los atentados y el peso de las repetidas amenazas contra Estados Unidos y las fuerzas aliadas.

Fue él mismo quien exhortó, a través de un comunicado, a vengar el asesinato de Bin Laden, "una maldición para Estados Unidos". Hecha la advertencia, las fuerzas de la coalición occidental todavía no respiran tranquilas.