INTERNACIONAL
FIN DE LA CUMBRE EN EL VATICANO

El Papa quedó preocupado por un sínodo áspero y hostil

Según la prensa italiana, la dureza de los debates alarmó a Francisco. Al final, el cónclave le bajó el tono a la apertura a gays y divorciados.

Prelados. Obispos y cardenales debatieron dos semanas sobre la familia.
| AP y Cedoc Perfil

Luego de dos semanas en las que llegó a hablarse de una “revolución de la misericordia” en el seno de la Iglesia Católica, el Sínodo Extraordinario para la Familia convocado por el papa Francisco concluyó ayer con la aprobación de un documento final que no reflejó ningún cambio sustancial en la mirada de la jerarquía eclesiástica sobre temas como la homosexualidad y el divorcio. El cónclave en el Vaticano estuvo marcado por ásperos cruces entre los obispos y cardenales que, según la prensa italiana, dejaron preocupado al pontífice argentino.

La Relatio Synodi, el pronunciamiento definitivo que emitió el sínodo acerca de los problemas de la familia moderna, es un texto mucho más lavado que el documento provisorio que se había dado a conocer en los días previos, y que había generado expectativas sobre una posible “apertura” de la Iglesia a fieles gays y divorciados en segundas nupcias. Aun así, los tres capítulos que se refieren a esos temas no lograron un consenso unánime y alcanzaron menos de los dos tercios de los votos que se requerían tradicionalmente para convertir a las conclusiones sinodales en normativas firmes.

El punto 52 del documento, en el que se propone estudiar un camino penitencial para que los divorciados vueltos a casar puedan recibir los sacramentos, fue el que tuvo más votos en contra: se aprobó por 104 a 74 sufragios. Otro de los puntos más discutidos fue el referido a los homosexuales, que recibió 62 votos en contra. La mayoría de los padres sinodales aceptaron que “los hombres y las mujeres con tendencias homosexuales deben ser acogidos con respeto y delicadeza” y que se “evitará cualquier marca de discriminación”.

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Sin embargo, la Relatio dejó claro que la Iglesia no está ni cerca de discutir un cambio en materia doctrinaria acerca del matrimonio entre personas del mismo sexo. “No se pueden establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el diseño de Dios sobre el matrimonio y la familia”, reza el documento, donde se considera “del todo inaceptable” que organismos internacionales condicionen su apoyo económico a países pobres a la aprobación de leyes que admitan la unión civil entre gays.

Acerca de la cuestión del divorcio, el propio Francisco subrayó que el cónclave no puso en entredicho “la verdad fundamental del sacramento del matrimonio: la indisolubilidad”. El Papa admitió que las “animadas discusiones” no estuvieron exentas de “tensiones y tentaciones”, como la de la “rigidez hostil”, a la que definió como la actitud de “querer encerrarse en lo que está escrito”. Ecuánime, dijo que esas tentaciones provienen tanto de sectores que calificó como “tradicionalistas” como de los “denominados progresistas y liberales”.

El Pontífice adelantó que las proposiciones de la Relatio deberán ahora ser “maduradas y analizadas” por las diócesis de todo el mundo, antes de que los debates se profundizen en un nuevo sínodo que tendrá lugar en octubre de 2015.

“Sínodo, malhumor y hostilidad entre los prelados: Francisco preocupado”, tituló ayer el Corriere della Sera, y consideró que “la idea de que el sínodo podía culminar con un referéndum entre ‘innovadores’ y ‘conservadores’ resultó ser poco realista y engañosa”. La tesis que prima en la prensa especializada italiana es que la estrategia de comunicación del Papa sobre los debates fue demasiado riesgosa: el hecho de que todas las intervenciones se hicieran públicas sobreexpuso a los obispos y al propio Bergoglio, para quien el duro tono de la discusión terminó volviéndose inmanejable.

En esa dirección, el hecho de que las propuestas “aperturistas” del cardenal alemán Walter Kasper se hayan malinterpretado como una expresión directa del pensamiento del Papa –quien varias veces aclaró que no tiene ninguna intención de transformar el dogma– terminó favoreciendo a los sectores más conservadores, que ahora pueden asociar la tibieza final del sínodo a una derrota papal