El vicepresidente venezolano Elías Jaua se convirtió en los últimos días en el hombre más poderoso de la Revolución Bolivariana. Sociólogo, de 42 años, se destaca por su lealtad absoluta hacia el jefe de Estado. Pero Jaua esconde un pasado vinculado a la Argentina: fue designado como embajador de Venezuela en Buenos Aires en 2002. Sin embargo, vio frustradas sus aspiraciones diplomáticas al ser rechazado por el gobierno de Eduardo Duhalde. La justificación, según dejó trascender el Palacio San Martín por ese entonces, fue que el bolivariano tenía contactos con carapintadas argentinos.
Con Jaua como una de las figuras descollantes del chavismo, esa acusación volvió a cobrar relevancia. “A Jaua no se le rechazó el plácet, sino que se sugirió al gobierno de Chávez que proponga otro embajador”, aseguró a PERFIL el canciller Carlos Ruckauf durante el gobierno de Duhalde. Según el duhaldismo, el actual vicepresidente venezolano también habría tenido “vínculos” con piqueteros de izquierda y las FARC.
Sin embargo, desde el chavismo negaron a este diario que Jaua fuese cercano al carapintadismo y los carapintadas también rechazaron conocer al actual vicepresidente. “A Jaua no lo quisieron porque había sido militante en los 80 del Comité de Luchas Populares, que era el brazo legal del grupo guerrillero Bandera Roja”, afirmó Modesto Guerrero, otro de los candidatos a embajador de Caracas durante ese año.
Lo cierto es que existió una relación entre los carapintadas argentinos y los dirigentes bolivarianos, relación forjada por el propio Hugo Chávez. El vínculo, que mantuvieron entre 1992 y 1994 estuvo marcado por un nacionalismo compartido, y surgió tras el intento frustrado de golpe de Estado contra Carlos Andrés Pérez, un año y dos meses después del último levantamiento carapintada en la Argentina.
Por ese entonces, Chávez y los militares que lo secundaban mantuvieron un vínculo epistolar con Mohamed Alí Seineldín y los ex uniformados recluidos en el Penal Militar de Magdalena. En esa prisión, los carapintadas pegaron en la pared de una de las celdas un poster con la imagen del teniente coronel bolivariano. “Por ese entonces, los venezolanos tenían una profunda admiración por nosotros”, confió a este diario Hugo Abete, ex mayor del Ejército y mano derecha de Seineldín.