Zaporiyia fue un objetivo clave de Rusia desde que entró en guerra con Ucrania hace exactamente nueve meses. Los ojos del mundo se posaron en esa región del sureste ucraniano por un detalle no menor: además de ser un enclave estratégico, alberga a la central nuclear más grande de Europa y la tercera del mundo.
En medio de acusaciones cruzadas entre Kiev y Moscú, los incesantes bombardeos y los cortes de electricidad activaron las alarmas en torno a la seguridad de los reactores nucleares, abriendo la posibilidad de un accidente nuclear mayor. A esto se suman las denuncias de torturas y asesinatos por parte de los trabajadores ucranianos que siguieron operando la planta bajo control ruso.
Las hostilidades escalaron a tal nivel que el propio director de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA), el argentino Rafael Grossi, afirmó que existe un "riesgo real de catástrofe nuclear" que remite a la tragedia de Chernóbil en la Ucrania soviética, que dejó centenares de muertos y provocó una ola de contaminación radioctiva en Europa con eco en la actualidad.
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"Detengan esta locura", pidió Grossi el domingo 20 de noviembre, en tono conciliatorio y haciendo referencia a ambos bandos. El jefe de la OIEA, por su lado, se arriesgó al acudir a ese frente bélico para intentar resolver el dilema que representa crear una zona de seguridad neutral alrededor de Zaporiyia, luego de que se convirtiera arbitrariamente en un territorio cuya soberanía está en disputa tras la anexión "ilegal" dispuesta por Putin.
Cronología del dilema de Zaporiyia
En las instalaciones de la central Zaporiyia hay seis de los quince reactores nucleares que hay en Ucrania y que, antes de la guerra, aportaban el 20 por ciento de la electricidad del país. Un detalle que no pasó desapercibido por el presidente de Rusia, Vladimir Putin.
En su blitzkrieg versión siglo XXI, la "operación militar" (un eufemismo que utilizó para bajarle el tono a la invasión) apuntó a controlar ese bastión energético del que depende Ucrania y gran parte del viejo continente. La campaña iniciada el 24 de febrero fue un éxito. Las tropas rusas necesitaron apenas once días para tomar el control de las inmediaciones de la planta nuclear ubicada en la ciudad de Energodar.
A lo largo de nueve meses, las acusaciones y el fuego cruzado activaron las alarmas en torno a la seguridad de la planta, considerando que los misiles caen "a metros" de los reactores, según denunció Grossi esta semana. La OIEA, en tanto, se convirtió en un actor clave luego de que el 1 de septiembre enviara una misión con catorce expertos que partieron desde Kiev hacia Zaporiyia con el fin de evaluar la situación.
En los informes se reportaron los incesantes bombardeos, la presencia de tropas rusas y ucranianas, como también material bélico de Rusia presente en las instalaciones. Rusia y Ucrania, por su parte, celebraron la visita de la OIEA. Rusia para demostrar que en realidad los "terroristas" son los ucranianos (que bombardean un territorio que es de ellos) y Ucrania para revelar las atrocidades rusas y denunciar su "chantaje nuclear".
En lo único que coincidieron fue en negar las acusaciones en su contra. Mientras tanto, en medio de la escalada bélica, el gobierno ucraniano repartió cientos de miles de pastillas de yodo a los habitantes de la zona, para anticiparse a una potencial fuga radioactiva.
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El riesgo de una "catástrofe nuclear" en Zaporiyia
"Quien quiera que esté detrás de esto, debe parar inmediatamente", exigió el director del OIEA el pasado domingo, luego de la inspección de la planta tras haberse registrado al menos doce disparos. "Son (ataques) absolutamente deliberados y selectivos", agregó.
Además, detalló que, si bien la radiación se mantuvo en niveles normales, existieron daños en varios lugares, sobretodo "donde hay combustibles nuevos y usados". "Aunque no haya habido un impacto directo en los sistemas de seguridad claves, el bombardeo se acercó peligrosamente. Estamos hablando de metros, no de kilómetros", declaró.
El tono catastrófico de las declaraciones del inspector en jefe del organismo dependiente de la Organización de las Naciones Unidas es una muestra del estado de situación en Zaporiyia. Grossi viene denunciando desde septiembre que un impacto directo de un misil en los reactores o equipos de los que dependen "podría tener consecuencias graves".
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En tanto, las seis unidades de la planta diseñada por los soviéticos todavía no se vieron afectadas, considerando que están protegidas por "recintos de confinamiento más bien robustos", según explicó a el consultor y exresponsable del OIEA, Tariq Rauf, en diálogo con AFP. "Pero, naturalmente, no fueron diseñadas para resistir a una guerra", consignó.
La otra cara de la posibilidad de desastre nuclear son los cortes de electricidad prolongados. Los sistemas de la central están alimentados por cuatro líneas de 750 kilovoltios (kV), que fueron dañados varias veces por los bombardeos. Si falla esa red, la electricidad puede llegar por otras líneas a través de una central térmica cercana.
Pero esas vías también se vieron afectadas con regularidad, a tal nivel que los operadores de la planta tuvieron que recurrir a generadores eléctricos (tiene veinte en total), en medio de los apagones y los cortes de suministro eléctrico que desconectaron temporalmente algunos de los reactores de la planta.
"Un fallo prolongado en el enfriamiento conduciría a un accidente de fusión del combustible y a emisiones radioactivas al medio ambiente", indica el Instituto Francés de Radioprotección y Seguridad Nuclear (IRSN). Un escenario extremo parecido al ocurrido en marzo de 2011 en Fukushima, Japón.
A medida que el tiempo avanza, la guerra no pareciera estar cerca de su fin, a pesar de la exitosa contraofensiva ucraniana que le permitió recuperar parte del territorio anexado por Rusia luego de los cuestionados referéndum de septiembre, en su afán de preservar un cordón continental hacia la península de Crimea. La OIEA, por su parte, impulsa entre las partes una zona de protección en torno al recinto que ocupa la central. Hasta el momento, sin éxito.
CD / ED