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opinión

G20: ¿una familia disfuncional?

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Mesa. Las ausencias de Xi Jinping y de Vladimir Putin condicionaron el alcance del encuentro. | planalto

La aseveración del secretario general de la ONU Antonio Guterres caracterizando el G20 como una “familia disfuncional” despertó muchas inquietudes sobre la realización de la cumbre de este grupo en Nueva Delhi. Luego de haber contribuido, en sus orígenes, a sortear la crisis financiera de 2008, el foro multilateral informal que reúne a 19 países y a la Unión Europea intentó avanzar sobre otros temas relevantes de la agenda económica mundial y la defensa y promoción de bienes públicos globales. Torpedeado por el presidente Trump en 2017, el foro logró estabilizarse, pero inició una fuerte deriva hacia una creciente politización. La guerra en Ucrania y la disputa estratégica entre los Estados Unidos y China, con sus repercusiones en el sudeste asiático, reforzaron esta tendencia. Mientras que en la cumbre de Bali de 2022 se avanzó sobre un acuerdo fiscal mundial que imponía una contribución de un impuesto mínimo del 15 por ciento por parte de los países y nuevas normas para los impuestos a pagar por las grandes corporaciones, la polarización de sus miembros en torno a la condena de Rusia por el despliegue de su “operación militar especial” en Ucrania marcó la declaración final al negarse algunos participantes a suscribir una condena a Moscú.

En este marco, el inicio de la cumbre de Nueva Delhi ayer anticipaba una serie de dificultades para el gobierno de la India –país anfitrión en esta ocasión– y nuevamente focalizaba la atención hacia los temas geopolíticos que enfrentaban a sus miembros. Las ausencias de Putin y de Xi Jiping contribuían a las preocupaciones de India sobre la imposibilidad de consensuar un documento final y ponía en evidencia la creciente rivalidad entre Nueva Delhi y Beijing. Una rivalidad que, desde la reciente XV Cumbre de los Brics en Johannesburgo, se enmarcaba en la pugna generalizada entre los principales bloques de naciones en conflicto en torno a la búsqueda de ganar aliados y adeptos en el Sur Global. De hecho, durante la Cumbre de los Brics las fricciones entre India y China –de por sí enfrentadas por disputas territoriales– en torno a la ampliación del grupo (China proponía la incorporación de un número importante de nuevos miembros mientras que una India reticente solo se avenía a la inclusión de tres miembros más) acentuaron las tensiones entre ambas naciones.

La ausencia de Xi en Nueva Delhi no solo pareció reflejar un intento de disminuir la importancia del foro organizado por la India, sino también el creciente alejamiento de Beijing de foros colectivos que no reflejaran sus intereses y su primacía, y su énfasis en espacios y mecanismos alternativos como los Brics, el próximo décimo aniversario de la Iniciativa de la Franja y de la Ruta, el G77 y la Organización de Cooperación de Shanghái. La priorización de estos ámbitos y organismos por sobre el G20 señala, de hecho, que, pese a las dificultades que atraviesa su economía, China prefiere apostar a nuevos socios en el Sur y a reducir su vinculación con sus socios occidentales. En este sentido, la Cumbre de Johannesburgo reafirmó las aspiraciones y expectativas chinas en relación con su proyección e influencia global, con la incorporación de seis nuevos miembros al Brics –ahora Brics Plus– y el potencial acceso a corto plazo de otros países aspirantes.

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Sin embargo, la ausencia de los mandatarios ruso y chino en Nueva Delhi pareció abrir un espacio para una influencia decisiva de los Estados Unidos (que prometió más ayuda para los países en desarrollo) y sus aliados occidentales en la Cumbre del G20, augurando una declaración final más a tono con sus intereses estratégicos. Una fractura entre bloques difícil de superar en el actual entorno internacional.

Para la India –que asumió como vocero de los intereses del Sur Global–, esta compleja fractura entre los principales protagonistas del G20 amenazaba con dificultar la posibilidad de emitir una declaración final consensuada en la cumbre y de anotarse un triunfo como mediador relevante en la escena internacional. Aunque en esta ocasión –a diferencia de Bali– el presidente Zelenski de Ucrania no fue invitado a participar (señalando el progresivo desgaste del tema ucraniano como foco de diversos ámbitos multilaterales)–, la condena a Rusia seguía pendiente como un punto conflictivo en la agenda. A la que además se sumaba la aspiración de Modi de incluir en el G20 a la Unión Africana marcando su creciente influencia en el ámbito africano.  

Pese a estos espinosos temas que dificultaban que la diplomacia india se anotase un éxito manteniendo su tradición de no alineamiento, aparentemente ayer se aprobó la incorporación de la Unión Africana como nuevo miembro del G20 y se diluyó la condena a Rusia con una apelación general a la paz y a la resolución de conflictos a través del diálogo en la declaración final. De confirmarse que esta declaración sería firmada por todos los participantes, India se anotará un significativo triunfo diplomático que no solo la confirmaría en su rol de vocero del Sur Global, sino también como un actor relevante e influyente en una transición global en la que la confrontación entre bloques amenaza con dificultar la gobernanza global e incrementa la actual fragmentación mundial. 

* Analista internacional y autor de Guerra y transición global.