INTERNACIONAL
Importancia estratégica

Hay que defender el acuerdo Mercosur-UE

Los actores centrales de la política exterior argentina -diplomáticos, políticos, académicos y empresarios- deben convertir en acciones el consenso en torno al tratado con la Unión Europea.

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Un tratado ambicioso, pero difícil de implementar. | Cedoc

En un mundo altamente incierto, donde la fragilidad del sistema de gobernanza global se combina con la puja creciente entre EE.UU. y China, no es siempre sencillo para un país como Argentina identificar los pasos concretos a seguir en política exterior. Pero algunas afirmaciones recientes del Canciller Felipe Solá, parecen abrir el camino para lograr un consenso mayoritario en torno a la conveniencia de un acuerdo Mercosur-Unión Europea (UE), de importancia tanto económico-comercial como geopolítica.

El canciller afirmó que “nosotros hemos cambiado nuestra posición”, explicó que se habían opuesto al acuerdo por considerar que los plazos de desmantelamiento arancelario eran peligrosos para ciertos productos argentinos -citando el sector automotriz-- y que los acuerdos no eran nada generosos en cuanto al acceso de productos agropecuarios a Europa.  Solá considera que Europa ha tenido una actitud egoísta en este rubro, aunque entendía que varios países se habían incorporado a la UE, con algunos, como Polonia, siendo importantes productores agropecuarios. El Canciller afirma ahora que están dispuestos a dar continuidad al acuerdo -lo que implica firmarlo-, y que cuando Europa se decida y lo apruebe, no lo van a detener ni rechazar, y será enviado para aprobación al Congreso.

Según el general Mac Arthur “nada substituye a una victoria”. Pero la victoria diplomática que significó llegar a un acuerdo Mercosur-Unión Europea en junio del 2019, no pudo substituir la imagen poco victoriosa en términos económicos y electorales que el gobierno Macri generaba. A su vez, si bien se recuerda la emoción del canciller Faurie, y la alegría del ministro Dante Sica y el secretario Horacio Reyser, no quedó claro qué se celebraba. Para ponerlo en términos deportivos, no se sabía si se había ganado por uno o dos goles, si se había empatado a último momento, o si habíamos cedido uno o dos puntos, pero igual habíamos clasificado. 

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A medida que se fue revelando el misterio de lo firmado, y considerando el “timing” y las circunstancias geopolíticas en que se firmó, las opiniones con respecto al acuerdo se tornaron más racionales. Se entendía que los resultados económicos de un acuerdo serían positivos, que irían de exiguos a moderados, dependiendo del esfuerzo que realizaran los sectores productivos y el Estado argentino-, y que beneficiaría a las economías regionales. Por un lado se comprendía que las concesiones hechas a los sectores agropecuarios del Mercosur se expresaban en aumentos de cuotas, no demasiado generosas. Y que la exigencia europea de liberar más del 90% de los productos (Mercosur proponía un 87%), había sido cumplida, al incluir un 4% adicional correspondiente al sector automotriz, pero que se desgravaría en unos inéditos 15 años, un logro adicional para el Mercosur. Por el otro lado, a pesar de una sensación de opacidad y declamada poca comunicación con los sectores productivos, se obtuvieron importantes logros para las industrias locales. Estos serían la idea de no innovar en materia de aprobación de patentes -importante para las farmacéuticas locales-, los acuerdos textiles entre actores privados de ambas regiones, la posibilidad de que nuestros servicios pudieran competir en licitaciones públicas en la UE, y la innovadora clausula “del abuelo” que limitaba la aplicación de las reglas de denominación geográfica reclamadas por Europa, en el caso de productos ya comercializados en nuestro país hace generaciones. En este contexto, el canciller Solá expresó una creencia generalizada al decir que: “no hay que pensar sólo en términos estáticos, sino también en los dinámicos, en particular en cómo ser competitivos en ciertos sectores industriales en 10 a 15 años. Agregando que “hay que perder el miedo, que sino el mundo nos deja atrás”. 

Un consenso mayoritario con respecto al acuerdo puede tomar el carácter de una política de Estado si consideramos su importancia geopolítica. Si en el pasado uno de los motivadores del acuerdo fue balancear la influencia de EE.UU. en la región, hoy serviría para balancear la influencia china. A su vez, en un contexto donde EE.UU. demuestra aislarse de algunas instituciones del sistema global, Europa aparece como un crítico defensor tanto del sistema multilateral, como del sistema democrático liberal. Una más estrecha colaboración económica y geopolítica con la UE será claramente de beneficio mutuo. Para Dante Sica, este acuerdo marcaría un quiebre histórico para la Argentina en la manera de integrarse con Europa.

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La Argentina tiene una gran oportunidad para avanzar en este acuerdo, en su rol como próximo presidente pro-tempore del Mercosur. Para ello deberá enfrentar por lo menos dos grandes desafíos. El primero es sobrepasar las consecuencias de los gestos antidiplomáticos de Jair Bolsonaro, mezclando temas ambientales y personales, para alienar al presidente de Francia, Emanuel Macron. Para esto habrá que trabajar con los sectores brasileños que apoyan el acuerdo para lograr declaraciones o concesiones de parte de Brasil en temas ambientales. El segundo desafío es sobreponerse a la oposición en algunos parlamentos europeos -por causas que incluyen lo ambiental y también intereses agropecuarios -que debe ser superada por parte de Bruselas, con una visión y argumentos geopolíticos.

La posibilidad de convertir lo que parece un consenso mayoritario en torno al acuerdo Mercosur-UE en una política de Estado recae en la “cuádriga” exterior argentina, que forman diplomáticos, políticos, académicos y empresarios. Habrá que avanzar en conjunto y con empeño para superar los obstáculos que se presentan.