Gran conocedor de las negociaciones comerciales de la Unión Europea, el letón Vladis Dombrovskis fue designado hoy Comisario Europeo de Comercio, y tendrá entre sus tareas reanimar el acuerdo en el Mercosur, una tarea que, para muchos, será casi imposible.
Uno de los tres vicepresidentes de la Comisión Europea, el Poder Ejecutivo de la UE, cargo que retendrá, Dombrovskis lleva seis años en Bruselas, donde se forjó la reputación de un hombre competente, familiarizado con los problemas económicos, y dueño de una imagen austera.
Ex primer ministro de Letonia, cargo al que llegó en 2009 con 37 años de edad, lo que lo convirtió en el premier más joven de Europa, es también el que más tiempo permaneció en su cargo desde la independencia, en 1991. Renunció en 2013, después de que 54 personas murieran por el derrumbe del techo de un supermercado en Riga.
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En la UE ha tenido a su cargo, entre otras cosas, la negociación del futuro acuerdo de inversión con China, y los trabajos encaminados a reformar la Organización Mundial del Comercio (OMC). Físico de formación, habla inglés, alemán, ruso y entiende el español.
Ahora tendrá una agenda muy complicada, en la que se destacan temas como la relación con Estados Unidos, el acuerdo con el Mercosur, el Brexit y la defensa del mercado interno.
Concluido a mediados de 2019 luego de más de veinte años de discusiones, el acuerdo comercial de la UE con los países del Mercosur –el más ambicioso negociado por Bruselas- atraviesa un momento difícil.
El nudo del problema está en las consecuencias del texto para los agricultores europeos, pero sobre todo los riesgos que plantea para el medio ambiente, en particular para la selva amazónica.
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Ya era sabido que el complejo mecanismo de ratificación parlamentaria en cada país europeo sería muy duro de atravesar -los parlamentos de Austria y Holanda ya lo rechazaron, y los de Bélgica, Francia, Irlanda y Luxemburgo son muy reticentes- pero en los últimos meses se sumaron las presiones ambientalistas ante la política del gobierno de Jair Bolsonaro frente a la Amazonia.
Incluso Alemania, que ha sido durante mucho tiempo un gran defensor del acuerdo e inicialmente esperaba firmarlo antes de fin de año, recientemente dio un giro de 180 grados, luego de que la canciller Angela Merkel recibiera en Berlín a la joven activista sueca Greta Thunenberg.
"El nuevo comisario tendrá un poco de eso en sus manos", dice la especialista Cecilia Bellora, investigadora en el área de comercio internacional del think tank francés Cepii. “Hacer aprobar el texto tal como está y con el gobierno en el poder en Brasil, no veo cómo se podrá hacer", señaló.
Martín Calveira, investigador del área Economía del IAE Business School, de la Universidad Austral, reconoce la dificultad que enfrenta la aprobación del tratado, pero no cree que sea insalvable. “La imposibilidad de un acuerdo no está determinada, dice a PERFIL. Hay muchos intereses económicos y políticos en el medio”.
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Según el investigador argentino, desde el punto de vista técnico, “el acuerdo no obliga a modificar legislación ambiental y reconoce los compromisos asumidos en esa materia por cada país, implementando también el Acuerdo de París”. Además, tiene un capítulo dedicado al desarrollo sostenible.
Para Calveira, “el acuerdo debería hacer vinculante cuestiones en común de acuerdo a este tema. Dado esto, no se dispondría de un impedimento legal bien identificado que argumente no avanzar en el acuerdo, a pesar de lo que ocurre en la Amazonia”.
Sin embargo, los problemas más serios serán en el campo de la negociación política, donde es esperable que la UE exija aclaraciones al gobierno brasileño respecto a sus políticas ambientales, duramente criticadas dentro y fuera de Brasil.
Bolsonaro ha mantenido ya enfrentamientos con el francés Emmanuel Macron por la cuestión de los incendios en la Amazonia y grandes fondos de inversión han advertido que no invertirán en Brasil si no ven otra actitud ante el daño ambiental que sufre el “mayor pulmón del planeta”. Hay también una campaña internacional para boicotear la soja y el ganado producidos en regiones amazónicas deforestadas.
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Alemania asumió en julio la presidencia rotativa de la UE. En los últimos días, Angela Merkel admitió que tal como estaban las cosas no sería positivo implementar el acuerdo con Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay.
Sin embargo, el interés ambiental podría no ser mejor defendido de esa manera, advirtió el jefe de la Unión Económica y de Medianas Empresas de los partidos conservadores CDU/CSU, Carsten Linnemann.
“Sería ingenuo creer que podemos detener la deforestación de la selva tropical al no ratificar el acuerdo. Si la UE deja fracasar el tratado negociado, los países sudamericanos acudirán cada vez más a China. Y eso no ayudaría al clima, todo lo contrario”, afirmó Linnemann.