INTERNACIONAL
EN UNA PRISIÓN DE ALABAMA

Intentan durante horas ejecutarlo con una inyección letal y sobrevive

Doyle Lee Hamm tiene 61 años y cáncer terminal. Como no podían usar sus manos y brazos, lo pincharon por todo el cuerpo y no pudieron matarlo.

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Doyle Lee Hamm. | NYT

Las noticias sobre condenados a muerte desde los Estados Unidos no dejan de sorprender. El jueves pasado dimos cuenta del caso de Thomas "Bart" Whitaker, responsable de la masacre de su familia en 2007, indultado cuando estaba a punto de ser llevado a la sala de ejecuciones para recibir la inyección letal y salvado por un indulto del gobernador del estado de Texas, George Abbot, que conmutó su pena a prisión perpetua.

Un par de días más tarde contamos la historia de su padre, Kent Whitaker, que fue el que impulsó la campaña para conseguir que no ejecutaran a su hijo, incluso a pesar de la particular situación de haber sobrevivido a la tragedia de su familia de milagro, ya que el sicario contratado por Thomas le disparó en el pecho.

El hombre contó que había luchado para que perdonaran la vida de su hijo porque era el único miembro de su familia que quedaba vivo, considerando como "una paradoja que el gobierno de Texas hiciera justicia con la masacre de mi familia ejecutando justamente al miembro que quedaba vivo". Además dijo que "incluso alguna vez esperaba poder volver a abrazar a su hijo", desatando una catarata de comentarios en favor y en contra de su cruzada.

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Cuando contamos del indulto providencial que salvaba la vida de Whitaker hijo, señalamos que esa misma noche no habían tenido la misma suerte otros dos condenados a muerte: el estado de Florida había ejecutado a Erich Branch, por la violación y asesinato de una estudiante en la Universidad del Oeste de Florida en 1993; en tanto que Alabama habia administrado la inyección letal a Doyle Lee Hamm, un hombre de 61 años condenado por asesinar al recepcionista de un motel durante un asalto en 1987.

Bien, hasta ahí el detalle de esas novedades desde el corredor de la muerte, pero este martes el New York Times contó los detalles de la "ejecución" de Hamm en Alabama, ciertamente dignos de una película de terror. Doyle Lee Hamm lleva 30 años en el Corredor de la Muerte y está muriendo de cáncer, con un estado de salud ya tan precario que los médicos de la prisión debieron estudiar en que parte de su cuerpo le podían administrar el cóctel de drogas mortal, ya que en sus manos y brazos resultaba imposible por su extrema delgadez.

Así se concluyó en que "sus piernas eran aptas" para la inyección y luego de más dilaciones judiciales, el Tribunal Supremo ordenó que se lo ejecutara el pasado jueves. Así lo llevaron a la sala de ejecuciones, donde los médicos de la prisión lo sometieron a una literal sesión de tortura, insertando la aguja letal en su ingle una decena de veces, perforando incluso su vejiga en busca de una arteria, hasta cesar en esa danza macabra luego de varias horas justo antes de medianoche, enviando al reo de nuevo a su celda.

Según contó Bernard Harcourt, abogado de Lee Hamm,"fue una injusticia para la justicia, una sesion de tortura". El caso ha convertido a Doyle Lee Hamm en el primer reo que sale de la sala de ejecuciones de Alabama con vida. Para cerrar la tremenda historia, vale resaltar la frase del Comisionado de Correcciones de Alabama, Jeff Dunn, para referirse al tema: "No necesariamente caracterizaría lo que tuvimos esta noche como un problema..."