Israel y Siria viven al borde de la guerra hace más de medio siglo. Por estos días, mantienen un enfrentamiento militar de baja intensidad, con dos ofensivas oficiales israelíes en territorio gobernado por Bashar Al Assad y amenazas cruzadas de eventuales nuevos ataques. Si bien la tensión no llegó a las cuotas máximas que hubo durante la Guerra de los Seis Días, en la que Israel conquistó los Altos del Golán, el conflicto civil en Siria, que ya se cobró más de 70 mil vidas, es una constante amenaza para el gobierno de Benjamin Netanyahu.
La alarma creció cuando Hassan Nasrallah, líder del grupo libanés Hezbollah, anunció que combatiría junto a los soldados sirios en caso de una guerra con Israel. Ayer se conoció un comunicado del Frente Popular para la Liberación de Palestina, con sede en Damasco, que sostuvo que está preparándose para recuperar por la fuerza el Golán.
Esas amenazas se sumaron a la gravedad que reviste la guerra civil siria, en la que, por un lado, están las fuerzas leales al régimen que controla con mano de hierro Damasco hace 42 años, y, por el otro, los islamistas radicales y militantes de Al Qaeda que luchan junto a los rebeldes.
El enfrentamiento puede convertirse en una amenaza a la paz internacional debido al arsenal de armas químicas que controla Damasco, que, según denunciaron Israel y los Estados Unidos, ya habrían sido utilizadas por Al Assad.
Tras los ataques israelíes a un cargamento de armas que serían destinadas a Hezbollah, el presidente sirio sostuvo que no dudará a la hora de enfrentarse a “las aventuras” israelíes. “El pueblo sirio y su valiente ejército son capaces de enfrentarse a las aventuras israelíes que constituyen una cara del terrorismo que tiene como objetivo a Siria”, dijo esta semana Al Assad.
Si bien la escalada militar entre Jerusalén y Damasco parece no tener fin, Netanyahu también ve con preocupación que al otro lado de los 76 kilómetros de frontera que comparte con Siria ganen influencia los islamistas radicales. Por ese motivo, Efraim Halevy, ex director del Mossad, considera que Al Assad es el hombre preferido por Israel en Siria. “No es casualidad que esos ataques se centraron en la destrucción de los depósitos de armas. Jerusalén, en última instancia, tiene poco interés en precipitar la caída de Bashar Al Assad”, escribió el especialista en inteligencia en la revista Foreign Affairs.
Por su parte, el embajador israelí en los Estados Unidos, Michael Oren, explicitó cuál es la línea roja de su gobierno, al asegurar recientemente que su país “no permanecerá pasivo si Al Assad intenta transferir armas químicas a Hezbollah u otros grupos”.
La tensión aumentó ayer en Medio Oriente tras la explosión de dos bombas en el sur de Turquía, en la frontera con Siria, que dejaron cuarenta muertos y cien heridos. El premier turco, Recep Tayyip Erdogan, apuntó a Siria, al relacionarlas con el conflicto que vive el país vecino o con el proceso de paz en Kurdistán, rechazado por Damasco.
Con Al Assad aferrado al poder, tras dos años de guerra civil, el país se convirtió en la pieza más vulnerable en el tablero geopolítico de Medio Oriente, la zona que más conflictos bélicos vivió desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Y, mientras sume al país en un baño de sangre, el sirio mira de reojo lo que sucede en Israel, país con el que nunca firmó un tratado de paz.