INTERNACIONAL
TRAGEDIA AMBIENTAL

La deforestación en la Amazonía de Brasil destruyó 5.042 km2 en el último año

El gigante sudamericano alberga el 60 por ciento de la Amazonia, que es la mayor selva tropical del mundo y, como tal, clave en la lucha contra el cambio climático.

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Incendios en la Amazonía (Brasil) el 25 de agosto de 2019. | AFP

La deforestación en la Amazonía de Brasil ha aumentado un 15 por ciento entre agosto de 2018 y julio de 2019, según el Sistema de Alerta de Deforestación, basado en imágenes captadas por satélites, que registró 5.042 kilómetros cuadrados de deforestación en este área.

La organización no gubernamental Imazon detalló que sólo en el mes de julio, la destrucción de los bosques ascendió a 1.287 metros cuadrados, lo que corresponde a un aumento del 66 por ciento con respecto a julio del año anterior cuando la deforestación alcanzó los 777 kilómetros cuadrados.

Acre, que tradicionalmente era un estado que no aparecía en la lista de regiones que más deforestan, ocupó la tercera posición en este ranking. Así los municipios con mayor área deforestada en julio de 2019 son Altamira (128 kilómetros cuadrados) y São Félix do Xingu (96 kilómetros cuadrados), en Pará (norte), y Porto Velho (78 kilómetros cuadrados), en Rondônia.

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Respecto a las áreas de conservación, la unidad Triunfo do Xingu perdió 82 kilómetros cuadrados en el mes de julio. Las otras dos unidades de conservación con mayor área deforestada en este mes están ubicadas en Rondônia: Florex Río Preto-Jacundá y Resex Jaci-Paraná, y perdieron 40 y 25 kilómetros cuadrados, respectivamente.

Por otra parte, este estudio demuestra que las áreas indígenas también sufren las consecuencias de la deforestación. Así, las tres áreas indígenas más perjudicadas en el mes julio se encuentran en Pará y son las reservas de Apyterewa y Trincheira Bacajá, ambas en el suroeste del estado, y la reserva Ituna/Itatá, en el sudeste de Pará.

A principios del mes de agosto Greenpace alertó del aumento de la deforestación en Brasil en un 40 por ciento en los últimos doce meses y criticaba que las políticas implementadas por el Gobierno de Bolsonaro están destruyendo el Amazonas.

El coordinador de Políticas Públicas de Greenpeace, Márcio Astrini, afirmó que el presidente Jair Bolsonaro y tres ministros de su gobierno "han estado una hora criticando las evidencias científicas e intentando enmascarar la realidad. No han proporcionado ninguna solución concreta al problema real de la deforestación". "En lugar de luchar contra estos hechos y los resultados científicos, el Gobierno debería cumplir su función de proteger el patrimonio ambiental de Brasil", subraya Astrini.

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"Bolsonaro optimizó un proyecto antiambiental en el país, que ha eliminado la capacidad de Brasil para combatir la deforestación y favorece a quienes cometen delitos ambientales. Ahora, cuando enfrenta las consecuencias de sus decisiones, trata de ocultar la verdad y culpa a los demás. Los números de deforestación son tan pésimos que hablan por sí mismos. Mentir solo aumentará el daño al país ", concluyó Greenpeace.

La deforestación, principal causa de los incendios

Los miles de incendios en la Amazonía no se parecen a las grandes llamas en los bosques de Norteamérica y Europa: son principalmente incendios de vegetación y ramaje en zonas despejadas por la deforestación, señalan expertos. La dramática multiplicación de las llamaradas es sobre todo resultado de la deforestación para la industria maderera, para crear tierras cultivables y para otras actividades humanas.

"En el trópico, el fuego es usado de manera extensiva para el manejo de la tierra", dice Jeffrey Chambers, profesor de geografía en la universidad de Berkeley y especialista en selvas tropicales. "Es la manera para deshacerse de los desechos agrícolas, y parte de la razón de que eso funcione es porque esos fuegos generalmente no entran en la selva". "Una selva tropical generalmente no es inflamable" porque es muy húmeda, indicó.

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En la Amazonía, cuando una parte de la selva es despejada, los troncos son sacados pero el resto de la vegetación se quema en el lugar durante la temporada de sequía, que dura de julio a noviembre. Para los terrenos agrícolas o las praderas, la vegetación y las malas hierbas se amontonan a la espera de la sequía. Eso es lo que ahora está ardiendo. "Hay una correlación muy fuerte entre la deforestación y los puntos de calor este año", dice Ane Alencar, directora científica del instituto de investigación ambiental de la Amazonía (IPAM).

Aun cuando el fuego logra penetrar en la selva, llamada "primaria" cuando todavía esta intacta, suele permanecer contenido a la vegetación en el suelo y generalmente no alcanza las cumbres de los árboles, 30 metros más arriba.  El efecto no es menos devastador aunque es retardado: las heridas en los troncos de los árboles tardarán tiempo en hacerlos morir. Pero la imagen diferirá de las gigantescas hogueras que los estadounidenses y europeos están acostumbrados a ver.

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La deforestación de la selva amazónica comenzó realmente en la década de 1970, y alcanzó su cenit anual a finales de los años 90 y principios de la década de los 2000. En 2004, cerca de 28.000 kilómetros cuadrados de selva fueron borrados solo en Brasil (La Amazonía se extiende por nueve países, pero el 60% está en Brasil). Luego la deforestación se retrajo fuertemente, antes de volver a acelerarse en 2014, aunque nunca alcanzando los picos de la década anterior.

El año pasado, unos 7.500 km² desaparecieron, según el Instituto brasileño de Investigaciones Espaciales (INPE). "Ahora estamos viendo mayormente un aumento de los incendios relacionados con la deforestación, que podrían o no penetrar en los bosques primarios. Dependerá de la sequía en los próximos meses", explica Brando.

¿Qué impacto tendrá sobre el cambio climático?

Los bosques contienen carbono almacenado en los árboles y la vegetación: unas 459 toneladas por hectárea en la Amazonía, dice Diego Navarrete, de la ONG The Nature Conservancy. Cuando se tala un árbol, el carbono termina por salir a la atmósfera luego del fin del ciclo de uso de esa madera, cuando se descompone.

Cuando se quema inmediatamente la vegetación, como ahora, ese carbono sale inmediatamente a la atmósfera. En ambos casos el carbono será liberado. Solo hace falta hacer la multiplicación para comprobar que la cuenta de los últimos meses llega ya a centenas de millones de toneladas de carbono.

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D.S.