Turquía fue ayer el epicentro de un sismo financiero global de escala aún incierta, desatado por la guerra comercial de Donald Trump y que repercutió en la Argentina y otros mercados emergentes. Ankara sufrió un doble impacto: su moneda, la lira turca, se devaluó un 16% y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció que duplicará los aranceles al acero y al aluminio de ese país. El presidente Recep Tayyip Erdogan denunció una “guerra económica” contra su país y se encomendó a “Alá”.
El hundimiento, que empujó a Turquía hacia una crisis monetaria, llegó en momentos de fuertes tensiones diplomáticas entre Ankara y Washington y de profundización de la guerra comercial, declarada por la Casa Blanca contra varios de sus socios. El cimbronazo repercutió en Europa y Estados Unidos, donde cayeron las Bolsas, ante el temor de un contagio global de la crisis.
La lira turca se convirtió ayer en la moneda que más se derrumbó en 2018, perdiendo un 40% de su valor y superando la devaluación del peso argentino. Si bien continuó con una tendencia de varios meses, la jornada de ayer fue la más negra, ya que en una sola rueda la lira se depreció un 16%. Alentada por la salida de inversores extranjeros y dificultades para financiar su déficit fiscal y comercial, la moneda turca también reaccionó de forma adversa a las nuevas medidas comerciales anunciadas ayer por Trump.
“¡Acabo de autorizar que se dupliquen los aranceles sobre el acero y el aluminio con respecto a Turquía, mientras su moneda, la lira turca, desciende rápidamente frente a nuestro fortísimo dólar. ¡Nuestras relaciones con Turquía no son buenas en este momento!”, disparó el republicano en su cuenta de Twitter. El mensaje llegó menos de una hora después de que Erdogan llamase en un acto público a luchar contra la guerra económica de Washington y cambiar dólares y oro por la moneda de su nación para detener la corrida.
“No teníamos problemas económicos reales, pero fuimos blanco de ondas financieras inestables artificiales”, aseguró el mandatario durante un acto público en la provincia de Bayburt, en el este de Anatolia. “No perderemos esta guerra económica. El dólar no puede cortarnos el camino. Responderemos con nuestra moneda nacional. Debemos cambiar por liras los dólares y el oro que tengamos bajo el colchón”, alentó. Los mercados reaccionaron de forma adversa durante la hora que duró su discurso y la lira pasó de 5,92 a 6,24 unidades por dólar. El aluminio y el acero turcos tendrán ahora unas tasas impositivas para su importación a Estados Unidos del 20% y el 50% respectivamente.
Prensa. “Donald Trump tiró la lira turca abajo del colectivo”, tituló ayer The Economist. “El tuitea cuando surge una crisis, como la de ahora en Turquía, y su instinto es exacerbar el problema imponiendo más aranceles, en vez de utilizar su liderazgo para ayudar a solucionar la emergencia”, declaró el economista Chad Brown, del Instituto Peterson para la Economía Internacional, a The New York Times.
Pulseada. Los mercados financieros reaccionaron ante las orientaciones de la política económica de Erdogan. La inflación alcanzó en julio el 16% interanual –la segunda mayor, en un país que integra el G20, después de la de Argentina– y el Banco Central se negó a elevar las tasas de interés, ancladas en 17,75%.
En un infructuoso intento de enviar señales positivas a los mercados, el nuevo ministro de Finanzas, Berat Albayrak –yerno de Erdogan–, insistió en la “importancia” de “la independencia del Banco Central” turco. Desde que llegó al cargo, después de la reelección de Erdogan, en junio, el funcionario intentó tranquilizar a los mercados. El país eurasiático mantiene un déficit comercial y necesita inversiones para financiarlo, pero, según el analista Mustafa Sönmez, los inversores desconfían cada vez más del gobierno, al que perciben como autoritario, falto de transparencia y sin respeto por la independencia judicial. “Subir los tipos al 30% o 40% sería, al menos, un gesto de que hay voluntad de hacer algo, aunque hasta para eso ya llegamos muy tarde”, opinó el catedrático de Economía Ahmet Öncü.
Las bajas tasas fomentaron desde 2003 un fuerte crecimiento de la economía turca, basado sobre todo en el consumo interno, lo que cimentó las sucesivas victorias electorales de Erdogan.
Diplomacia. Las relaciones entre Washington y Ankara atraviesan su peor momento, tras desacuerdos en la guerra civil en Siria: la detención, en Turquía, de un pastor estadounidense, Andrew Brunson, y la negativa a extraditar al clérigo Fetgullah Güllen, radicado en Estados Unidos y acusado por Erdogan de planificar el intento de golpe de Estado de 2016. El enfrentamiento no tiene antecedentes, ya que EE.UU. y Turquía son aliados en la OTAN y en el G20.