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opinión

La niña del chupetín

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Mirada. Su padre publicó la foto, que se volvió viral en Facebook. | cedoc

La niña con el chupetín es una imagen que desde Kiev da la vuelta al mundo en las redes sociales y se ha convertido en símbolo de la resistencia ucraniana a la brutal invasión rusa.

La imagen muestra a una pequeña ucraniana de unos 9 años, con un dulce en la boca y una escopeta de dos cañones en las manos. Está sentada en el alféizar de la ventana de un edificio sacudido por el fuego ruso cerca de la capital ucraniana. Es claramente un símbolo de la infancia negada en el país invadido por Moscú, como afirmó ayer en un tuit el papa Francisco.

“¡Nunca la guerra! Piensen sobre todo en los niños, que están privados de la esperanza de una vida digna: niños muertos, heridos, huérfanos; niños que tienen restos de guerra como juguetes”, tuitéo el papa argentino. 

También es una expresión de desafío, no de terror, como para contar a través de una imagen el orgullo del pueblo ucraniano incluso a una edad tan temprana.

La foto, tomada por el padre de la niña, Oleksii Kyrychenko, y publicada en Facebook bajo el título “Niña con dulces” precisamente para “llamar la atención del mundo sobre la agresión rusa”, se viralizó febrilmente  en las redes sociales luego de que fuera reenviada por Donald Tusk, ex presidente del Consejo Europeo.

“¡Por favor, no digan que sanciones más duras serían demasiado costosas para Europa!”, es el mensaje con el que el político polaco acompaña su post, en referencia a los temores de algunos sectores económicos por una escalada de sanciones contra Moscú.

En la fotogafía, la niña luce con su cabello castaño trenzado con una cinta que tiene los colores de la bandera ucraniana, la pierna derecha estirada a lo largo del alféizar y la mirada hacia afuera, como un soldado de guardia, un soldado de tan solo 9 años que no parece bastante aterrorizado.

Aunque “construida”, la foto es tan fuerte que se hizo viral en pocas horas. Solo los retuits de la publicación de Tusk superaron en minutos los 5 mil. 

Se trata de una foto icono de la tragedia de los niños ucranianos, desplazados, privados de la escuela, asesinados por bombardeos, incluso golpeados por las bombas al nacer en hospitales pediátricos como el de Mariupol, destruido por las bombas rusas pero, al mismo tiempo, símbolo de una resistencia que no pretende doblegarse.