En los dos primeros días de la visita oficial a Tailandia, el papa Francisco produjo distintos mensajes vinculados a la política internacional global. Habló de abusos (ver recuadro), llamó a la tolerancia entre los distintos credos, se reunió con las autoridades locales. Pero el foco de la atención de la prensa –y la mayor parte de las fotografías– fueron para una protagonista inesperada de la experiencia. La prima Ana María Sívori, de 77 años, que hace varios años está en el país como misionera y ofició como traductora.
Un detalle no menor es que habitualmente, el rol de traductor cae en hombres. Con lo cual la presencia de Sívori, susurrando junto a Francisco, marca que algunas costumbres están cambiando también en la Iglesia.
Sívori es miembro de la orden salesiana, de 77 años, es subdirectora en una escuela de esa orden en Udon Thani, en el noreste del país. Llegó en 1966 como una joven hermana de Argentina. Y fue parte esencial del contacto del Pontífice con el pueblo tailandés. De hecho, le reprochó a su pariente que no se quede más tiempo para conocer, la “Tailandia verdadera”.
Contra el consumismo. El Papa utilizó el viaje para emitir diversos mensajes. Advirtió el viernes a los jóvenes en Tailandia contra el “consumismo” y los peligros de la tecnología, e instó a la Iglesia Católica del país, de mayoría budista, a “no tener miedo” de adaptar su discurso para llegar a más fieles.
Gran misa. El Papa habló ante sesenta mil jóvenes en el evento más trascendental del viaje que, por otra parte, es una escala de un viaje a Japón.
Se realizó al aire libre, en el Estadio Nacional de Bangkok. Evangelizada por misioneros europeos a partir del siglo XVI, Tailandia “está confrontada a la misma situación que otros países del mundo, una crisis de vocación en disminución”, admitió el obispo Joseph Pradhan Sridarunsil. Frente a esto, Francisco pidió a la Iglesia “no tener miedo” de adaptarse a la cultura del reino para llegar a más fieles.
“Para muchos la fe cristiana es una fe extranjera, es la religión de los extranjeros”, describió el Papa. Es preciso “animarse” a decir la fe en “dialecto” local, ir más allá de las simples traducciones de los textos, agregó. También alertó contra el avance excesivo e indiscriminado de la tecnología: “Podemos quedar desconcertados por las ‘voces’ de este mundo que compiten por nuestra atención”, pero “con el tiempo solamente terminan dejando vacío”, insistió el Pontífice en una misa dedicada a los jóvenes en la catedral de la Asunción, en Bangkok.
Hoy llegará a Japón, donde, entre otras visitas oficiales, Francisco visitará Nagasaki e Hiroshima, ciudades devastadas por las bombas atómicas lanzadas por Estados Unidos. Japón es el país en el que deseaba ser misionero Bergoglio cuando joven.
Contra el abuso
La semana en la que se conmemoran los treinta años de la Declaración de los derechos del niño, parte de la alocución de Francisco a los tailandeses estuvo dirigida a los niños, niñas y adolescentes, y a las mujeres abusadas.
Se refirió particularmente a las víctimas de trata: Así remarcó particularmente que es esencial acabar con este tipo de violaciones de los derechos humanos. También elogió lo hecho por las autoridades del país. Marcó su reconocimiento y su aprecio por las medidas puestas en marcha por Tailandia para “extirpar este flagelo” y por todas aquellas organizaciones y personas que trabajan para acabar con este tipo de “maldades” y ofrecen formas de “restaurar la dignidad” de las víctimas.
También se refirió a los temas migratorios: “Son uno de los signos característicos de nuestro tiempo. No tanto por la movilidad en sí, sino por las condiciones en que esta se desarrolla”.