Agencias
Bruselas
Después de décadas de “construcción europea”, que permitieron a gran parte del Viejo Continente vivir en un período de paz y prosperidad casi sin precedentes en su historia, la crisis del euro, el desempleo, el resurgimiento de movimientos xenófobos y de nacionalismos extremos llevaron a la UE a reducir su capacidad de acción frente a los Estados nacionales.
El presidente de la Comisión Europea, el órgano ejecutivo de la UE, Jean-Claude Juncker, anunció que la semana próxima se anularán al menos ochenta medidas comunitarias, en base a un estudio que detectó entre las redes de la burocracia europea por lo menos 415 normas que han perdido sentido. El estudio sugiere que, con la anulación de las primeras ochenta medidas, habrá “menos interferencias de la UE en los asuntos en los que los Estados están mejor equipados para dar las respuestas adecuadas”.
Ejemplos. Analistas consideran que muchas de las medidas anuladas no generarán polémicas, ya que se refieren a cuestiones menores. Sin embargo, hay otras cuya desaparición sí levantará polvareda, como varias directivas medioambientales que había acordado la anterior Comisión, entre ellas, algunas sobre la calidad del aire y sobre el tratamiento de los residuos. También se eliminan medidas de la política agrícola o se revisan otras sociales, como el permiso de maternidad de veinte semanas.
Si bien no figura en esta primera etapa, se cree que el proyecto para eliminar varias medidas, supervisado por el vicepresidente de la Comisión, el holandés Frans Timmermans, también eliminará la directiva para ampliar al 40% el número de mujeres en consejos de administración de empresas de capitales europeos, una norma que fue objeto de encendidas polémicas y que en su momento fue aprobada por muy poco margen.
No son bienvenidos. Pero ése no es el único síntoma de la “fatiga europea” que atraviesa el continente. El presidente Juncker anunció días pasados que no habrá nueva amplialación de la UE después de la acordada incorporación de Croacia.
El espíritu del informe Timmermans se resume en uno de sus párrafos: “Los europeos esperan que la UE marque diferencias en los desafíos económicos y sociales, y menos interferencias en otros asuntos”.
La reducción de la injerencia de Bruselas la reclama hace años el Reino Unido –que incluso ha amenazado con abandonar la UE– y en los últimos tiempos se le han sumado otros países, como Holanda o Suecia.